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Lunes 15 de Julio. 09:15 a.m.

Estaciono su carro cerca de la puerta, bajando sus cosas y caminando a la puerta, asegurándose de activar la alarma del carro. Ya no recordaba mucho del interior de aquella cabaña pero estaba muy descuidada, se supone que su padre de vez en cuando venía a limpiarla, pero lo más seguro es que ni le importara, siempre fue así.

Suspiro pesado por el gran trabajo que haría, pero era mejor apurarse, acabar de una vez por todas con eso y largarse de ahí. Comenzó por destapar los muebles y acomodarlos después de sacudirlos un poco, todo iba bien hasta que escucho pasos en el patio trasero.

El acceso a esa parte era algo difícil, así la forma cómoda de llegar ahí era atravesar la cabaña por la puerta principal hasta llegar a la sala con el gran ventanal de puertas corredizas, así que de inmediato fue a revisar, el atardecer ya se estaba oscureciendo y los nervios provocaban que se sintiera observado.

Salió al patio trasero, revisando incluso detrás de los arbustos, solo mirando a lo lejos la cabaña más cercana y definitivamente no quería saber nada de ese lugar, así que regreso a la a dentro asegurándose de cerrar bien las puertas corredizas y la cortina. Subió a la planta alta, escuchando el ligero crujir de las escaleras, comenzó a limpiar la habitación principal para poder instalarse ahí.

El tiempo se le paso rápido y pronto eran pasado de las once, bajo despacio las escaleras, escuchando algo que lo alerto de inmediato; pasos rápidos nuevamente en el patio trasero. Escuchaba como las ramas y arbustos crujían al ser atravesados o pisado, nuevamente su pulso se aceleró.

Camino rápido al gran ventanal, pero dudo en asomarse, pensando tal vez que se trataba de un animal.

Su teléfono sonó, sacándolo bruscamente de sus pensamientos, provocando que respondiera sin mirar siquiera de quien se trataba.

¿Ota? ―escucho la voz familiar de su compañero de escuela. ―¿Qué tal va lo de la cabaña? Tengo a un familiar que está interesado en visitarla para comprarla.

―Va bien, necesita algunos arreglos pero nada de mayor importancia. ―Respondió, mientras caminaba para asegurarse nuevamente que todo estuviera cerrado y aprovechando para encender las luces exteriores, escuchando atento la plática de su amigo.

¿Crees estar bien con estar ahí? ―pregunto su amigo, sonando un poco más serio al saber de qué estaba hablando. ―Puedo pedir algunos días para ir contigo y así ayudarte con la cabaña, sé que debe ser difícil estar ahí, donde ocurrió la desaparición del chico...

―Estaré bien ¿sí? ―interrumpió, llevando su mando desocupada hacia su nuca, lo menos que quería estando en ese lugar era mencionar el tema ―no necesito compañía, solo serán unas cuantas semanas, de verdad, estaré bien.

El Caso PlisetskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora