3: Bienvenido, 22-12🎮✔

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El primer lunes después de mi cumpleaños empieza de una forma rutinaria, me despierto a las siete, observo el techo hasta que mi madre toca la puerta a las ocho, dan las nueve y mi padre se atrasa para ir a trabajar y sacar la basura al mismo tiempo

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El primer lunes después de mi cumpleaños empieza de una forma rutinaria, me despierto a las siete, observo el techo hasta que mi madre toca la puerta a las ocho, dan las nueve y mi padre se atrasa para ir a trabajar y sacar la basura al mismo tiempo. Antes solía hacer ese tipo de cosas cuando me sentía capaz de dejarme ver por los otros residentes del edificio, la última vez que alguien aparte de mis padres me vio, fue mientras entraba al edificio y las miradas de pena me hicieron sentir mínimo.

Causa un sentimiento terrible sentir que las personas te miran con vergüenza, viéndote horrorizados. Me gustaría encontrar esa persona que fui una vez, saludarle y decirle que tenga mucha fuerza porque la vida se pondrá dura... pedirle que trate mejor a sus padres porque son los únicos que siempre estarán cuando los amigos desaparezcan

Mi vida antes del encierro consistía en ir a uno de los institutos más elitista de Estados Unidos, burlarme de los menos afortunados que se paseaban por mi recinto académico, besarme con mi chica detrás de las gradas y fumar cigarros cuando nadie nos vigilaba. Iba a fiestas hasta tardes horas de la noche, mi madre siempre esperaba en la sala mi llegada, me molestaba porque no entendía que intentaba protegerme de lo cruel que es la vida allá. Somos animales sociales que muchas veces olvidamos el hecho de socializar, para quedarnos siendo simples animales.

Mis noches eran acompañadas por dos amigos que no se separaban de mí, hoy las paso solo, con mis padres intentando que salga de mi habitación, aunque sea solo hasta la cocina, pero no puedo. Me da miedo exponerme, dar ese paso y darles esperanzas para que crean que voy a salir algún día... eso no va a pasar.

Para no perder la cabeza mis creadores me han comprado un sin número de juegos de mesa, que, para ser honestos, son bastante aburridos si se juegan solos. Hay días como hoy en los que me siento lo bastante fuerte para cruzar la puerta y aunque parezca irreal, lo hago.

Mis pies descalzos pisan el suelo del pasillo, me he puesto unos pantalones cortos con muchas anclas impregnadas en la tela y un polo básico. Mi cabello con normalidad lo peino hacia atrás, pero esta vez lo lanzo sobre la parte fracturada de mi rostro, no voy a ir a la calle, solo quiero ver si mi madre se encuentra, para alegrarla. Escucho ruidos en la terraza y me asomo para ver. Una de sus amigas del club de vacaciones ha venido, toman té y Ernesta se ha arreglado el cabello como hace mucho tiempo no lo hacía. Choco con una de las repisas y me vuelvo corriendo a mi habitación, lleno de culpa por obligar a mis padres a cuidar de mí, ya soy grandecito, debería valerme por mí mismo, pero, mi fragilidad mental lo impide.

Soy un adolescente roto, defectuoso y sin una pizca de valor. Una causa perdida, bastante jodido por un hecho desafortunado y mi rebeldía, pero sigo siendo un humano, siento mucho miedo, necesito alguien más que no sea mi padre o madre, anhelo una voz que me despierte de mis pesadillas.

Busco entre los cajones, encuentro el regalo de mis padres.

Conecto el objeto del enchufe detrás de la mesita de noche, anexo el parche a mi nuca, lo presiono dos veces y de manera inmediata siento que el iris de mis ojos asciende hasta que estos quedan en blanco. Mi mente entra en un tipo de reposo por unos microsegundos hasta que todo se vuelve de un color vivaz, bastante relajante para no traumatizarme, es como estar dentro de una serie de televisor hasta que una mujer con traje de secretaria aparece a mi lado, me sonríe y me observa. Hago lo mismo, parece bastante real para ser un juego, recuerdo que en el comercial el tipo también se veía real, un holograma lo más humano posible.

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