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Y sin volverse a mirarla, subió las escaleras y se metió en su habitación.

____ se detuvo en seco.

-¿Lo dices de verdad? Porque si no, estoy demasiado cansada para chistes.

Harry sonrió, y los ojos le brillaron divertidos.

-¿Haría yo chistes con una cosa tan seria? -bromeó-. Tú ya me conoces,
____.

-Ése es precisamente el problema. En lo que a mí se refiere, estoy convencida de que eres capaz de gastar bromas sobre cualquier tema. Y, desde luego, eres también perfectamente capaz de engañarme.

-¿Engañarte? -repitió, sin dejar de sonreír-. Esta vez no pretendo engañar a nadie, te lo aseguro. Pero, puesto que has decidido volver a Londres, ya no tiene importancia, ¿no? Aunque es una pena -añadió-. Ya te he dicho que el salón de baile es sorprendente; merece la pena echarle un vistazo. Me aseguraré de que el dinero que te debo por el trabajo que has hecho esté encima de tu mesa para que puedas recogerlo antes de marcharte -y con una sonrisa un tanto tensa, añadió-: Y otra vez, gracias por tu ayuda de esta noche. Y que tengas buen viaje.

¡Menudo dilema!

Metida en la cama, ____ no hacía más que dar vueltas y más vueltas, consciente de que sería afortunada si conseguía dormir aunque fuese sólo un par de horas. ¿Debía irse o debía quedarse? ¿Qué pasaba con la promesa que le había hecho a Elliott? ¿Y con la que le había hecho a su tía Julia?

Sabía que debería quedarse para poder dar satisfacción a su tía, pero tenía miedo. La actitud de Harry le parecía de pronto como una especie de trampa.

«¿Qué clase de trampa?», se preguntó. «Te estás comportando como una idiota. No hay nada que temer».

Pero entonces empezó a pensar en Elliott... le había prometido a Elliott que volvería con él, y no le gustaría dejarle en la estacada.

Aunque, ¿no lo había hecho ya dejando que Harry la besara? ¿No lo hacía cada vez que miraba a Harry a la cara? Porque las cosas estaban llegando a aquel extremo: era incapaz de mirar a Harry sin experimentar una respuesta que la avergonzaba, porque no era más que una reacción física. No sentía nada por Harry. ¿Cómo iba a sentir algo por un hombre que solo estaba jugando con ella y que no era más que un donjuán?

Suspiró y cerró los ojos. ¿Por qué se empeñaba en racionalizar sus sentimientos, cuando lo único que sentía por Harry era una absurda atracción. Nada más. El único hombre por el que sentía algo profundo era Elliott, y en él debía estar pensando nada más. Lo último que quería en el mundo era hacerle daño o poner en peligro la relación que ya tenían.

«Y eso es lo que voy a hacer si me quedo», se dijo, atormentada. «Por eso debo marcharme, y cuanto antes, mejor».

Pero, ¿y la tía Julia y el salón de baile?

Al final, tomó una decisión: puso el despertador a las ocho y media, y en cuanto sonase, llamaría a Elliott al hotel, y dejaría que decidiese por ella.

-¿Has venido a recoger el dinero? El señor Styles me ha pedido que te diera esto -Penny sonrió con cierta tristeza al darle aquel sobre color crema-. A todos nos va a dar pena que te marches.

-Todavía no me voy.

____ sonrió. Se había pasado por la oficina porque había visto el coche de Penny, y no a recoger el dinero. Sólo quería decirle hola y preguntarle cuánto tiempo se iba a quedar. Ya se había imaginado que Penny vendría aquella mañana aunque fuese domingo, como simple gesto de apoyo moral tras el fuego de la noche anterior.

Una SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora