Ocultamiento

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Debería decírselo a mamá, pensé la mañana siguiente mientras daba vueltas por mi habitación, intentando encontrar un peine. Abrí un cajón de la mesa de noche de Alba y me topé con uno. Traté de domar, sin éxito, los mechones que se revolvían irremediablemente. Me enchufé a los audífonos y procuré preparar una comida aceptable. Mi madre ya empezaba a preocuparse por Alba porque no contestaba el celular. Incluso me sentía mal diciéndole que no armara un drama, que seguramente solo se le había acabado la batería.

Cuando regresó del trabajo y me preguntó si Alba había dado señales de vida, tragué saliva y evité su mirada. Felizmente, mi madre estaba más concentrada en probar el almuerzo.

—Llamó —mentí con toda la convicción de la que era capaz—, se le había acabado la batería, te lo dije. Mañana viene, ha estado en casa de una amiga del trabajo.

—Perfecto, ¿la puedo llamar a la casa de esa amiga?

—Ehh… ni idea, tal vez hayan salido. Ya sabes, a una fiesta o algo así.

Mi madre se lo pensó.

—Ya está grande para saber lo que hace —sentenció finalmente.

Salir para la cafetería me evitó más preguntas.

————

Al día siguiente, en el almuerzo, mi madre me recordó el tema de Alba.

—No ha venido —dijo sinceramente preocupada— ¿sabes algo de ella?

—Vino con su amiga hoy en la mañana cuando salía —mentí nuevamente.

—¿De verdad?

—Sí —dije reteniendo las ganas de ponerme a llorar—, pero no quería interrumpirte en el trabajo.

—Claro, claro. ¿Cuál amiga?

—Ehh…Janice.

—Oh claro, esas chicas siempre van juntas. Es una buena muchacha.

Y allí dio por acabado todo. Se pasó la tarde en llamadas por teléfono gritándole a alguien por algún error lleno de palabras técnicas que no llegaba a comprender. Esa tarde, mi madre decidió salir con la tía Giselle, su mejor amiga. Yo la consideraba casi de la familia, como la tía que nunca llegué a conocer. En casa nunca hablábamos de la fallecida tía Esther, como si mamá fuera hija única. Mi padre solo tenía hermanos varones que vivían al otro lado del Atlántico.

Por mi parte me pasé toda la tarde intentando saber algo de mi hermana. Y descubrí algo más. Su celular, su cuaderno y su laptop no estaban en la casa. Los dos primeros siempre estaban con ella, pero estaba segura de haber visto la laptop sobre su mesa. Lo más probable era que Alba hubiera venido cuando estuve trabajando y nos habíamos cruzado. Me preguntaba si debía decírselo a mamá. De todas maneras, si Alba no llegaba pronto, se iba a armar una grande.

Salí en su busca al único lugar donde se me ocurrió que podía empezar a buscar algo de información.

Encontré el Burger King pero allí me informaron que Alba no venía a trabajar desde hace días y me preguntaron si estaba enferma o algo parecido.

Interrogué a sus amigas pero ninguna tenía idea, y tampoco supieron decirme nada sobre la discoteca, excepto Janice, a quien le pedí ayuda para cubrirla con mi madre.

—Siempre iba allí. No sé qué tenía de genial, pero no podía apartarse —me dijo, alarmada por lo que acababa de contarle—. Creo que era por ese chico que siempre venía a buscarla a la salida. No lo he vuelto a ver pero si me lo cruzo te lo haré saber. ¿Estás segura que no ha enviado nada?

—Completamente. Le he dicho a mi madre que está contigo pero no da señales de vida.

Janice se mordió el labio inferior y desvió la vista.

—¿No crees que le haya pasado algo? —dijo en voz baja— tal vez deberíamos avisar a la policía.

—No lo sé—me resistía a la idea— Alba se ha ausentado otras veces pero nunca más de un día o dos y me da miedo que al regresar me acuse de no cubrirla.

—Con sinceridad, Liz —dijo Janice— ¿desde cuándo no ves a Alba?

—Desde el sábado por la noche —admití a regañadientes.

—Entonces ya lleva cuatro días sin aparecer —sentenció Janice.

—Pero su laptop ha desaparecido. Probablemente regresó el lunes y se la llevó porque la necesitaba para algo y se olvidó de dejar una nota. Entonces solo serían dos días, podría estar en casa ahora mismo.

—No te engañes, Liz —dijo Janice—, sé que no quisieras que a Alba le pasara nada y yo tampoco, pero admítelo, hay algo detrás de esto.

—¿No sabrán algo en la discoteca?

—No lo creo y si lo saben, no te lo dirán. De todos modos, ¿sabes cómo se llama? Mi turno acaba en una hora. Si me esperas podría acompañarte.

Negué con la cabeza.

—Esperaba que tú pudieras decírmelo. Creo que la abreviatura era CEL 20.

—¿En serio? Yo creí que se llamaba Diábolo o algo parecido.

Diábolo, por supuesto. Era solo que alguna vez le oí hablar con alguien sobre aquel lugar: el CEL 20. Alba se puso muy nerviosa pero me dijo que era la abreviación de algún nombre que me había olvidado.

—Es verdad —dije— no sé en qué estaba pensando.

—Sí, pero he buscado por todo el centro y nunca he visto nada semejante. Conozco a mucha gente por allí y nadie sabe nada.

—¿Quieres decir que tú nunca fuiste allí con Alba?

—¡Por supuesto que no! —dijo Janice—nunca quiso decir nada. Te juro que si vuelvo a ver a ese chico…

—¿Cómo era?

—Cabello castaño y muy guapo, pero nada que destacara mucho —alguien gritó su nombre y Janice volteó súbitamente—. Me tengo que ir. Si sabes algo avísame, no te preocupes, yo te cubro con tu madre. Pero solo una semana más Liz. Si Alba no aparece, llamo a la policía.

Asentí temerosa y salí de allí. El resto de la tarde la pasé recorriendo discotecas y bares. La mayoría estaban cerrados pero poco a poco empezó a anochecer y la ciudad despertó. Me dolían las piernas después de dos horas deambulando por las cuadras cercanas al Burger King pero ninguna tenía algo que pudiera interpretarse remotamente como CEL 20. Cuando volví a casa, mi madre aún no regresaba. Me di un baño caliente para relajarme y me quedé dormida antes de que pudiera pensar en algo más.

La ciudad de la luz (Profecías Supremas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora