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Llegue a casa, me recibiste
con una bella sonrisa.
Aristóteles ya se había ido,
por esa razón pude respirar en paz.

Me preguntaste como
me había ido en la cita,
te platique todo,
solo omitiendo la parte
donde te imaginé. Obviamente.

Me consolaste, ya que deduciste
que ella me había rechazo a mi.
Y no yo a ella.

Me abrazaste y acariciaste mi cabello.

Si siempre que me "rechacen" vas a hacer esto, podría seguir mintiendo y sacar mis dones acotorales sólo para que me mimes por lo menos, unos minutos.

Cuauhtémoc, por favor deja de provocar estas estúpidas
mariposas en mi estomago.


𝐄𝐥 𝐝𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐀𝐱𝐞𝐥 |✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora