No percibo nada, solo la absurda oscuridad que cubre todo aquello que veo alrededor. El cuerpo parece pesarme, de repente me falta el aire y me siento nadando en un lugar del cual no distingo nada, de nadar pasó a caer... en una oscuridad sin fondo, siendo consumido por algo que desconozco. Siento que me empujan, una vez, dos veces y toman mi cabeza zarandeándola. Despierto de mi sueño, si es que eso se puede llamar sueño, desde que he tenido el accidente no he podido soñar. Me es difícil anhelar una normalidad, aunque sea en imaginaciones. Al cerrar los ojos mi mente se apaga extrañamente, quedo absorto en un vacío que se materializa en una obscuridad que me asfixia, haciéndome sentir desesperado o ansioso, hasta el punto de creer que muero en esa fosa de la cual no puedo salir solo y nadie va a rescatarme, porque todo está en mi mente.
— Eron, cariño... —la luz de la ventana me ciega cuando mi madre descorre la cortina, sabe que detesto la luz solar —, son las tres de la tarde y ni siquiera has tocado el desayuno, ¿te encuentras bien?
— Si, solo me duele aquí —coloco mis dos manos en el abdomen.
— Seguro que es por no comer —repite dos veces, antes de tomar en mano el plato que ha traído esta mañana —, ¿Ya no te anima el juego? ¿vuelves a estar deprimido?
— No lo sé —mi labio inferior empieza a temblar, lo muerdo porque es la única forma que tengo de calmar el pequeño terremoto que se produce ahí.
Ernesta me abraza con fuerza, no quiero decirle que he dejado de jugar porque el único amigo que hice lleva quince días sin aparecer. Me conectaba todas las noches y entraba al centro de natación, esperé muchas veces, pero nunca llegaba. Hace dos días me di por vencido, me fue difícil socializar con otras personas, así que dejé de usar el juego... por lo menos hasta el momento.
— Podemos contratar un psicólogo que venga y te atienda en casa, si eso te hace sentir más seguro —propone ella, con los ojos cristalizados —. Nosotros haríamos cualquier cosa por ti, bebé.
— Estoy cansado —me acurruco en la cama, no me he levantado en todo el día, pero aun así siento como si hubiera corrido un maratón —. Vete, por favor.
— Prométeme que te esforzaras en hacer amigos en ese juego, las personas parecen felices en los comerciales y tú lo fuiste el primer día que jugaste, parecías animado —retira el cabello de mi rostro.
Sin premeditación, toca la cicatriz lineal que quedó en mi pómulo, se avergüenza porque causa que me aleje con brusquedad, decide salir avisándome que me va a traer un puré en unos minutos para que me lo coma, con la ruda amenaza de hacérmelo tragar a las malas si no lo hago por mi propia cuenta.
Me pongo de pies, camino hasta el baño y observo la sabana que cubre el espejo. Por un momento pienso quitar la tela, luego me decanto por meterme a la bañera, dejo fluir mis ideas y lo estúpido que me parece que Ares haya desaparecido de la nada, también es cuestionable que el juego no tenga un buzón de mensajes o un chat de texto donde pueda dejarle un mensaje. Normalmente cuando mis amigos pasaban de mí, porque mis padres no me daban permiso para ir a fiestas, yo los buscaba y les pateaba el trasero por no contarme los cotilleos que se dieron vida en la rumba.
Incluso envié hace dos días una reclamación a los creadores sobre esto, es un videojuego y las personas deberían de tener una forma de comunicarse o dejar mensajes cuando el otro no puede acceder a él. Quizás Ares no tiene luz eléctrica, su conector se ha dañado o ha dejado mojar el juego, me dijo que es nadador de competencias.
Al salir del baño, me encuentro con mi madre sentada en la cama. Ha cocinado algo rápido porque humea, queso derretido sobre una base de puré de patata, me observa con gesto desafiante, sin perder su dulzura. Me visto con lo primero que encuentro y ella se da la vuelta para que me coloque las prendas, está al tanto de que me da vergüenza que las personas vean las consecuencias que han quedado tras el accidente.
No solemos hablar mucho de ello, tampoco de que la persona que iba conmigo en el asiento del copiloto, ha quedado perfectamente y sin marcas o de que el coche que nos chocó quedó hecho nada, mis padres tuvieron que cubrirle los gastos, aunque ellos nos golpearon a nosotros, pues yo iba borracho y no tengo permiso para conducir aún, me lo han rechazado tres veces.
— Tu prima va a volver de sus viajes y quiere venir de visita —su tono se vuelve una súplica mientras me observa devorar el plato —. Espero puedas socializar con ella y ya sabes, quizás se quede unos días en casa, la hermana de tu padre y su esposo deben viajar de inmediato, pero no pueden llevársela esta vez.
— ¡Mamá! —alargo cada letra, casi me atraganto —. Sabes que Candace es demasiado intensa.
— Necesitas intensidad en tu vida —observa mi habitación perfectamente arreglada, no hay ni una pisca de polvo puesto que limpiar es una de las cosas que más hago en mi reclusión.
— ¿Me estas pidiendo que sea amable cuando me visite o avisándome que esa gatita pelirroja andará merodeando por la casa hasta que sus padres vuelvan?
— Ambas y no la llames gatita, suena muy vulgar —se echa a reír, repitiendo la palabra para sí misma.
— Es que es como un gatito con el cabello anaranjado —nos echamos a reír, sé que su risa aumenta cuando ve mi sonrisa.
— Ella le llama le style —pronuncia con un falso acento francés —, lo peor de todo es que desde que pasó esos tres meses en Francia, ya se ha quedado con el acento.
Al terminar de comer, mi madre decide retirarse porque tiene que hacer algunas compras, vuelvo a cubrirme con el edredón pues no tengo mucho que hacer. Mi prima Candace es lo que muchos hombres llamamos un pibón, conocedora del mundo puesto que mi tía es azafata y su esposo es piloto de aviones, constantemente se viven mudando de lugares. Lo único que me molesta de ella es su tono chillón al hablar, su interés por fingir ser una chica guay y... bueno, que es bastante engreída.
Hundo mi cabeza en la almohada, tratando de evadir muchas cosas.
Cansado de estar en casa, temeroso de lo que me pueda esperar en la calle, gritando por dentro y callado por fuera... deseo escapar de este absurdo estado en el que me he sumergido, mis padres dicen que caigo en depresión de una manera aleatoria, me odio a mí por momentos, otras veces al mundo y quiero solo huir de todo esto. Deseo dejar de ser una carga para mis padres, los parientes que me restan no viven cerca para mi suerte, mis redes las he cerrado por completo y solo me permito jugar videojuegos de preguntas y entrar a YouTube, no entiendo cómo es que he logrado sobre llevar la situación en estos ocho meses.
Tomo el celular de la mesita de noche, me meto a descargar WhatsApp y observo como el porcentaje va aumentado, me registro y los mensajes empiezan a llegar en manada. Lo cierto es que no respondo desde hace ocho meses, nadie sabe de mí, si no fueron capaces de ir a la clínica o venir después de que me dieron el alta, no merecen que le responda un jodido mensaje de texto. El accidente me pasó a mí, no a mis aplicaciones, ¿por qué darles más atención a ellas que a mí? El que se siente abandonado, menos importante y rechazado soy yo, no mis apps.
Apago el móvil con lágrimas en los ojos. Revuelvo mi cabeza mientras me voy perdiendo en esa oscuridad que cada vez me resulta más familiar. Decido acogerla dentro de mí, siento que no caigo, me quedo detenido en la nada, mientras esta me abraza, camino sin dirección fija, pero en todo lugar veo oscuro. Mi mente se adapta a esta sensación en mis sueños, si es que la nada podría considerarse algo que se pueda sentir, pero ciertamente califica como compañía, porque esa nada me acompaña.
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Mundo Virtual
Teen FictionDos chicos que viven en el mismo edificio, nunca se han visto y una compañía estadounidense famosa por crear videojuegos lanza un nuevo juego de realidad virtual que se conecta directamente a tu cuerpo, este de manera inmediata te crea un personaj...