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Era más de media noche cuando ____ se metió por fin en la cama, exhausta pero satisfecha. No había habido seducción, ni nada por el estilo, porque se habían pasado prácticamente toda la velada en la comisaría.

Al final, no habían abierto la botella de champán, pero sí que habían tomado un bocado en la comisaría. Harry había llamado al inspector directamente, sin intentar cambiar su opinión ni convencerla de que se quedase un día más.

-Muy bien -contestó-. Si eso es lo que quieres...

Y era lo que quería. En cuanto recuperó la serenidad, lo supo con toda certeza. Había estado a punto de dejarse arrastrar a un destino ignominioso cuando aquel recuerdo la había salvado.

«¡Me avergüenzo de ti, ____ Blake!», se reprendió.

El inspector no tardó más de veinte minutos en llegar después de la llamada de Harry, minutos que transcurrieron en un tenso silencio mientras picaban de un plato de pollo a la pimienta. Después, siguieron otros cuarenta minutos más o menos de preguntas hasta que el inspector dijo:

-Si no le importa, señorita Blake, creo que sería una buena idea que me acompañase a la comisaría. La descripción que me ha hecho de ese hombre me resulta familiar y me gustaría que echase un vistazo a nuestros libros de fotos.

-Claro -contestó ____, poniéndose en pie-. Cuando usted quiera.

-Voy con vosotros -intervino Harry-. La señorita Blake puede venir conmigo en mi coche, y así no tendrá que venir a traerla después. Y además, me gustaría estar presente.

Así que los tres se marcharon a comisaría, y aunque ____ y Harry hicieron un esfuerzo por comportarse con normalidad, la atmósfera entre ellos dos cambió tremendamente. Cada palabra que intercambiaban tenía un tono extraño y apenas se miraron el uno al otro a los ojos.

«Ya no puede esperar a que me vaya», se dijo ____. «Ahora que sabe que no va a haber seducción posible, no puede esperar a verme desaparecer. Pues por mí, no hay problema. Yo también estoy deseando marcharme. Gracias a Dios que recuperé la cordura a tiempo».

La identificación en la comisaría no pudo ir mejor. ____ fue mirando las fotos de los criminales atentamente. Todos eran del tipo físico que le había descrito al inspector, pero ninguno era el hombre que ella había visto. Al final, el inspector le entregó una que casi le hizo dar un brinco en la silla.

-¡Éste es! ¡Sin duda! Esos párpados gruesos y ese pelo pelirrojo. Éste es el hombre. ¡Lo reconocería en cualquier parte!

El inspector había sonreído satisfecho.

-Sí, eso pensaba yo también. Tenemos otros dos testigos que también lo vieron. Es un canalla con antecedentes de pirómano, aunque lo de mandar cartas a las víctimas es algo nuevo en él; por eso no le habíamos echado el lazo antes. Podía haberle enseñado antes esta fotografía, pero tenía que asegurarme de no estarle influyendo.

-No tenga miedo. Es él, sin duda.

-Bien hecho.

Harry, que había permanecido en silencio la mayor parte del tiempo, sonrió. Y sólo por un instante sus ojos se encontraron y ____ volvió a sentir su calor... y también una tremenda tristeza.

La sensación de pérdida era tan grande que le costó mucho desecharla.

Habían vuelto al castillo después de la media noche y, después de dejar el coche, habían atravesado el jardín en silencio, pero una vez dentro, Harry se había detenido un momento para preguntarle:

-¿Te apetece una taza de café o algo para comer? Le pedí a la señora Donnelly que dejase algo preparado por si acaso.

-No, creo que no, gracias.

Una SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora