Capítulo 7. El baile de bienvenida

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Los tres salimos de la habitación pareciendo personas completamente distintas; Hugo parecía una estrella del rock en la entrega de unos premios, Gèrard por su parte parecía un joven sabio recién licenciado de alta cuna y yo... En fin, por lo menos había dejado de parecer el otaku-emo calladito del fondo de clase. La verdad es que me sentía mejor de lo que pensaba disfrazado con una ropa tan elegante. Nos dirigimos al salón, dónde nos esperaban Anne y Eva vestidas a juego; la primera llevaba un vestido turquesa con hombros descubiertos mientras que Eva se atrevía con un traje del mismo color pero que le daba una imagen completamente distinta. Al encontrarnos intercambiamos unos cuantos halagos, aunque tenía la sensación de que era mera formalidad. Los demás chicos y chicas también empezaban a reunirse en el salón, todos ellos con elegantes trajes y vestidos de cuento. Ahora entendía por qué Bea había insistido tanto en ocuparse ella del mío, pues definitivamente habría hecho el ridículo con cualquier prenda de mi armario.

Poco a poco, fuimos bajando hasta llegar a la puerta del gimnasio, el cuál reconocí por el pequeño cartel que se dejaba ver entre toda la decoración forestal que había en la entrada. Una vez dentro, no había señal alguna de un gimnasio escolar, pero en cambio parecíamos estar dentro de un mismísimo cuento de hadas. Pequeñas luces iluminaban el techo como pequeñas luciérnagas que volaban entre los demás adornos vegetales. Incluso habían colocado árboles que sólo podían ser del mismísimo Reino de los Solari. Los cinco nos quedamos plasmados en la puerta ante tal escenario, por lo que nuestro simpático guía Miki apareció con un impresionante esmoquin acompañado por un pequeña pero adorable chica rubia de pelo corto y otros dos chicos algo más altos que él, pero también ridículamente atractivos.

― ¡No me lo puedo creer! ―Susurró Hugo nervioso― Esa es Alba Reche, es más guapa aún en persona... Ay madre, que viene hacía aquí...

― ¡Hombre, chicos! ¡Me alegra veros aquí! ―Exclamó Miki adelantándose al resto de su grupo― Espero que disfrutéis de vuestro baile de bienvenida... Os presento a algunos de mis mejores amigos, estos son Joan, Carlos y Alba... Igual os suenan por acaparar todos los premios de reyes del baile en los últimos años.

― Bueno, en realidad nosotros nos hemos ido turnando, la que siempre gana es Alba― Añadió Carlos con una sonrisa encantadora

― ¡Ay, que tonterías! ―Exclamó la chica― Sabéis que odio esto, el año pasado iba a ser Julia, pero se largó y me dejó con el marrón.

Al pronunciar ese nombre, Carlos desdibujó su sonrisa por unos segundos y acto seguido, se produjo un extraño silencio que Miki en seguida se encargó de disimular.

― Bueno, ¿quién quiere algo de beber?

Todos aplaudieron la idea y se dirigieron hacía la mesa de las bebidas, menos Carlos y Alba que se disculparon para seguir dando la bienvenida a los nuevos alumnos como los vigentes reyes del baile. Según me habían explicado, ser los reyes del baile era otra de las grandes tradiciones del Internado. Cada fin de curso se organizaba un gran baile para celebrar el fin de otro ciclo de paz entre los ocultos. En este, se proclamaban a dos alumnos elegidos por todos para heredar las coronas de los primeros reyes ocultos. En teoría, no se trataba de un acto superficial, pues estos deberían seguir siendo una especie de líderes durante el siguiente circulo y ser un ejemplo entre las nuevas generaciones.

Pronto fueron apareciendo nuevas caras y lo que había empezado como una reunión de amigos se convirtió en una masa de pelotas que reían y aplaudían todo lo que los chicos de último curso, muchos de ellos se percataron de mi marca de clan por lo que empecé a sentirme algo abrumado. Decidí buscar una excusa para salir a tomar aire y me escapé por la puerta de atrás que daba los jardines. Respiré profundo y observé mi reflejo en las ventanas. Pensaba que con ese traje azul sería más fácil encajar, pero bastaron unos minutos para que la gente se empezara a preocupar indiscretamente por mis colmillos. Pero me había prometido no darle importancia, al fin y al cabo, sabía que esto iba a ser inevitable. Estaba a punto de volver, cuándo una voz conocida me sobresaltó desde arriba.

― Oye, perdona... ¿No serás tú el príncipe azul?

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2020 ⏰

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