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— Oye, amigo, me siento bastante mal, ¿sabes? Kuroro era buen tipo y lo que hicimos fue demasiado. — Mizaistom, el compañero del área de postres de Leorio empezaba a mostrar culpa tras haber perpetuado aquel atentado contra la vida del esposo de Kurapika, tras días de callarlo la inseguridad y el miedo a que las investigaciones dieran con él creyó que lo mejor sería confesar, sin embargo, ni el mismo pastelero tenía idea del tipo de psicópata que era Leorio. 

— Tú te atreves a delatarme con alguien y tendrás el mismo destino que ese imbécil, así que olvídate del asunto y piérdete de mi vista.  — Leorio simplemente no le tomaba importancia a las consecuencias de sus actos, estaba convencido de que no darían con él, que jamás se sabría la verdad ya que había disuadido a las autoridades para que no avanzarán el caso como debían, tenía las cosas controladas dentro de su punto de vista.

— Como digas. — contestó simplemente su cómplice, Mizaistom había preparado el pastel y lo puso en una caja para después entregarlo a la persona que Leorio le indicó, después de eso, no supo más, hasta que el mismo Leorio le dijo que ese pastel era para Kuroro y se lo entregaría antes de que se fuera de viaje con una pequeña sorpresa.

Mizaistom también había sido la persona que llamó a Kuroro un minuto antes de que este supiera que llevaba una bomba dentro de su auto, rogaba al cielo que desde donde estuviera Kuroro pudiera perdonarle aquella atrocidad y que nunca se supiera que él formó parte en los planes de aquel enfermo obsesionado con Kurapika.

La fachada principal de la bodega a la que llegaron pertenecía a una tienda de fuegos artificiales, Shalnark recordaba ese lugar, trabajó ahí un tiempo y conocía todo el establecimiento, incluso por dónde entrar para no ser detectados por las cámaras de seguridad. De esa manera llegaron al almacén profundo, donde guardaban aquellos "juguetes" explosivos de alto riesgo. 

— Disculpe, me gustaría saber si aquí distribuyen explosivos ATFE — preguntó Kuroro al encargado del almacén quien se veía de mal carácter.

— ¿Es cliente? — preguntó el hombre con arrogancia sin intención alguna de tratarlos bien. Para su desgracia, ellos tampoco iban en plan de amistad.

— ¿Le parece que lo soy? — preguntó Kuroro apuntando a la cabeza del tipo con una escopeta.

— Bi...bien...venidos s...señores — tartamudeo el hombre al recibir aquella amenaza — pueden pasar, síganme, ¿en qué puedo ayudarles? — esta vez con tono más sumiso dejando atrás su apariencia de guardián.

— Sabemos que aquí distribuyen y preparan los famosos "paquetes bomba", no estamos aquí para delatarlos, a cambio de guardarles el secreto queremos saber quién adquirió esta basura y cuándo. — Shalnark mostró aquel artefacto que activó el detonador en el auto de Kuroro, el hombre observó las características de aquel dispositivo y sin duda lo reconoció.

— Es un modelo reciente de ese tipo, creo que tengo el registro, pero estoy seguro de que no fue alguien importante quien lo adquirió.

— Sólo quiero saber el nombre, una pista, todo lo que sepa — exigió Kuroro.

— Fue adquirido por un comprador que se hacía llamar "el pastelero", nos pidió que nombraramos al paquete, "regalo de despedida", trajo un pastel y pidió que lo metieramos ahí, eso es todo lo que sé, un sujeto disfrazado vino a recoger el paquete y después se fue, no volvimos a saber nada de dicho cliente, esa adquisición fue hace unas dos semanas. — sin intención de mentir ni meterse en problemas explicó cada detalle de aquel pedido especial, cuanto más escuchaba Kuroro menos comprendía porqué lo quisieron matar ya que en aquella declaración le sonaban familiares algunas palabras.

— Es exactamente el tiempo que ha pasado desde ese día... — pensó Kuroro detenidamente, imaginándome cosas, posibilidades, incluso locuras. Al decir esa oración, el guardia pudo entender que Kuroro estaba relacionado con el objetivo de aquella persona.

— Por favor, no le digan a mi jefe, mi vida está en riesgo. — suplicó el hombre al sentirse aterrado por el aura tan pesada que poseían aquellas personas que lo interrogaron.

— Haz lo que mejor sabes hacer y di que no nos viste — Kuroro le entregó un sobre con dinero y salieron de aquel lugar — de todos modos, no le creerán que ha visto a un muerto.

Kurapika tenía preparada una pequeña maleta con las cosas esenciales para un viaje sin retorno, no tenía la certeza de lo que había pensado ni sabía bien a dónde escaparía, pero estaba completamente seguro de que cualquier lugar donde Leorio no lo encontrara sería el ideal para huir.

Una vez listo, se dispuso a marcharse de su hogar, pero al abrir la puerta se encontró sorpresivamente con la última persona que esperaba ver en ese instante.

— ¿Ibas a algún lado? — el tono grave y serio era un indicio de que no le parecía en absoluto su repentina salida.

— Leorio... llegaste antes — dijo Kurapika retrocediendo, tratando de ocultar su miedo al estar frente a ese hombre tan peligroso, ese al que confío todo y lo dejó sin nada.

— Tenía ansias de verte... pero al parecer tú no — caminando lentamente hacia el rubio, cerró la puerta para quedarse a solas, todo daba mala espina, esa actitud ponía de nervios a Kurapika, ya no podía soportarlo.

— Leorio por favor, dime la verdad — con tono suplicante, trataba de pedir una explicación acerca de aquél día, Leorio que era todo menos idiota se daba cuenta de la actitud de miedo que tenía su querido rubio, pero su condición mental le impedía reaccionar como una persona normal, actuaba forzadamente para disimular sus ganas de abalanzarse sobre su victima.

— Tiraste mi desayuno — renegó Leorio observando el plato de comida destrozado en el suelo, el acto que Kurapika había realizado cuando descubrió la verdad, sin embargo, por la mente de Leorio sólo había desilución al ver que el amor de su vida no había comido nada de lo que le preparó y eso lo estaba enfureciendo.

— No me estás escuchando — Kurapika se daba cuenta de que Leorio era un loco y tenía que irse de ahí cuanto antes pero su cuerpo no respondía, tenía terror al ver a su "mejor amigo" como un mounstro, un desquiciado en crisis.

— El que te preparé con tanto cariño, lo arrojaste al suelo... — seguía diciendo Leorio arrodillándose para después cerrar sus ojos un momento, el silencio entre los dos parecía eterno, unos segundos en los que Leorio empuñó sus manos mientras miraba regada su comida por el suelo y el plato hecho trizas.

— ¡Ya basta! ¡sé sincero conmigo! ¿¡Porqué haces esto!? — gritó Kurapika sin poder contenerse más, necesitaba liberar aquella tensión y dejar de temerle a ese hombre, enfrentarlo directamente y que pase lo que tenga que pasar.

— ¿Hacer qué, Kurapika? — El moreno caminó hasta la cocina y tomó un cuchillo grande, lo clavó en una mesa de madera arrastrandolo por encima mientras caminaba hacia el rubio manteniendo una horrible expresión depresiva — ¿qué hice mal? ¿prepararte el desayuno? ¿amarte desde siempre? — acercó el cuchillo hacia el cuello de Kurapika y susurró en su oído lo que tanto le atemorizaba escuchar — ¿matar a tu esposo?

A Kurapika casi se le detiene el corazón al saber esto, su miedo más grande, su presentimiento, todo el tiempo había estado bajo la mira de Leorio sin saberlo, compartiendo todo, viviendo tan cerca de la persona que más daño le había causado en tan pocos días, su mejor amigo.

— Fuiste tú...

ERES MIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora