siete.

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Era un camino perfectamente conocido el que TaeHyung recorría desde cualquier parte de la academia hasta la oficina privada de su madre, que hacía un tiempo se había convertido en un lugar frío y tenso en el que no le agradaba pasar el tiempo.

Los primeros tramos que caminó junto al asistente que lo escoltaba, estaban desolados. No fue hasta que salieron al pasillo principal que la institución se convirtió en una ruidosa colmena: alumnos pasando lado a lado con la vista puesta en las pantallas de sus dispositivos electrónicos, y el constante parloteo difuso que era provocado por las charlas que llevaban algunos.

TaeHyung respondía cordialmente a quien fuera que lo saludara con unos simples buenas tardes o un apretón de manos, así como a otros cuantos chicos y chicas que, aunque fingía ignorancia, era consciente del indiscreto coqueteo hacia su persona.

La puerta del despacho estaba completamente abierta, y aun a la distancia pudo escuchar la resonante y severa voz de su madre.

— Todo tiene que estar realizado a la medida de mi hijo. No acepto ningún error, ¿entendiste?

Al entrar, TaeHyung miró al redor. Su madre estaba de pie con una mano posicionada firmemente sobre su cadera; llevaba una lisa falda pegada hasta las rodillas, que era acompañada por una elegante blusa de mangas tipo farol y unas cuantas joyas que pertenecían a su amplia colección de accesorios que solo ocupaba en ocasiones especiales. Como si fuera a salir.

En el centro de la oficina, un maniquí que calculaba era de su estatura y complexión esbelta, era forrado y ajustado de tela en algunas partes de los brazos por una longeva mujer que él no logró reconocer.

Madam Cristal se volvió en su dirección al notar las dos nuevas presencias de ambos jóvenes en la habitación, sus ojos iluminándose al ver a su hijo parado a unos metros de ella.

— TaeHyung, hijo, ¿dónde estabas? — se acercó al peligris y pasó una mano por su rígido hombro — Te he buscado por todas partes, ¿no te he dicho que te mantengas cerca de mí por si te necesito?

— Estaba... — vaciló — estudiando.

— Así me gusta, me enorgulleces— emitió una sonrisa plástica que engañaba a cualquiera que la viera, excepto a uno — Ven y pruébate tu traje, querido

La costurera de avanzada edad, distendió la vestimenta del maniquí y se lo entregó al peligris, señalándole con la cabeza el improvisado probador que había armado con algunas bordadas y oscuras cortinas gruesas.

Entró al probador y se deshizo de su uniforme, no pasando mucho tiempo para ponerse el traje que era especialmente elaborado para el día de la coronación, el día en que finalmente asumiría el cargo y la responsabilidad de guiar a un país entero, sus ciudadanos, y tomar decisiones que beneficiarían o perjudicarían a su comunidad. No estaba seguro de si eso le emocionaba o le aterraba de igual manera, pero decidió ponerle un alto a sus pensamientos y dejar de abrumarse de más. Finalmente, corrió las cortinas que lo tapaban y salió de nuevo a la vista de todos.

Su progenitora lo miró con determinación, recorriendo con los ojos cada centímetro de la tela que había sido cocida con anterioridad, acabando su trayectoria hasta volver a llegar a su expectante rostro.

— TaeHyung — hizo un gesto moviendo el dedo en círculos, y él se dio la vuelta, mostrando una hilera de botones dorados a lo largo de su espalda —. Hay que ajustar más la parte de la cintura y los muslos.

La extraña dirigió su vista a TaeHyung, pero apartándola rápidamente para tomar un alfiler que pondría en el dobladillo de la tela. No sin antes haber ladeado la cabeza con una expresión de confusión mientras miraba el atuendo.

𝐀𝐜𝐚𝐝𝐞𝐦𝐢𝐚 𝐑𝐞𝐚𝐥 │➶𝐭𝐚𝐞𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora