Cuarta noche

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Al día siguiente, se encaminaron hacia el nido de la demonio, que quedaba bastante cerca de Frightzone. Según Catra, todo estaba escondido en una cueva, pero Adora no le creía del todo, algo le decía que la súcubo tenía más de un escondite. Juró que si le hacía perder el tiempo, la castigaría apropiadamente.

—Espero que encontremos el báculo, Catra, o lo vas a lamentar —la amenazó.

Catra hizo una mueca de diversión, pero no le respondió nada, prefirió quedarse en silencio. Se creía que Frightzone era dominado por la casa Escorpión, una casa que no pertenecía a la alianza de Brightmoon, por lo que se decía que no podían proteger a sus vasallos y su gente estaba a merced de toda clase de monstruos.

Una vez que Adora llegó a las tierras de Frightzone, notó que todo estaba desolado por ahí. Parecía un pueblo fantasma, casi no había personas y todo era gris, hasta el suelo. No parecía que hubiese tierra fértil por ese lugar, lo que tenía sentido viendo que cada persona que veían parecía famélica.

A lo lejos vislumbró un castillo que parecía que la mitad estaba en ruinas, con una sola torre en pie y otras tres desmoronadas. Decidió esconder a Swifty en un establo abandonado y continuar a pie. La rubia notó que muchas personas la miraban, esos ojos parecían haber perdido el brillo de la vida, y comenzó a preguntarse si acaso Frightzone estaba maldita.

Pero decidió concentrarse en las indicaciones de Catra, manteniéndose alerta en todo momento, porque era muy probable que en aquel lugar tuviera una sorpresa desagradable. Llegaron al pie de un volcán inactivo, Adora notó que ese lugar podría tener animales salvajes escondidos o tal vez abominaciones, nada realmente preocupante.

Catra la guió por un pequeño sendero ascendente, hasta que llegaron a la entrada de una gran gruta. De alguna forma, Adora terminó liderando la caminata, de un momento a otro, la rubia percibió peligro. Desenvainó su espada, lista para liberar su poder cuando fuera necesario. Dio un vistazo rápido atrás, pero no vio a la súcubo, lo que la hizo enfurecer. Unos segundos después, un enorme lobo apareció del interior de la gruta, por el tamaño y el color rojizo de sus ojos, supo que se trataba de un lobo huargo.

Esquivó sus enormes fauces con la espada, el animal mordió la hoja y luego saltó hacia un costado. Se mantuvo ahí, gruñendo, esperando a sus compañeros, que eran otros dos. Ahora el trío de lobos se le acercaba, empujándola hacia el borde de una caída bastante dolorosa, justamente donde terminaba el pequeño sendero.

Adora estudió sus posibilidades, si ninguno de ellos se lanzaba por ella, tendría que atacarlos primero. Se concentró, y con la mayor velocidad que podía, mató a uno de los lobos cortando su cabeza, para así rodearlos por atrás y poder sorprenderlos.

—¿Necesitas ayuda, Adora? —dijo Catra, su voz burlona venía justamente del interior de la gruta.

—¿Te parece que la necesite? ¿Dónde te habías metido? —inquirió la rubia, mientras daba un paso rápido hacia adelante y cortaba la cabeza de otra bestia.

Catra se rio discretamente, ver a Adora enojada y matando con facilidad aquellos lobos le divertía sobremanera. El último lobo logró escapar, y la rubia la dejó ir, no pensaba malgastar su energía persiguiéndolo. Agitó su espada con fuerza para eliminar los restos de sangre, para luego apuntarla al cuello de la súcubo.

—¿Dónde está tu nido, demonio? —le preguntó con desprecio.

—Estaba segura que era por aquí... tal vez me haya equivocado, hace mucho que no vengo —contestó con fingida inocencia.

Adora se acercó más, tomándola de la ropa a la altura de su pecho y acercando más la hoja a su cuello.

—Llévame directamente a tu nido, Catra, si no quieres que te corte la cabeza.

Siete noches con la súcubo - Catradora AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora