Crucé mis brazos en un vano intento de cubrirme del frío. La ciudad neyorkina ya estaba presenciando el frío otoñal debilitando el calor de la pasada temporada. Tanto era que, a pesar de llevar más de una hora caminando, no me era posible generar calor. En mi defensa, suelo ser friolenta.
No estaba perdida. Sabía perfectamente que no estaba en Manhattan, más bien en Brooklyn. Cruzar el puente de Brooklyn me debería ayudar a orientarme para regresar a mi hogar temporal. El problema es que no sabía exactamente dónde quedaba: si sabía que era costeando el interior de Manhattan pasando la gran manzana, pero no tenía idea sobre la ubicación exacta. Y llamar a quien sea que esté disponible no era opción.
Entré a mi casilla de mensajes, ignorando los mensajes de Matías contándome sobre su mañana. Llegando a un parque abierto, me senté en el cordón para responder los mensajes de Celeste, interesada en saber que pasaba en mi vida y, de paso, contandome que tal las cosas allá.
Hasta que me entró una llamada que atendí muy a mi pesar.
– ¿Sí?
– ¿Dónde estás? -escuche del otro lado. Me pareció raro la pregunta, ¿Que interesaba dónde estaba si se supone que estaba en horario laboral?
– ¿Pasó algo?
– No, solo que no respondías y estabas en línea –. Lo sabía. Era de los típicos berrinches de Matías.
– Ah, eso...
– Ah eso –repitió– ¿Qué? Pensé que te había pasado algo.
Reí nerviosamente ante su preocupación, sin prestarle la debida atención.
– ¿Podrías...pasarme a buscar?
– ¿No estabas con el muchacho ese?
– Ya terminó mi día, pensaba en hacer turismo o algo así.
– ¿Dónde estás?
– Eh... –dude– Estoy en Brooklyn, en un café un poco lejos del puente...
– ¿No es más fácil pasarme tu ubicación?
– Ah, claro. Si sí, tenés razón.
Quedamos en eso y tras intercambiar algunas palabras más, corté para volver a caminar en busca de una cafetería o algo por el estilo, tenía que apresurarme y encontrar alguna mesa. No sé debía enterar que me perdí en medio de la ciudad sabiendo que Casablancas era una suerte de guía y chófer. Que lo sepa desataría una catarata de preguntas que pondría en peligro el dominó de engaños que sostenía.
Suena irónico pero no quiero perder mi concubinato barra futuro matrimonio. Llevo desde la adolescencia saliendo con el y, prácticamente, debe ser la persona que más me conoce, aceptando mis virtudes y defectos. A mis casi 27 años, no quería empezar de nuevo por no saber manejar calenturas y fantasías de momento. Pero ya estaba en el juego con el que coquetee todo el tiempo, sabía que tan difícil era jugar con juego y acepté.
La propuesta de casamiento surgió en un viaje al país vecino, Uruguay. Era año nuevo, llevábamos juntos algo así de ocho años en dónde soporto adicciones, internaciones, alejamientos ¿Cómo me iba a atrever a decirle que no? Estaba con lágrimas en los ojos, no podía decirle que no. No podía ser tan hija de puta, y aunque quisiera no podía: me sentí la mujer más afortunada.
Pero hace tiempo que estoy nada emocionada con el futuro y todos los planes que juramos cumplir. Y ahí llegó el mismísimo Julian Casablancas a encantarme.
Y no me refería a mi vida, sino porque ahora mismo estaba llamándome por mi nombre en busca de mi atención.
Bastó con girar mi cabeza para verlo recargado en la ventana del asiento del conductor, ocultando su rostro con unos oscuros anteojos y un gorro, aunque actualmente no era una celebridad. Aún asi, sabía que detesta ser reconocido y más en una avenida arrebatada de gente, así que mire a los costados y camine a su encuentro.
ESTÁS LEYENDO
victory; julian casablancas
Fanfiction2017. Julian llega a la vida de la estructuralizada Victoria, poniendo en duda su vida y desnudando todos sus secretos. Victoria llega a la vida de Julian a, básicamente, jodersela como nunca nadie lo había hecho.