Capítulo 3

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A veces las personas no notan cuando están a punto de cometer un error. Vivimos sin darnos cuenta, sin saber si lo que hacemos es correcto, hasta que algo sucede y entonces somos conscientes de que la vida está llena de sorpresas.

Y vaya que te sorprendes cuando las cosas suceden de la nada. 

Cuando la puerta suena esa mañana, no me detengo a pensar y camino rápido hacia ella, para abrir. No quiero hacer esperar y, aunque sé que podría tratarse de algún vendedor ofreciéndome un paquete o producto que no comprare, el rostro de Zee es el único que llega a mi mente. Por algún motivo anhelo que se trate de él y eso me asusta.

-Sorpresa-. Grita tan pronto abro la puerta. Tardó en reaccionar.

- ¡Gulf, estas aquí!

-Por supuesto que si-. Ríe, dejando su maleta a un lado, para darme un fuerte abrazo.

-No esperaba verte, regresaste antes-. Me separo de él. Gulf me sonríe abiertamente.

-Vine directamente desde el aeropuerto. ¿Esperabas a alguien? -. Interroga, entrecerrando la mirada, viéndome de manera sospechosa.

-No, para nada. Solo estoy sorprendido de que estés aquí.

-Considérate afortunado. Ni Zee sabe que estoy aquí-. Mi amigo se abre pasó entre la puerta y yo, para ingresar a mi departamento-. Así podremos hablar tranquilamente-. Lo sigo hasta la sala, donde se sienta y palmea el lugar a lado de él-. Ahora cuéntame, ¿Qué fue lo que sucedió?

Suspiro profundamente y me dejo caer a su lado. No es necesario que pregunte dos veces. Le cuento todo y mientras lo hago, no puedo evitar llorar. Pero no me importa, porque esta vez Gulf, mi mejor amigo, está aquí para consolarme. Sin reprocharme nada. Ni siquiera el hecho de que no respondiera sus llamadas.

Con Gulf cerca, todo parecía regresar a la normalidad. 

(...)

Ha pasado más de una semana y las cosas siguen cambiado. Mi vida parece tomar nuevamente su rumbo; uno diferente. Donde Mean no pinta nunca más.

Es sábado por la mañana, cuando tocan a mi puerta. Debo decir que me sorprendo al abrir y encontrarme con la enorme sonrisa de Gulf, sosteniendo un par de bolsas a sus costados. Ni siquiera han dado las nueve y él esta despierto.

Gulf me saluda mientras camina hasta la encimera que divide la cocina del comedor y apenas asienta las bolsas en este, empieza a sacar distintos contenedores de comida. Simplemente le observo, curioso por saber sobre el contenido de estas. El olor es agradable conforme Gulf va abriendo cada contenedor y sin darme cuenta, de nuevo estoy pensando en Zee y en su deliciosa comida.

-Dime que no lo has cocinado tú-. Bromeo.

-Ja Ja-. Finge reírse-. Tranquilo, no morirás de envenenamiento. Lo he comprado.

El desayuno transcurre tranquilo, entre bromas y risas. Al terminar, retiro los platos, para dejarlos en el fregadero mientras Gulf sigue comiendo. Camino hasta la sala por el periódico y nuevamente regreso al comedor, para sentarme junto a él. Al mirarlo, recuerdo los viejos tiempo, cuando me quedaba a dormir en su casa o viceversa.

"Algunas cosas no cambian", pienso, mientras observo a mi amigo, retirar los frijoles rojos de su comida.

-Aun te comportas como un crio-. Suelto. El alza la mirada y sonríe ladinamente.

-Mira quien lo dice. El niño que finge ser un adulto-. Ataca, señalando el periódico que he tomado en mis manos.

-Tengo 22 años, soy un adulto-. Gulf solo es un año menor que yo, no hay gran diferencia; aunque su comportamiento es el de un adolescente.

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