Alba

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Pasos enérgicos fuera de la habitación. Abrí los ojos al nuevo día y un segundo después mi madre ingresó en la habitación.

—Arriba ustedes dos. Levántense, es tarde.

Me desperecé en la cama mientras ella seguía gritando en medio del cuarto.

—Buenos días, mamá.

—Es jueves, ya sé que no tienen trabajo pero les toca ordenar la casa. Hoy hago turno doble.

En realidad solo era mi hermana, Alba, la que tenía libres los jueves pero el señor Hudson, el dueño de la cafetería donde atendía, decidió cerrar para poder dedicarse a algunas gestiones importantes.

Me froté los ojos y emergí entre un amasijo de sábanas.

—Danos un descanso—dijo Alba desde el otro extremo de la habitación.

—¿Por qué me hacen esto?—se quejó ella caminando hacia las ventanas—no se puede ni respirar aquí.

Inspiré con dificultad. El aire estaba bastante cargado. Si me concentraba, entendía su punto, aunque no me molestaba en absoluto.

—¡Mamá! Cierra esa cortina—se quejó Alba—. Me estás dejando ciega.

—¿Por qué no pueden soportar la luz del sol? ¿Se les ha dado por unirse a la moda del vampirismo?

Empezaba a adquirir el tono que había causado muchas veces que los vecinos vinieran a pedirle que los dejara dormir.

—Pero…—dijo Alba protegiéndose de la luz con el antebrazo. Yo empecé a parpadear rápidamente, me incorporé en la cama y busqué a tientas mis pantuflas.

—La luz del sol les hará bien, mata gérmenes.

—Y también nos da cáncer de piel.

Mi madre no encontró respuesta para aquello. Se paró muy digna en sus tacos y nos miró de manera autoritaria.

—Quiero esta casa brillante cuando regrese ¿entendido?

Ella es la clase de persona que detesta el desorden y la suciedad, lo cual resulta estresante para cualquier adolescente. Me resigné: también es del tipo que te cortará en pedacitos si no haces lo que dice.

—Sí, mamá—respondimos a coro.

Se fue dando un portazo.  Alba se levantó de su cama solo para poder cerrar las cortinas con un quejido.

—¿Tú crees que está en drogas?—preguntó frotándose los ojos con una expresión disgustada—vamos Liz, tenemos que dejar este lugar como si fueran a fotografiarlo para una puñetera revista de diseño de interiores.

————

Un ruido, el golpear rítmico de botas sobre el suelo y un rayo de luz que se coló cuando alguien entró por la ventana.

—¿Alba?

—Shh—dijo mi hermana—, duerme Liz.

No le hice caso. Me estiré como un gato y me senté en la cama.

La delgada figura de Alba corrió hacia el baño y cerró la puerta detrás de sí.

—¿Está todo bien? —susurré. Me volví hacia la ventana por la que había entrado, como si fuera a darme la respuesta. Pero solo hizo que me preocupara más. El sol ya había salido. Miré alarmada hacia el reloj sobre mi mesita de noche— ¿Las ocho de la mañana? Alba, abre. ¿Todo está en orden?

Ella se movía con rapidez dentro del baño. Oí que dos veces se le cayó un frasco y unos segundos después, el ruido de la ducha. Algo andaba mal. No es que Alba llegara de buen humor todas las noches, pero solía recostarse sobre su cama y preguntarme si había dormido bien antes de darse una ducha para quitar el penetrante olor que le dejaban sus salidas nocturnas.

La ciudad de la luz (Profecías Supremas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora