Seis

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25 de diciembre de 1947

Tan pronto Jaehyun abrió los ojos en la mañana, una sonrisa se desplegó de sus labios. Su rostro ardía con locura, como si fuegos artificiales hubieran explotado dentro de su piel. Habían demasidas emociones navegando dentro de su cuerpo, no sabía con exactitud cómo reaccionar ante ellas.

Johnny no estaba en la cama, solo quedaban las sábanas arrugadas. Y, de un momento a otro, sintió miedo. ¿Y si nada de lo que creía había sucedido en realidad? ¿Y si, de alguna forma, su cerebro había logrado engañarlo, envolviéndolo en una telaraña de mentiras que todos los días Jaehyun rogaba que se convirtieran en realidad?

Tenía miedo a salir de la cama. No quería comprobar si era cierto o no porque, si llegaba a descubrir que todo fue creado por sí mismo, estaba seguro que sería lo último que le haría soltar de una vez por todas el hilo que mantenía su cordura.

Entonces, el olor del café le golpeó el rostro como una ola tibia, como las aguas del verano que solo provocan risas y felicidad, y Johnny asomó su cabeza desde la puerta de la habitación. Sostenía entre sus dedos su taza de café, la taza verde oliva que Jaehyun jamás se atrevió sacar del gabinete, ni siquiera para lavarla. Era de Johnny y solo de él. Volvería a tener uso cuando él regresara. Y ahora estaba allí, llena de café humeante y con su dueño agarrándola fuerte por ambos lados.

La sensación que le llenó y Jaehyun sintió trepándole por la garganta, lo dejó sin habla. De nuevo quería llorar, pero esta vez estaba muy lejos de ser a causa de la tristeza. Por mucho tiempo la casa había estado fría, silnciosa, vacía. No encontraba ningún atisbo de tibieza que le permitiera llamarle hogar.

Hoy era distinto. Por primera vez, en casi tres años, era distinto.

—Buenos días —fueron las primeras palabras que Jaehyun escuchó al despertar y las reconoció como el remedio que alivió la angustia que le estaba carcomiendo por dentro.

No pudo evitar sonreír y responderle de igual manera los buenos días. Quizá le tomaría tiempo sanar por entero, pero al menos Jaehyun ya no tenía miedo a pisar fuera de su cama.

vacío | johnjaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora