𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖔

25 4 1
                                    

Era el día de la final de la copa de Quidditch, y cientos de familias se acomodaban alrededor de la cancha a espera del partido. Los escasos espacios que quedaban entre las carpas mágicas estaban llenos de magos y brujas yendo y viniendo, buscando amigos o algún lugar donde conseguir comida.

Morrigan Sinclair se encontraba en la carpa que compartía con la familia Weasley, acomodando sus cosas en la habitación que compartiría con Hermione Granger y Ginny Weasley. Podía escuchar a los gemelos cantar en la sala de estar mientras Harry y Ron discutían sobre quién sería el ganador.

–¡Ya es hora! –anunció el señor Weasley– ¡Tenemos que irnos! ¡Fred, George, basta!

Todos salieron de la carpa y comenzaron a dirigirse hacia la cancha. El cabello castaño de Morrigan volaba frente a su cara gracias al viento, por lo que tuvo que recogérselo.

Le costó un poco no perderse del grupo, el gentío la empujaba y gritaba, haciendo fácil perderlos de vista. Al final, lograron llegar a sus asientos, que estaban casi arriba de todo.

–¡Dejen algo para el partido! –exclamó Hermione, al ver como Morrigan y Ron atacaban los dulces.

–Come rápido antes de que se de cuenta –murmuró Morrigan para que solo Ron la escuchara.

Desde su primer año, Harry, Ron, Hermione y Morrigan habían sido prácticamente inseparables, en especial después de todas las aventuras que habían vivido. Ni uno de sus años en Hogwarts había sido normal, desde la piedra filosofal hasta colagusano, y estaban seguros de que ese año no sería la excepción. Pero, ese día, solo querían disfrutar del partido.

Hermione iba a decir algo más, pero el ministro apareció en el pasillo a su izquierda, seguido de cerca por Lucius, Narcissa y Draco Malfoy, Camila Pragier, una chica de cabello dorado y lacio, mejor amiga de Draco, y Mia Sinclair, la melliza de Morrigan, con quien compartía la baja estatura.

–Si llueve –dijo Lucius, con un tono burlón–, serán los primeros en saber.

Morrigan los fulminó con la mirada al ver a Draco y Camila reír, aunque por suerte su melliza se quedó callada, pareciendo algo aburrida.

–Nosotros estaremos en el lugar designado para el ministerio, por invitación personal del señor Cornelius Fudge –dijo Draco, con el pecho hinchado de orgullo.

–No presumas, Draco –advirtió Lucius–, no hace falta en frente de esta gente.

Junto a Morrigan, Harry hizo ademán de alejarse en la dirección contraria, pero Lucius lo detuvo con su bastón.

–Disfruta el partido, Potter...mientras puedas.

Tras decir eso, dejó ir a Harry, y se alejaron para buscar sus asientos. Morrigan quiso ir detrás de ellos, pero Hermione la detuvo, murmurando que no valían la pena. Maldiciendo por lo bajo, Morrigan volvió a su asiento, intentando calmarse mientras se aseguraba de que Ron no se comiera todos los dulces.

Los Malfoy siguieron avanzando hacia sus asientos, seguidos por sus invitadas. Tenían la mejor vista posible, justo al lado del ministro. Desde sus asientos tenían una vista perfecta de la cancha, lo suficientemente cerca como para distinguir a los jugadores pero no tanto como para perderse momentos importantes.

–Mia, no te parece que Krum se ve excepcionalmente bien hoy? –dijo Camila, asegurándose de hablar lo suficientemente alto como para que Draco la escuchara.

–Si, aunque no tanto como Lynch –respondió Mia, su mirada siguiendo al buscador del equipo Irlandés.

–Ni que fueran tan buenos... –dijo Draco, intentando sonar indiferente .

–Aún así no veo que le ganes a Gryffindor, así que no creo que seas la persona correcta para criticar.

Una vez de vuelta en la carpa, Draco y Camila discutían el partido, mientras Mia estaba sentada en un costado leyendo. La carpa era muy espaciosa, y parecía el interior de una casa, con los muebles de cuero negro y las paredes blancas.

–Tengo que irme –anunció Lucius–, no salgan hasta que regrese.

Ninguno llegó a decir nada antes de que se fuera. Draco estaba acostumbrado a no hacer muchas preguntas cuando su padre se iba, pero a Camila le costó bastante mantenerse callada. Mía, por otro lado, estuvo a punto de seguirlo, pero decidió que sería una mala idea y que probablemente la vería o lo perdería entre el gentío.

Intentaron obedecer a Lucius, pero no pudieron quedarse sentados cuando comenzaron a escuchar los gritos. Mia y Camila corrieron hacia la puerta de la carpa, para encontrarse con caos. Personas corrían en todas direcciones, gritando nombres y esquivando pequeños incendios.

–¿Qué pasa? –preguntó Draco, reacio a acercarse demasiado.

–Parece que están escapando de algo –dijo Camila, tratando de distinguir algo entre los gritos–, creo que tenemos que irnos.

–Tengo que buscar a Morrigan –dijo Mia, preparando su varita.

–Haz lo que tengas que hacer, nos encontramos más tarde en la mansión Malfoy –Dijo Camila, tratando de mantener un tono calmado.

Mia salió de la carpa y se abrió paso a empujones. Su baja estatura no la ayudó a distinguir entre las caras de los desconocidos, pero siguió buscando a su hermana. Tenía un vago recuerdo de donde estaba la carpa de los Weasley, pero no estaba del todo segura, y todo se veía tan diferente en ese momento.

Las nubes negras habían cubierto el cielo antes celeste, y la única luz parecía provenir de los pequeños incendios que iban creciendo lentamente. Se detuvo en seco cuando vio el cielo, como una calavera se formaba, y una serpiente salía de su boca. La marca tenebrosa.

Volvió la vista hacia las carpas, decidida a encontrar a su hermana. La multitud había comenzado a dispersarse, casi todos se habían ido ya. A mitad de camino, encontró un cuerpo tirado en el piso. Casi seguía de largo, cuando reconoció aquel rostro. Harry Potter.

Nunca se habían llevado muy bien, pero de todas formas se arrodilló a su lado para ver si todavía tenía pulso. Afortunadamente para él, seguía vivo. Justo en ese momento, comenzó a abrir los ojos y mirar a su alrededor, evidentemente confundido.

–¡Harry! –gritó Hermione, acercándose a ellos, seguida por Ron y Morrigan– Estuvimos buscándote por todos lados...

Morrigan corrió hacia ellos, y por un segundo Harry creyó que lo abrazaría, pero intentó no verse muy decepcionado cuando ella abrazó a su hermana.

–¿Qué está pasando? –preguntó Harry.

–¡Tenemos que irnos! –dijo el señor Weasley.

Con algo de dificultad, Harry se levantó, y comenzaron a correr hacia el bosque. En algún punto, perdieron a los Weasley, a excepción de Ron. No pararon de correr hasta que sus piernas les quemaban, y se encontraban en un claro en el bosque.

Star Crossed / A Harry Potter FanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora