Capítulo 2: Partida hacia Tirion

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Tirion. Aquella hermosa ciudad bañada continuamente por la resplandeciente luz del Sol y cuyos edificios y escaleras, hechos de mágico y puro cristal, parecían transportarte a un sueño de fantasía.

Aquel era el destino de Rossewen, quién a pesar de las ansias por la nueva misión encomendada, se mantenía cautelosa ante aquella atrayente ciudad desconocida.

Sin embargo, parecía que una fuerza sobrecogedora se había adueñado de su ser, y su corazón ansiaba responder con un sí definitivo ante aquella invisble petición; como si, alguien desde el extremo opuesto, quisiera atraparla entre sus brazos para jamás dejarla marchar.

Absorta por aquellas misteriosa pero gozosa sensación, Rossewen no se percató de que alguien se acercaba a paso rápido hacia ella.

— ¡Rossie! —la voz de Gladhrion resonó en sus oídos y la Elfa se tornó hacia él como acto reflejo—. ¡No te vayas!, ¡No quiero que te vayas, Rossie! —el pequeño Elfo rubio se agarró fuertemente a la tela de las vestiduras de su hermana mientras abundantes lágrimas de pura tristeza resbalaban por sus sonrosadas mejillas.

Rossewen no alcanzaba a entender aquella situación.

"¿Es qué acaso viajaría ella sola, dejando atrás a todos sus seres queridos?"

Aquel oscuro pensamiento se vio respaldado cuando, Alagion y Mírdholen hicieron presencia en la sala con pesar en su mirada, y terminaron confirmando sus más temidas sospechas.

Rossewen, cuyas manos reposaban suavemente sobre la cabellera platina de su hermano, quién no cesaba su llanto abrazado a las piernas de la joven, se vio incapaz de articular palabra y leves gestos inconscientes de negación sacudían su cabeza.

Ada... —fue la única palabra que se atrevió a salir de sus labios al tiempo que sus orbes verdes oscuros se clavaban sobre el rostro del mayor, el cual tan solo se atrevió a suspirar pesadamente dejando ver la amargura que lo ensombrecía.

— Rossewen, si por mí fuera ni siquiera tú pondrías un pie fuera de estas tierras... —el tono grave de la voz de Alagion recargó más el pesado ambiente—. Te esperan peligros, iellig nîn*, y por supuesto que no los enfrentarás sola, yo iré contigo hasta donde el destino me lo permita... Pero ellos no —expresó señalando a su mujer y luego al pequeño Gladhrion—. No podemos exponerlos a un peligro ajeno a sus vidas, Rossewen, debes entenderlo...

Los ojos de la joven Elfa pasaron de su padre al rostro apenado de su madrastra y siguieron hasta detenerse en el de su amado hermanito.
Sabía que su padre no carecía de razón. Si la misión le había sido encomendada a ella, no se opondría a la voluntad de los reyes, a pesar de que aún no estaba segura del por qué de su elección; pero los peligros que conllevaba no serían leves, y no estaba dispuesta a exponer a su familia ante tales desdichas.
Jamás se perdonaría si, por su egoísmo de tenerlos siempre consigo, sufrieran algún irremediable percance. Jamás.

Rossewen se inclinó hasta quedar a la altura de Gladhrion. Limpió las lágrimas del pequeño suavemente con sus dedos y posó sus labios sobre su mejilla izquierda al mismo tiempo que lo abrazaba fuertemente.

— Debo irme por un tiempo, pero te prometo que antes de que puedas darte cuenta estaré aquí de vuelta —la joven, luchando porque sus lágrimas no salieran de sus ojos, le dedicó una amorosa y sincera sonrisa al rubio Elfo—. Y te prometo que nos pasaremos el día en la pradera, incluso si quieres, también en el bosque —a pesar de la tristeza, Rossewen pudo apreciar un pequeño atisbo de ilusión en los hermosos ojos azules de su hermano.

— ¿Podremos dormir algún día entre las ramas de los árboles, Rossie? —la apenas audible voz de Gladhrion hizo que una punzada de dolor se clavara en el corazón de la joven, pero esta continuó sonriendo mientras asentía con la cabeza.

My Heart Belongs to You | MaedhrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora