9.- Abuso

704 67 30
                                    

Advertencia: Este capítulo contiene violencia sexual que puede desagradar al público sensible. Si no toleras dicho tema, por favor, pasa al siguiente capítulo.

••••••••••••••••

— ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? aún no terminamos la investigación, falta encontrar a ese tal pastelero, no te rindas ahora. — dijo Shalnark tratando de convencer a Kuroro que parecía cerrarse en sus pensamientos.

— No hay nadie a quién buscar, Kurapika lo hizo. — contestó en un tono lleno de dolor y odio.

— Explicanos entonces, ¿porqué lo haría? — dijo Feitan tratando de entender la manera de razonar de Kuroro.

— No lo sé, pero él trabaja en un restaurante, es encargado del área de postres, se ha dedicado a eso durante años, es el único que me podría hacer daño, talvez no fuí un buen esposo para él después de todo... — justificaba el azabache resignándose a su amargo presente.

— ¿Crees que quiso matarte sólo porque no eres un buen esposo para él? ¿eres imbécil? — Phinks estaba realmente desconcertado con las respuestas que Kuroro les daba, simplemente no podía creer lo que decía.

— Quizás... sólo... ya dejémoslo así, si Kurapika no quiere saber nada de mi, entonces le daré el placer de no volver a verme. — de nuevo aquella resignación.

— Oh amigo, respeto tu opinión pero... — Phinks trataba de evitar meterse en el asunto pero era imposible — ¡pero no la respeto! eres un idiota, ¡¿como se te ocurre semejante estupidez?!

— Phinks, ya basta. — ordenó Uvogin. — Kuroro es el único que sabe lo que está pasando y tendrá sus razones para decidir eso, así que déjenlo tranquilo.

— Bien, como sea, volvamos a casa. — Ahora Phinks estaba inconforme pero no le quedaba de otra más que hacer caso y dejar que Kuroro pensará como quisiera.

Ninguno de ellos entendía lo que pasaba por la mente de Lucilfer, esperaban que con los días razonara y regresaran a seguir con la investigación pero de momento ese hombre estaba decaído, rendido, sumido en sus pensamientos negativos sin saber que la persona que más amaba estaba en un inevitable peligro.

Era tarde, 6:30 pm en aquella ciudad, las colinas son lugares de alta privacidad, la mayoría de la gente que vive allí tienen vidas aisladas de la clásica vida urbana, a pesar de vivir en un lugar tan apartado de la ciudad, Kurapika no dejó de hacer amigos y convivir con sus vecinos.

Si no fuera por eso, talvez Senritsu no estaría tratando de llamar a la policía para conseguirle ayuda, pero la maldad de Leorio ya estaba más allá de lo que Sentitsu pudiera hacer, ya además de un psicópata, aquél hombre tenía una inteligencia poco conocida.

Intuyó de inmediato que aquella chica no le había creído su mentira y se encargó de dejar inútiles todas las señales de luz dañando el sistema eléctrico de la zona, el lugar era tan amplio que a Senritsu le tomaría al menos una hora o dos llegar a la ciudad para llamar a la central de electricidad o a los servicios de emergencia. Desventajas de vivir en la cima de una colina residencial.

Todo daba lugar a un espectáculo lleno de emociones para ese hombre.

— Lo siento, Kurapika. Ya no pudiste esperar más, estabas clamando por mi, ¿no? — entre suspiros y caricias al rostro y hombros del rubio susurraba frases que siempre quiso decirle, lo mucho que lo deseaba de manera obsesiva, las ganas de poseer y ser el único dueño de su vida. — Ya verás, te voy a convertir en mi objeto, serás lo que yo quiera porque siempre fuiste mío, absolutamente mío.

Leorio iba a disfrutar cada segundo, había esperado varios años formando cientos de fantasías sexuales en su cabeza, unas más descabelladas que otras, deseaba poder hacerlas realidad todas y cada una de ellas.

— Te voy a poseer de tantas maneras que hasta tú mismo llevarás marcado en la conciencia a quién perteneces, tu mente también será mía, un día, tú mismo dirás, "le pertenezco a él, pertenezco a Leorio, mi amor, Leorio" — dicho aquello el moreno no esperó más y manoseo con descaro los genitales expuestos de su trofeo personal, propasándose como deseaba, lamiendo, besando y mordiendo su piel sin detenerse, adueñándose salvajemente de su boca, metiendo su lengua para explorar aquella cavidad, abusando de cada parte de su cuerpo.

Kurapika que era tan sólo una víctima del sueño forzado estaba teniendo pesadillas debido a las sensaciones ajenas que sentía tan reales, con la imposibilidad de despertar. Estaba atrapado entre la realidad y el sueño.

Leorio se deleitaba al jugar con los suaves pezones claros y sensibles, estaba tan maravillado de la perfecta y envidiable piel del rubio, esa piel que cuidaba con desvelo para Kuroro... Kuroro... su nombre resonó en su cabeza como una bala en el cráneo.

Se dijo así mismo que esa piel sólo debería pertenecerle a él. Ese repentino acto impulsivo lo llevó a morder con tanta fuerza que dejó sangrando su tetilla izquierda y por alguna razón aquello le causó mucha satisfacción, poder lastimar esa piel tan perfecta, sería el primero que pudiera destrozar a Kurapika como nadie lo había hecho.

Cuando sintió que su miembro estaba demasiado duro, se desnudó completamente y puso al rubio boca abajo levantando su trasero para prepararlo con su propia lengua hasta dejar su saliva en toda la zona, sin más, tomó su miembro virgen que había estado esperando especialmente para penetrarlo, a pesar de eso, era lo suficientemente grande para dañar al receptor que poseía una entrada tan estrecha.

Kurapika no sólo tenía pesadillas, sufría en ellas, sentía un inevitable dolor que poco a poco lo hacía ver borrosos sus sueños, pero le era imposible despertar, lo intentaba y estaba atrapado. El dolor físico de sus pesadillas era tan real que parecía morirse, como si lo desmembraran vivo.

Leorio disfrutaba lujuriosamente de penetrar hasta el fondo sin intención de parar, cada segundo dentro de Kurapika lo hacía desearlo más, dominar por completo y en todas las posiciones posibles.

Masturbaba el miembro de Kurapika a la par que lo penetraba, lamía su espalda y jalaba de sus cabellos rubios  para abrirse paso dentro de él.

Tenerlo a su merced era un manjar para reyes.

Se acercaba a propósito a su oído cuando cambiaba de posición y le decía más cosas obscenas, lo trataba como un objeto sexual, un juguete sin voluntad de hacer nada.

Llenó su interior 2 veces después de 2 horas, abriendo sus piernas tomó varias fotografías de su cuerpo desnudo y maltratado para llevarlas con él cada minuto que no pudiera estar a su lado por cualquier razón.

Besó finalmente el cuello del desafortunado rubio y esperó con paciencia a que despertara para ser el espectador principal de su reacción.

Leorio creía que había hecho el amor con Kurapika, pero no estaba más lejos de la horrenda realidad.

— ¡Señorita! ¡auxilio! ¡necesito ayuda! ¡por favor! — entró gritando Senritsu apenas con un poco de aire tras correr desde su auto hasta las oficinas de policía.

— ¿En qué puedo ayudarle? — preguntó una secretaria que se pintaba las uñas sobre el escritorio.

— Hay una emergencia cerca de mi casa, no tengo ninguna conexión eléctrica ni señal en mi móvil.

— Vaya al teléfono y marque a la comisión estatal, también puede poner su queja en el buzón y esperar respuesta, esto puede tardar de dos a tres días.

— ¡No necesito nada de eso! ¡tengo que denunciar al amigo de mi vecino!

— ¿Es sobre asuntos de la comunidad? Por favor llene este formulario de denuncia y lo procesaremos a más tardar en 2 semanas.

— Dios mío... ¡no es posible que sean tan inútiles!

ERES MIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora