07: Visita nocturna

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Hace mucho tiempo que no me siento una completa inútil. Sé que todo ser humano tiene defectos, no somos seres perfectos ni dominamos cada ámbito existente y por haber, pero la única razón por la que alguien como yo podría sentirse inútil... es enfermar.

Yo NO enfermo.

Por años, viví con carencias. Con la llegada de nuevos hermanos y el despido de papá a lo largo de los años, nuestra economía bajó a niveles alarmantes y quien pagó los platos rotos fui yo. En casa fui la última en todo: en elegir, opinar, usar, salir, comer y hasta vivir. ¿Ropa nueva y sin agujeros? Nunca usé eso. ¿Comida caliente y preparada por el amor de mamá? Sólo consumía sobras, si es que tenía suerte. ¿Una cama donde refugiarme de los monstruos? Mi habitación consistía en un ático repleto de polvo y telarañas gigantes creadas por arañas venenosas o un sótano tenebroso, repleto de ratas y agua estancada que apenas me permite respirar, según cómo me comportara. ¿Cálida luz del sol bañando mi piel? Permanecí en oscuridad total hasta los ocho años, creo que nunca ví la luz del sol por ese tiempo. Mis padres se esforzaron para que no conociera nada del exterior, hasta que por un error una de las vecinas me vio escabullirme en la noche, para observar la luna, y al día siguiente preguntó por mí y la escuela a la que voy. De no ser por ella, no recibiría educación y tampoco habría conocido al gran astro en el cielo azul.

Volviendo al tema principal, aún con todas mis carencias nunca enfermé. Poco recuerdo si mamá me llevó a aplicar las vacunas más importantes, si fui algún dentista o si me dió sarampión como a todos los niños. Aún con la carencia de alimentos y un entorno seguro para que yo me desarrolle, nunca se vió comprometida mi salud. Ni un sarpullido, ni un dolor de muelas, ni una fiebre, ni un dolor estomacal. Nada. El degradado de mi audición es un tema aparte. Este ya era parte de mí cuando nací, se fue agravando con forme el paso del tiempo y hasta la fecha aún no la pierdo por completo, aún soy capaz de escuchar leves zumbidos si es que me concentro lo suficiente sin mis aparatos.

Por eso no entiendo qué me está sucediendo.

¿Por qué ahora?

— 39.2° de temperatura. —dijo Reiji–san, leyendo los números en el termómetro de mercurio. Está tan cercas de mí, que oír su voz me resulta molesto. Siento que mi cabeza va explotar. — ¿Cómo sucedió esto, Oshigiri–san?

Avergonzada por lo frío de su mirar, cubrí parte de mi rostro con las manos.

Yo también me pregunto eso, Reiji–san. ¿Cómo enfermé?

— La conozco, señorita. A pesar de ser un humano, y por consiguiente un ser puramente débil, no es de las personas que enferman por un insignificante descuido. —quise darle la razón, pero mi voz no salió. Eso él lo notó. — ¿Olvidó llevar abrigo al instituto? ¿Es débil a las bajas temperaturas?

— N-no...

Una tos repentina me atacó, provocando dolor en mi garganta. Es como si algo puntiagudo descendiera por mi garganta y volviera a subir, torturando me. ¿Tener fiebre indica tener tos de este calibre? Nunca he sentido algo similar, ni cuando termino por ahogarme con la comida en caso de descuido, así que no se nada más allá de lo teórico.

— Lo siento, Reiji–san... —intenté sentarme, para no tener que mirar hacia arriba todo el tiempo y él no se vea obligado a inclinarse por mí, pero la delicada mano de Komori–san me lo impidió y devolvió a la cama. — Nunca descuido... mi salud...

Tosí de nuevo, sin poder evitarlo. ¿Por qué siento que me falta el aire? Solo soy capaz de decir dos palabras, antes de sentir un dolor horrible en mi pecho que me impide continuar. Es igual o más doloroso que lo que siento al toser, casi no siento la diferencia. ¿Voy a morir?

Look at Me || Akatsuki No Yona + Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora