3.- Amnesia

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— Kuroro, te extraño tanto — lamentaba Kurapika mirando la silla vacía de su pequeña mesa para dos, el dolor al contrario de desvanecerse cada día se volvía más fuerte, los días de luto habían terminado, fueron 10 largos días sufriendo la pérdida de su amado del cual no volvió a saber nada.

Kurapika había quedado viudo y solo, el simple inicio del verdadero infierno que estaba guardado para él, perder a Kuroro era su peor castigo, pero para Leorio era simplemente la punta del iceberg de dolor y sufrimiento que le tenía preparado a su amado rubio.

— Te amo, Kurapika, eres mío pero pagarás caro no haberme elegido a mí, cuanto más ames a ese imbécil será el tamaño del castigo que recibirás por no amarme a mi, tendrás que aceptarme aunque tenga que obligarte, o matarte. — decía Leorio mientras se dirigía en su auto a casa de Kurapika, su locura y obsesión parecían crecer día con día.

— Bienvenido al Genn'ei Ryodan joven perdido, siéntete como en casa — dijo el chico más joven del grupo — me llamo Shalnark y es un gusto tenerte por aquí.

Kuroro estaba impresionado de lo bien hechas que estaban aquellas casitas de madera y lo buena que era la gente del lugar. Hasta le hubiera gustado ser parte de ellos.

— Este lugar está alejado de toda población, nosotros cosechamos nuestra propia comida y vivimos alejados del resto del mundo, todos somos como una pequeña familia. — explicó Pakunoda entregándole una de las manzanas que había recogido.

— Y yo... ¿cómo llegué aquí? — preguntó de forma inmediata, quería obtener un poco de información sobre su llegada.

— Esperaba que tú me lo dijeras, estabas al borde de la muerte cuando te encontré — explicó Uvog que estaba sentado sobre una silla hecha con piel de oso.

— Al borde de la muerte... ¿quién soy? — Kuroro no tenía ni un sólo recuerdo de su pasado, estaba confundido, tenía visiones borrosas, sus últimos recuerdos eran fuego, llamas, un ruido estruendoso y mucho humo negro.

— Recupérate primero, te ayudaremos sólo con una condición — dijo Paku sentándose a su lado.

— Claro, ¿qué condición? — preguntó Kuroro.

— No le reveles a nadie sobre nuestra ubicación, si lo haces, te matamos — dijo el integrante más agresivo del grupo.

— Feitan, tenías que ser tú — dijo Machi con ironía al escucharlo entrar.

— No asusten al nuevo — dijo Shalnark con simpatía — somos pocos aquí como para matar a cada persona que nos visite, bueno, aunque está no es una visita, caíste como del cielo.

— La verdad sí, se ve que llegaste rodando por la montaña — se burló Phinks, el guardián de los terrenos.

— Lamento haberles causado este inconveniente y agradezco que me acepten — Kuroro no podía recordar quién era pero aún sabía cómo comportarse frente a otras personas por respeto — haré lo posible por recordar, siento la necesidad de hacerlo, como si tuviera algo importante que hacer y mi memoria depende de eso.

— Descansa, te quedarás a compartir casa con mi hermana Pakunoda — dijo Uvog — espero que no te moleste.

— No lo creo — dijo Kuroro un poco extrañado.

— No te decía a ti, le decía a ella. — aclaró Uvog señalando a Paku con la mirada.

— Sé cuidarme sola, además confío en él, tengo el extraño sentimiento de que puedo confiar, me haré cargo de sus heridas. — dicho esto, todos volvieron a su trabajo de limpiar los terrenos dañados dejando que los días y los buenos cuidados sanaran las heridas de Kuroro.

ERES MIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora