10. La satélite Manoban.

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Se había acostado con su jefa.

Que clase de mal dorama era su vida ¿y ahora que? quedaba embarazada y la obligaba que se casara con élla, su brazo la sujetaba por la cintura.

Se levantó con cuidado, se metió a bañar y ahora mismo se veía las marcas rosas de su cuello justo donde estaban las anteriores, si hasta para morderla tenía gracia, la espalda baja estaba adolorida, para ser su primera experiencia sexual había estado tan explosiva y ardiente que no habían tomado el cuidado debido.

Si tan solo su omega se hubiera controlado, pero no podía solo echarle toda la culpa a la gato, ella no había puesto absolutamente nada de resistencia. No podía culparse tampoco, el look de la rubia la había dejado descolocada, élla no era la jefa amargadq de la oficina, si no una versión más doméstica y joven, de una chica despreocupada y guapa.

Élla se había ganado su confianza. Con ayuda de su padre por supuesto, le costaba admitir que había echo las cosas bien, aunque aún no le perdonaba que hubiese buscado su propia muerte, la forma en que su personalidad había cambiado después de esta era muy favorable, parecía más amable y hasta un tanto romántica, había dicho cosas muy dulces, todo eso había sido tan linda. Incluso en ese momento se sentía segura con élla allí.

La había besado, la había cuidado y la había acompañado, no se quería imaginar si al llegar a la ciudad la hubiese dejado por allí en cualquier lugar abandonada, su omega era muy fastidiosa y la quería muy cerca de élla. En conclusión ella había tomado la responsabilidad de ser la elegida de su omega.

Una jugada muy inteligente.

Solo tenía que ser racional y también tomar su rol, de eso se trataba por que por más que le gustase la idea de un enamoramiento instantáneo por parte de la rubia, estaba la realidad tediosa de ambas, el delicado equilibrio de su omega dependía ahora por completo de élla, ahora más después que haber echo el amor y por el otro lado élla necesitaba su sangre para vivir.

Se asomó en la puerta, élla estaba profundamente dormida, si parecía que era indefensa, pero luego sacaba sus colmillos y terminaba inyectandole una buena dosis de oxitocina, ronroneo al recordar su ardiente encuentro, había comenzado demasiado rápido pero había sido perfecto, aunque jamas lo admitiría en voz alta, si es que nada más faltaría que élla se jactara de haberle echo un favor para que la golpeara con su puño.

Salió y busco ropa, tenía que buscar trabajo esa mañana, así que se puso un pantalón de lino y una camisa formal, seco su cabello.

- Regresa a dormir aún es temprano.

El sonido de su voz le espantó el hilo de pensamiento donde estaba analizando su penosa situación económica.

- Sr. Manoban, que bueno que despierta, ya debe irse, levántese...

- ¿Por qué no regresas a la cama?

Jennie se volteó y apagó la secadora.

- Tengo que conseguir empleo y usted tiene que ir a la oficina o a su casa o al parque yo que sé, ande ya es tarde.

- Mmmm - élla se volvió a acomodar tapándose hasta la cabeza haciendo que la sabana le destapara las piernas y parte del trasero.

- Sr. Manoban, por favor levántese me tengo que ir ahora.

- ¿Dijiste que buscaras empleo? ¿Por qué no regresas conmigo ala oficina?

Jennie la miró con fastidio, porque élla se sentó tapando su trasero de su mirada y por imaginarse regresar a ese infierno, si tonta no era.

- No se ofenda, pero no gracias, prefiero que me atropelle un tren.

Jennie se río cuando sus labios se curvaron dándole un aspecto comestible, pues su torso estaba desnudo, su cara adormilada y su cabello despeinado.

MAGIC BLOOD [Jenlisa g!p]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora