¿Sabías que para algo viejo, siempre hay algo nuevo?

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Desperté, como si me hubieran dejado noqueado en una pelea de Rocky Balboa, estaba tirado en el suelo,  pero llegó mi madre Verez, ya habían arreglado la puerta, pero ella se fue a prostituirse con sus amantes.
Era cómico, como la famosa pintura del cuco de Francisco Goya, titulada: Que viene el cuco.
Donde se ve, como una madre está agarrando de los hombros a sus dos hijos pequeños, mientras el cuco está de frente, entonces la madre lo mira con alegría; porque sabe que ya va a venir el amante, y el cuco se hará cargo de los chicos.

Luego que se fue, la habitación quedó en silencio, como lo es el barrio Campo Verde de Jujuy.
Entonces, salió el cuco y nos vimos cara a cara. Como cuando Lincoln competía en oratoria con Douglas. El cuerpo del cuco a medida que pasaban los meses, crecía con el mío, era flaco pero siempre fue un poco más alto, como lo era Saúl com David.
  ¿Quién no hubiese pensado que semejante criatura podría haber sido imaginación o, un hombre disfrazado, como Chabelo? Entonces le dije: Tu no eres real, quítate esa máscara.
Fuí con confianza, le agarré la cabeza y jalé hacia arriba. Pero para mi susto, podía sentir que estaba tocando un ser vivo, como un gato negro.
Quizá dirá alguno, ¿qué debo hacer si me sucede algo parecido? La respuesta es simplemente no tener miedo, y hablar con Dios.
El cuco me miraba, pero ni una sola palabra salía de su pico de ave cuco. Como los animales mudos, así era éste cuco, porque no dudo que haya muchos cucos en el mundo; pero era mejor si él no hablaba, ¿qué cosas horribles habría dicho el diablo por medio de un cuerpo de animal mitad humano? Seguramente que sí, pero por eso tenemos que estar en paz con Dios.
Es como la revolución de la Argentina: si no hubiesen tenido a San Martín, probablemente todavía habría esclavos por aquí, como sucedía en aquéllos tiempos de Colón.
Así también, si Cristo no está de nuestro lado, dudo que hasta el cuco se vaya de la casa de Franco Armon, o de las casas de mis queridos lectores.

Entonces le dije: cuco. De repente se abrió violentamente la puerta del baño, y vino otro cuco, como si hubiese venido el general Tito para destruir a Jerusalén, con su ejército de violentos y nerviosos romanos.
El aspecto de este cuco era horripilante, cosa que usted solo vería en televisión:
Era también con aspecto de ave cuco negro, pero éste era gordo, petiso, y tenía decenas de ojos y picos por todo su cuerpo. Como si le hubiera agarrado sarampión, pero en vez de granos, tenía ojos y picos.
¿Sabe que era lo peor para usted, y para mí? Que los picos, hablaban, era una voz ronca, como cuando Franco Armon habla con voz gruesa, o cuando los cuervos hablan como los loros; y decían repetidamente: Cuco, cuco. Como para intimidarme, como Goliat al ejército de Saúl.
Agarré coraje, salté y le dí una patada voladora, como el hombre araña. Se iba cayendo éste cuco gordo, cayó y explotaba: como explotan las bolsas cuando una las sacude con el viento; y al fin se desvaneció como si fuera de hielo, pero rápidamente.
Termine en posición del hombre araña, cuando está agachado: con una mano en el piso y, la otra en el aire.
El cuco, el que permaneció, me miró, se acercó y me tomó como si yo fuera un bebe: me agarro con sus manos en mis costillas y me puso en su hombro, como una bolsa de cemento.
Yo me resistía, como un gato arisco que quiere escapar a toda costa. Pero el cuco era demasiado fuerte, fuerte como un Sansón de la Biblia.
Me llevaba en su hombro al baño, cuando llegamos me subió a la pequeña losa que habíamos hecho, para guardar herramientas: no estaba encima del techo, sino que estaba debajo del techo.
Él me subió ahí, como si yo fuera un pequeño gatito. Cuando me subí, no podía hacer mucho, porque estaba agachado: porque era un espacio pequeño, donde no se podía pararse; entonces él también se subió para que no me pudiera escapar.
  Al lado de esta pequeña losa, en el que solo entraba el cuerpo recostado de un adulto, estaba la pared de ladrillos anaranjados. Él, como era un demonio, abrió esa pared, como si se tratase de puertas de ascensor. Se abrió un túnel, que antes no existía, como cuando Moisés abrió el Mar Rojo, gracias a la misericordia del Señor Jesús.
El túnel era largo: tanto que podríamos ir corriendo 3 minutos hasta llegar al final; el techo se tocaba saltando: por lo que uno se podía parar tranquilamente; era tan ancho que uno se podía acostar de costado. Lo peculiar de este túnel es que era en forma de rectángulo: como la forma de un marco. Luego en la mitad del camino, había dos carteles: como cuando vamos a una rotonda de autos, se puede eligir ir a la derecha o a la izquierda. Había un túnel para la derecha, y otro para la izquierda.
El final del túnel, daba a una granja que estaba en un monte, de lo que yo creo que era la selva de Jujuy: un lugar casi deshabitado.
Si tuviésemos que decir la soledad que se sentía allí, comparémoslo con la soledad de los desiertos de Egipto, con la soledad de un bosque de Yellowstone, o como la soledad que cada uno de ustedes tuvo en alguna parte de su vida.

Pero, ¿está usted solo realmente? No. Cientos de miles de personas, nacen, estudian, se casan, tienen hijos, y finalmente mueren. Pero, hayan sido buenos o malos, Jesucristo ha estado cuidando de ellos de día en día. Como el buen jardinero, que, riega las plantas y se asegura que tengan todo, mientras estén vivas.
Pero luego, si unas se secan por completo, las echa al fuego. Y las otras que han florecido, éste trigo maduro, lo cosecha y se lo lleva a su Granero, para hacerlo de utilidad. Así es el Reino de los Cielos.

Continuará.

Los Secretos Del Cuco De Joel Franco CASTILLO IRUPA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora