Bandos contrarios
Llegué a la casa de la abuela arrastrando los pies y sosteniéndome el escote del vestido para tapar la mancha de sangre. Subí la entrada, repasando la excusa que le daría a todos.
Goldie fue la primera en recibirme, con ladridos y saltos, e, instantes después, la abuela salió por la puerta, corriendo para alcanzarme.
—¡Serena! ¿Dónde estabas? ¿Qué fue lo que pasó, cariño?
Detrás de ella aparecieron mamá y papá. Los ojos se ambos se clavaron en la mano que sostenía contra mi pecho.
—Yo... lo siento, entré en pánico, abuela... perdón —susurré, cuando ella me sujetó la cara para verme mejor.
Rehuí su mirada, porque no podía sostenérsela. Le estaba mintiendo y no me agradaba hacerlo con ella de esa manera, cuando se preocupaba tanto por mí y le había dado un terrible susto.
—¿Esto es sangre? —soltó ella, de pronto, pero mamá ya estaba ahí para tener todo bajo control.
—Cariño, ¿te rascaste fuerte otra vez? —dijo, apretando los labios—. No te preocupes, mamá, hace eso cuando le dan los ataques de pánico. No pensé que... que algo así ocurriría aquí.
—Es mi culpa —sollozó la abuela—. Yo debí estar pendiente de ella.
—No, no, no, Eleonora —la consoló papá, a tiempo para que mamá me tomara de la mano y me arrastrara al interior de la casa, insistiendo que tomara de su energía.
—Te hará mal si tomo mucha —repliqué, cuando me hizo entrar al baño.
Mamá apretó los labios, visiblemente angustiada. Abrió la ducha y me ayudó a sacarme el vestido y las zapatillas. Luego, me tendió ambas manos y le obligó a tomar de su vitalidad con solo mirarme, como lo hacían siempre las madres.
Resignada, lo hice y me tatuaje se volvió firme y negro. Dejó de dolerme y me apresuré a soltarla cuando noté que estaba pálida. Esa situación de andar robándoles sin que generaran mucha más energía podría afectarles seriamente la salud. Tendría que hallar otra solución.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó ella, cuando me metí en la ducha.
Dudé si contarle la verdad, pero ellos ya sabían que había una chica desaparecida y no tenía mucho sentido que les ocultara que la había hallado. Sabían que mis razones para correr lejos de la abuela no tenían nada que ver con un ataque de pánico.
—La chica —respondí—. La encontré.
Mamá se quedó callada casi por un minuto. Luego, la escuché ahogar un gemido.
—¿Por qué fuiste a buscarla, Serena? ¡No es responsabilidad tuya!
—Fue apuñalada en el pecho —contesté, más dura de lo que hubiese querido, pues me había molestado que me recriminara mi accionar así, como si yo estuviese loca o fuese un caso perdido—. Como yo, como Teresa, como Cassandra. Tenía la maldita puñalada en el pecho, signo de otro círculo de sangre.
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Sueños enterrados (Suspiros Robados 2)
ParanormalSegunda parte de Suspiros robados. • Serena ha vengado su muerte, pero ahora debe encontrar los cuerpos de las demás chicas asesinadas para darles justicia y detener otra serie de muertes que podrían implicar un nuevo círculo de sangre...