Te encontré

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El día inició con una pelea con mi madre por el paradero de Alba.

—Si quieres decirme algo, dímelo de una vez —me pidió ella antes de que yo saliera de casa con la excusa de que iba tarde al trabajo—, si se ha escapado con un novio o algo así, lo aceptaré, es grande y tiene edad para saber lo que hace, pero quiero saber dónde está.

—Ya te he dicho lo que sé y ella está bien —grité mientras me lanzaba escaleras abajo.

El señor Hudson me dirigió una mirada curiosa al verme ingresar. Últimamente había estado llegando extrañamente puntual, y cada vez más temprano. El reloj indicaba que llegaba con media hora de anticipación. Sin embargo, no se metía en lo que no le concernía, por lo que no me hizo preguntas ni comentarios.

Mi mente seguía pensando en el encuentro de esa noche y tratando de decidir si era o no un sueño. La posibilidad de que Alba hubiera desaparecido me aterraba, así que me esforcé por no concentrarme en las palabras de la chica que no había visto, sino en la promesa del joven de cabello castaño.

A mediodía, el señor Hudson salió a atender unos asuntos personales y cerró la tienda, diciéndome que limpiara la cocina. Me tomé todo el tiempo necesario, barriendo al ritmo de la música. Dejé las bolsas de basura listas pero decidí almorzar primero. Me conformé con un sándwich, no quería ni imaginar cómo iba a ser el interrogatorio con mamá esa noche.

Terminé de comer, cogí las bolsas para sacarlas fuera pero me detuve cuando al abrir la puerta del rellano que daba a la salida, oí algo.

—¿…atar un par de cabos? —decía una voz.

Sonaba exactamente igual que uno de los matones que se agolpaban en las esquinas a punto de golpear a un niño pequeño. Sin embargo la voz que respondió era retadora.

—Lo mismo digo. Ahora vete de aquí antes que alguien venga a husmear.

—¿Como la última vez? —dijo la primera voz—. Me debes una por eso, la chica se quedó con ustedes. Ya no la he vuelto a ver por los alrededores.

—Y ya deberías saber que volver aquí es peligroso para ti.

Hubo un rápido movimiento y ruidos de lucha. Si seguían así terminarían por romper alguna de las ventanas de la parte trasera pero no quería salir a decirles que se fueran de allí. No me apetecía meterme en medio de una pelea callejera. Esperaba que el señor Hudson regresara en cualquier momento pero luego de diez segundos me convencí de que eso no pasaría. Me armé de valor y salí al trastero detrás de la tienda. Si pasaba algo, sería yo quien lo pagara y ser despedida no era tan terrible por no poder ganar dinero, sino por tener tiempo en el que mi madre podría preguntarme por Alba.

En cuanto abrí la puerta fue como si hubiera entrado a un mundo paralelo: los sonidos desaparecieron al instante, justo como había pasado esa noche. Una figura salió disparada a través del callejón tan rápido que solo fue un borrón. Sus pasos se perdieron al instante. Alguien más se deslizaba con cuidado para escapar.

Lo reconocí al instante: llevaba ropa normal pero el cabello rojo y la expresión asustada resultaban inconfundibles. ¡Era el mismo chico que había estado en  mi casa hace unas horas!

—¡Tú! —dije alargando mis manos hacia él, intentado cogerlo de la chaqueta para que no escapara. El pelirrojo abrió mucho los ojos, reconociéndome. Y, un segundo después, huyó— ¡Hey! ¡Regresa!

Salí tras él pero lo perdí antes de doblar la calle. Maldije tan fuerte que algunos chicos que fumaban en la esquina voltearon a mirarme.

Le pegué una patada al basurero más cercano con furia y volví a las bolsas de basura del trabajo. El señor Hudson apareció justo en ese momento. Se me escapó un resoplido exasperado.

La ciudad de la luz (Profecías Supremas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora