Cinco

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24 de diciembre de 1947

Jaehyun había dejado de creer en la navidad y en todo aquello que se pudiera creer. Bueno, la verdad era muy parecida, pero no resultaba ser así del todo. Él se había negado a volver a creer, porque se había cansado de arrodillarse y rogar por su único deseo latente.

Jaehyun se había autoconvencido que era incapaz de celebrar tal cosa, cuando dentro de sí solo se manifestaba la más grande guerra que hubo existido jamás. Una guerra aún más espantosa que la guerra exterior, la que ocurría allá afuera. Eran explosiones que demolían cada pequeña cosa que construyó en sí mismo. Solo quedaba la desolación, la tristeza y el hambre voraz que únicamente podría dejar la post-guerra. Todo esto ocurriendo a la vez en su interior. Un constante bombardeo, donde luego proseguía el silencio y las lágrimas.

La celebración estaba en cada esquina. Las calles repletas de adornos, los escaparates de las tiendas exhibiendo su mercancía de mejor calidad con precios rebajados y la sonrisa imborrable en el rostro de los transeúntes, como si una guerra real no estuviera carcomiéndolos por dentro, como si celebrar aquel día fuera la única esperanza de la cual se aferraban para no perder la cordura. Jaehyun de seguro la había perdido, porque ya no tenía a nada que aferrarse.

Los paseos en la playa ya no eran tan efectivos como al principio. La terapia de la sensación de la arena en la planta de sus pies y el olor del salitre golpeando contra su rostro ya no adormecían el fuego abrasador que amenazaba con incendiar su cuerpo entero.

Y entonces fue que lo vio. Sentado en las escaleras de madera justo frente a la casa. Vistiendo el mismo uniforme que llevaba hace casi tres años la mañana en la que se fue. Era como una visión, como si el sol le regalara una percepción que no era real.

En primera instancia, pensó que su mente le estaba jugando una mala broma. Pero la imagen frente a sus ojos seguía intacta, pese a los incontables parpadeos. Su corazón le brincó un latido o tal vez se había detenido por completo, todavía no lo sabía con seguridad.

Johnny estaba allí, justo frente a él, solo a varios metros de distancia. Sus piernas reaccionaron antes de que su cabeza les diera el mandato, echándose a correr hasta el otro lado de la playa, hasta donde Johnny estaba. No supo en qué momento las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, hasta que degustó el sabor salado en su paladar.

Su mente no podía procesar otro pensamiento.

Johnny. Johnny. Johnny.

Su cabello lucía más largo de lo habitual. Las facciones parecían más serias y duras de lo que Jaehyun las había visto jamás, pero había dulzura en aquellos ojos que le miraban fijamente correr hacia él desde el otro lado de la playa. Jaehyun solo pensaba en abrazarlo y volver a derretirse entre sus brazos y sumergirse en la miel que abundaba en los ojos de Johnny.

Cuando lo tuvo de frente, solo supo enrollar sus brazos tras su nuca y hundir el rostro en el hueco de su cuello. Ansiaba volver a olerlo, aunque no había rastro de la fragancia de lavanda ni el aroma del café que tanto lo distinguía. Pero no le importaba, porque Johnny estaba en casa.

Johnny había vuelto. El único deseo de Jaehyun se había hecho realidad al fin y, junto con esa realización, vino atado otro pensamiento: quizá ya era tiempo de volver a creer.

vacío | johnjaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora