Historias de Lidhan

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Feried me hizo entrar en una sala muy extraña. Habíamos subido por un ascensor que no había visto y le dio al penúltimo botón.

Antes de entrar me tomó por los hombros y me hizo mirarlo.

—Quiero que entiendas que tu hermana no te contó sobre esto por algo.

Puse los ojos en blanco.

—No me importa si son agentes secretos de la CIA ¿vale? Quiero que recuperen a Alba, o a mi madre le dará un ataque.

Feried me miró con lástima.

—Lo estamos intentando todo, rastreando hasta el último resquicio, pero su caso es muy confuso. Su desaparición no se dio durante un ataque y ahora vienes tú a decirnos que ni siquiera se dio inmediatamente después de uno. Te avisaremos al instante si sabemos algo… y tú debes decirnos lo que sea que pueda ayudarnos. A veces, donde tú ves un simple detalle, nosotros vemos una pista.

—¿Quiénes se la han llevado?

—Digamos que un grupo contra el que luchamos desde hace mucho. Para efectos prácticos, son seres… diferentes —consideró un minuto qué más podía agregar—. La mayoría de ellos son delincuentes y pertenecen a mafias en los bajos mundos.

—¡Oh, por dios! —dije sintiendo un peso en el estómago— ¿nos pedirán un rescate? ¿Le están haciendo daño?

—Ni lo digas. Te lo repito, estamos haciendo todo lo posible. Alba es muy capaz, huirá de ser posible —me miró con una tristeza insondable y supe que comprendía por lo que estaba pasando—. Lo siento. Alba era una gran muchacha.

Feried sacó un móvil y marcó.

—Convoca una reunión —dijo rápidamente—, los quiero a todos en la sala.

Era un lugar bastante grande. Una mesa larga estaba en el centro, rodeada de sillas, como el directorio de una gran empresa.

Unos minutos después, dos chicos entraron en la estancia. Eran Andrew y su amigo de ojos oscuros. Me sorprendió ver al primero pero no pregunté nada.

—Buenas tardes, Feried —dijeron al unísono. Sonrieron burlonamente y clavaron sus ojos en mí.

—¿Se quedará después de todo? —dijo el otro.

Se colocaron a ambos lados de mi silla.

—¿Quiénes son ustedes? —pregunté con cautela.

Cruzaron una mirada entre sí.

—Podría ser… —dijo Andrew, el pelirrojo.

—Sería de mucha utilidad ¿no creen? —dijo Feried.

—Sakie debería estar aquí —opinó el chico de ojos negros—, tendría una idea.

—Sakie no es infalible —dijo Andrew— no es justo que intentemos forzar su don para cosas como esta.

—¿Me van a seguir ignorando? —interrumpí, fastidiada.

—Tal vez —dijo Andrew dedicándome una sonrisa juguetona—, sigue insistiendo y te mandaremos una tarjeta por navidad.

—Deja en paz a la chica, Andrew —le advirtió Feried— estos son Eric —el chico de ojos negros levantó la mano— y claro, Andrew.

—Ya nos conocíamos —dijo él sonriendo— aunque has interrumpido mi tarde familiar. —Iba a disculparme cuando me interrumpió—. No te preocupes, mi madre empieza a acostumbrarse. De todas formas, soy Andrew, me gustan las flechas y detesto el jugo de piña.

Lo miré confundida mientras el resto ponía los ojos en blanco.

—Estás perdiendo el toque —dijo Eric—, eso no ha tenido ni pizca de gracia.

La ciudad de la luz (Profecías Supremas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora