IV

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Cabaña Altin

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Cabaña Altin.

Aquel pequeño interrogatorio lo había dejado intranquilo, nervioso, con miedo y lo peor es que no encontraba motivo por el cual se sentía así. Decidió tomar un té, pero el recordar la pregunta descarada de Víctor, provocaba cierta frustración en su pecho, aun recordaba las burlas que les hacían, aun recordaba el nerviosismo que sintieron al confirmar ellos mismos los rumores y jamás olvidaría el miedo que le provocó la reacción de señor Nikolai al escuchar los rumores.

El hombre de edad avanzada grito al escuchar que su nieto tal vez era gay, maldijo y agredió a cualquiera que se atreviera a hablar así de su nieto, la persona más valiosa de su vida. Ese era el motivo por el cual todos habían decidido no mencionar el tema y sobre todo dejar limpia la memoria del chico para no afectar a su abuelo.

Estando nuevamente en ese lugar, se propuso a si mismo tal vez recordar uno de sus viejos hobbies, tomo su libreta y lápiz para subir al tejado de la cabaña. Observo tranquilamente el paisaje del lugar por unos minutos, decidiendo que podría plasmar en su hoja, sin embargo su vista fue capturada por la pequeña y algo lejana cabaña.

Noto con obviedad que la cabaña lucia vieja, descolorida, descuidada... pero todo eso quedo fuera cuando noto como en una de las pequeñas ventanas de la cabaña se notaba una silueta, parecía ser solo una mancha oscura detrás del vidrio y al verla fijamente poco a poco iba tornándose una silueta delgada...

Por alguna extraña razón se sintió tranquilo al ver aquella silueta, motivo por el cual tomo su lápiz y se dispuso a retratar aquella ventana. El tiempo paso, dándole un cielo rojizo provocado por el atardecer, miro su dibujo finalizado y suspiro satisfecho, también miro hacia la ventana para poder comparar su dibujo con la vista, notando que la ventana estaba vacía y dándose cuenta que la silueta que dibujo era muy familiar para él.

25 de julio. 07:23 p.m.

El día se sentía más frio de costumbre, por eso aquel café lucia acogedor mientras recibía a cualquiera que quisiera un lugar cálido y Víctor fue uno de los que buscaba sentirse cálido. Entro escuchando la pequeña campanita del lugar, el bullicio de la gente era mínimo, por el cual había una risa que destacaba en el lugar, pero no encontraba al dueño de aquel sonido que fue una música tranquila para sus oídos.

Eligio una mesa alejada de la gente para poder así esparcir todo su papeleo de trabajo en lo que esperaba a que tomaran su orden y eso no tardo mucho, a los pocos minutos un hombre joven se acercó tímidamente pero dándole una de las sonrisas más deslumbrantes del lugar.

―Buenas noches. ―pronuncio el chico, subiendo sus lentes de forma tímida mientras le entregaba la carta.

Víctor respondió el saludo mientras le dedicaba una sonrisa, notando como el chico se ponía aún más nervioso. Hizo su pedido y mientras comía revisaba a detalle el caso, pronto observo en una de las hojas un rostro familiar.

El Caso PlisetskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora