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____ hubiera deseado estar ya lejos del castillo para cuando llegase el día de la comida con los amigos de Harry. De todas las tareas que le habían encomendado, aquella era la que menos le gustaba. Ponerse al día en la rutina de la oficina, incluso trabajar con los caballos era una cosa, pero tener que pasar por novia de Harry... ¡eso era demasiado!

De todas formas, cuanto más protestase, más insistiría él, así que... si pretendía conseguir de él lo que quisiera, tendría que aprender a ser más sutil. Por esa razón no había vuelto a mencionar lo del Pico Blake. Si le demostraba estar interesada, nunca le contaría a historia, y también, por ese mismo motivo, había decidido tener mucho cuidado en no mostrar demasiado interés por el salón de baile.

En los dos días que llevaba en el castillo, había tomado montones de fotografías del interior, ya que, a pesar de la amenaza de Harry de pegarse a ella como una lapa, no había estado a su lado durante las veinticuatro horas del día, y había disfrutado de cada momento de su libertad al máximo. Había tomado la mayoría de las fotos la noche anterior, cuando se suponía que estaba ya dormida.

Había esperado en su dormitorio una media hora hasta estar segura de que Harry no pudiera molestarla. Habían cenado juntos en el suntuoso comedor, un acontecimiento totalmente imprevisto. Se había imaginado que iba a ser confinada a la cocina. Además, había sido una comida bastante civilizada, aunque Harry se había marchado antes del café.

-Tendrás que perdonarme -le había dicho cuando la señora Donnelly retiraba ya los platos del postre-. Voy que tomar el café en mi estudio. Hay algunos documentos que debo atender sin falta hoy.

-Trabaja demasiado -había comentado el ama de llaves al verle marchar-. Eso no puede ser bueno. A veces se encierra en ese despacho hasta la una o las dos de la madrugada.

«No hay descanso para los malvados», había pensado ____ con satisfacción, aliviada de haberse deshecho por fin de él, y había decidido aprovechar el momento.

Con su albornoz azul y la cámara bajo el brazo, se había escabullido de su habitación justo antes de la media noche. A esas horas no habría moros en la costa.

Primero había bajado las escaleras, tomando varias instantáneas desde allí y después, había gastado media película en el comedor. La maravillosa mesa de caoba con sus sillas Sheraton. El magnífico aparador. La porcelana de Sévres. ¡Tía Julia se volvería loca de alegría!

Y aún antes de volver a subir, había tomado también algunas fotos del recibidor, pero mientras caminaba hacia arriba, satisfecha de sí misma, no sospechaba la sorpresa que le aguardaba en lo alto de la escalera: el mismísimo Harry.

-¿Sonámbula? -preguntó con frialdad.

-Sólo estaba dando un paseo. No podía dormir, y he bajado a la cocina a beber algo -se apresuró a contestar, intentando ocultar la cámara a sus espaldas. Siempre cabía la posibilidad de que no la hubiese visto-. ¡Sí que te acuestas tarde! -Añadió, intentando parecer inocente-. ¿Pudiste terminar lo de esos documentos?

-Afortunadamente, sí.

-No es bueno trabajar hasta tan tarde -añadió; quizás apreciase su muestra de interés.

-Esta época del año es siempre muy ajetreada y hay cosas que no pueden esperar -Harry se apoyo contra la barandilla y se encogió de hombros-. Pero debo confesar que tengo ganas de irme a la cama.

-No me extraña. Debes estar agotado.

Y la verdad es que parecía bastante cansado. La barba le ensombrecía la barbilla y tenga algunas sombras alrededor de los ojos. Incluso el mechón de pelo que le caía sobre la frente parecía colgar un poco cansado.

Una SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora