Capítulo 3: La constelación de Silinde

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Cuando los rayos del Sol apenas alcanzaban a alumbrar los primeros tramos de tierra, Rossewen y Alagion ya estaban de nuevo en camino hacia las costas. Apenas habían descansado las dos noches siguientes a su partida, pero su destino les aguardaba y no podían permitirse perder el tiempo.

Los ropajes amarronados oscuros de Alagion, quién iba en cabeza, resplandecían con la brillante y cálida luz de la mañana y su capa gris, a diferencia de la azul de su hija, ondulaba ligeramente por la brisa.

— ¿No te resulta extraño? —la inesperada pregunta de Rossewen le sobresaltó y giró levemente su cabeza hacia atrás para darle una respuesta.

— ¿A qué te refieres? —el Elfo ya se hacía una idea sobre lo que tanto inquietaba a su hija, mas prefirió escuchar su respuesta antes de dar paso a la conversación.

— Doriath siempre ha estado cerrado a los males ajenos, padre. Elu Thingol y Melian nos han tenido guarecidos en una burbuja de seguridad dese que tengo memoria... ¿Por qué ahora?, ¿Por qué atender estos asuntos que, seguramente, no llegarían a causar mal mayor que quebraderos de cabeza a los habitantes de Doriath?... ¿Por qué nosotros, Ada? —la joven apretó las riendas de su caballo mientras se mordía el labio inferior. Era una de las acciones que la caracterizaba cuando se encontraba angustiada, perdida en un mar de pensamientos incontrolables.

Al escuchar las palabras de su hija, Alagion detuvo definitivamente a su cabalgadura y lo dirigió hasta quedar frente a frente con la joven.
Fue en ese momento, en el que los ojos verdes oscuros de ambos se encontraron, que Rossewen supo que su padre ocultaba una verdad; una verdad que él no estaba dispuesto a revelarle, quizá por dolor o puede que por su propia protección. Sintió una dolorosa punzada en lo más hondo de su alma, ya no tanto por la mentira de su padre, sino porque tenía la certeza de que aquello que tanto guardaba Alagion con celoso recelo, la concernía hasta tal punto que, si llegaran a arrebatárselo del todo, su vida se iría con ello.

— Rossewen, compréndelo, no se trata de ser tú o ser yo, sino de prestar un bien mayor —las palabras del Elfo no consiguieron aplacar la angustia que la joven sentía—. Yo soy el primero que se opuso a esto. No deseaba de ningún modo que te vieras expuesta a esto —ahí estaba la clave. Rossewen habría apostado su cuello a que la razón por la que su padre no quería que se viera envuelta en aquel asunto no era el acuciante peligro que aguardaba. Había algo más—. Pero aquí nos encontramos y no hay vuelta atrás, lo mejor es no llenarse la cabeza con preguntas sin respuesta y dejarla libre para los asuntos más importantes...

"Mis preguntas sí tienes respuesta, atar*, y tú puedes dármelas"

Aquel pensamiento cruzó velozmente por la mente de la Elfa, pero prefirió dejarlo estar y mantenerlo guardado para sí. No era momento de hablar de ello. No ahora.

— Tienes razón, Ada, perdóname —se disculpó más por cortesía que por puro sentimiento.

Alagion esbozó una media sonrisa y volvió su caballo al frente.

— Aligeremos el paso, no deberíamos retrasarnos en nuestra llegada a las costas, Tirion nos aguarda —habló francamente el Elfo dirigiendo ya a su montura.

Rossewen tan solo asintió, miró el anillo que su hermano Gladhrion le había regalado antes de su partida y un largo suspiro escapó de sus labios.

Con su caballo al trote a pocos metros por detrás del de su progenitor, la joven Elfa no pudo evitar fijar su vista en los oscurecidos cabellos del mayor, tan diferentes a los suyos, los cuales heredó de su madre. En compensación, el verde oscuro que adornaba el iris de sus curiosos orbes, era exactamente igual al de Alagion, misterioso y profundo a la vez.
Rossewen quedó asombrada por el hecho de cerciorarse de lo mucho que se asemejaba a su progenitor en algunos casos y lo mucho que distanciaba de ser como él en otros tantos, sacando así el temperamento de Amdirhel, su naneth*.

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2020 ⏰

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