8. Despedidas

4.3K 664 275
                                    

Despedidas

Llegué a casa más despeinada que nunca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegué a casa más despeinada que nunca. Entré corriendo y casi arrollo a mamá en la cocina. No me detuve a explicarle porque estaba como estaba; solo me metí en mi cuarto, agarré un bolso y empecé a tirar ropa adentro, sin mirar bien lo que ponía.

—¿Qué estás haciendo, Serena? —me urgió mi madre, entrando en la habitación—. ¡Para un poco!

Intentó ponerse entre el bolso y yo, pero la rodeé y metí varias bombachas también.

—Tengo que irme ya.

—¿Qué? ¿A dónde? ¿De qué estás hablando?

Tomé aire y traté de calmarme para poder explicarle las cosas como correspondía. Estaba tan acelerada y tan asustada que apenas si podía decir dos frases seguidas.

—Brujos, cazadores —solté, de golpe—. Están en la casa de Nora, saben de mí.

Mamá primero me miró sin entender un pepino de lo que quería decir, pero luego su rostro se puso pálido.

—¿Cazadores? ¿De ti?

—Sí, ¡de cosas como yo! —repliqué, rodeándola otra vez. Metí calcetines, corpiños y todos los vestidos y pantalones cortos que encontré—. Saben que Nora me ocultó. ¡Tengo que irme lejos por un tiempo!

Ella me siguió con la mirada, pero cuando repetí que debía irme, pareció reaccionar del todo.

—¿A dónde piensas ir? ¿Cómo vas a irte sola?

—No sé, pero tengo que salir de Victoria Avery.

—¡Nunca te has ido sola tan lejos de casa!

—¡Lo sé! —me detuve y me dejé caer en la cama, agitada—. Pero él cazador me vio y además me lo crucé hace días. Me estuvo siguiendo, ¡ya debe saber dónde vivo y no va a tardar en llegar aquí!

—Tu padre y yo no vamos a dejar que te haga nada —empezó a decir ella, pero se notaba que no estaba tan segura de lo que decía. Ellos sabían que Nora tenía magia, pero tampoco comprendían mucho sobre ella y su abuela y los alcances de sus poderes.

—¡Es que no es solo él, mamá! Llamará a otros. Serán muchos, ustedes no van a poder hacer nada. Me van a matar y ya.

Mamá negó con la cabeza, pero no dijo nada más por un minuto, mientras yo me levantaba y sacaba todos mis ahorros de debajo de la cama.

—Tengo que hablar con tu padre. Nos iremos todos.

—¡No! —grité, pero ella había salido del cuarto.

Tuve que seguirla hasta el comedor. Le estaba marcando a papá, desesperada, por lo que no me quedó otra que quitarle el celular.

—No pueden venir conmigo. Seríamos más fáciles de rastrear. Tengo que ir sola y ocultarme un tiempo. Y me tengo que ir ya, má, no puedo esperar a papá —añadí, con un nudo en la garganta.

Sueños enterrados (Suspiros Robados 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora