Capitulo nueve.

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Sábado por la noche. Me encontraba jugando a la playstation de Timothée mientras bebía un poco de café para mantenerme despierta ya que debía estudiar para un examen que tendría en unos días. Estaba sola, ya que Tamara ya había vuelto a su hogar y la despedida fue más dramática de lo que me hubiera imaginado. En fin, todo se hundía en la suma tranquilidad hasta que alguien llamó a mi puerta.

Ya sabía de quien se trataba, y hacía que mis manos sudaran con anticipación. Lo ocurrido la otra noche había sido una mala idea, una muy mala idea que hubiera costado todas las barreras que le había puesto a Timothée desde que nos conocemos. Sin embargo, la idea de encontrarme nuevamente con él me causaba nervios. Lo había estado evitando toda la semana, inventando excusas como que debía salir más temprano para preparar una clase, o que me había quedado dormida y debía salir más tarde.

Me levanté de la cama y dejé el juego en pausa mientras bajaba a abrir. Me quedé unos segundos en la puerta reuniendo valor, cuando otros tres toques rítmicos me sacaron del trance.

Del otro lado de la puerta se encontraba un demasiado bien vestido Timothée. Tanto así que no pude evitar inspeccionarlo con la mirada apenas puse un ojo en él. Llevaba una camisa blanca desabotonada hasta el comienzo del pecho y unos pantalones oscuros pegados a sus piernas. Unas cadenas doradas llamaron mi atención, y lo sospechosamente bien peinado que estaba, cuando generalmente sus rizos son un descontrol.

"Hola, vecina." Dijo, antes de mirarme de pies a cabeza "Veo que todavía no estás lista."

"¿Lista para qué?"

"Tú y yo iremos a una fiesta."

Fruncí el ceño "Ni hablar. ¿No tienes a Polly para llevarla contigo?"

"Digamos que Polly ya no es una opción." Él se hizo paso por al lado mío y se adentró en el apartamento para sentarse en el sillón "Tienes exactamente quince minutos para cambiarte."

Cerré la puerta detrás de mí "No voy a ir a una fiesta contigo, Timothée."

"Vamos, Sellers, por una vez en tu vida no seas una anciana." Suplicó "¿Pizza Hut el miércoles? La casa invita."

Lo pensé por unos segundos "Ya me convenciste."

Cuando se trataba de cenar era muy fácil de convencer, y más si no tenía que pagar. Así que no me costó mucho tomar la decisión. De todas formas, no debería quedarme demasiado.

Subí las escaleras mientras Timothée me esperaba abajo. Escogí un atuendo bastante cómodo para la ocasión. Me coloqué una falda negra y un top blanco con mis converse blancas. Sencillo, cómodo y con estilo. Me maquillé un poco para no ir con cara de zombie y finalmente me alisé un poco el cabello en cuestión de minutos.

Bajé las escaleras y me encontré con Timothée en el sofá todavía. Él me miró, me inspeccionó por unos segundos y se levantó de su sitio.

—Vaya, vaya. Si que sabes lucirte cuando tienes ganas, Sellers.

—¿Nos vamos ya? —Pregunté, intentando evadir su no tan inocente coqueteo.

—Tú conduces.

Nos subimos al auto mientras la canción Pumped Up Kicks sonaba en el estéreo. El camino a la fiesta fue bastante corto, ya que era del vecindario. Los chicos se encontraban fuera de la casa hablando con muchachas, otros vomitando (¿ya?) y algunos recién hacían su entrada en la gran casa. Yo siempre dije que jamás haría una fiesta en mi casa, y no es que sea aburrida sino que siempre terminan destruyendola.

—¿Estás lista pequeña Sellers? — Me dice un entusiasmado Timothée.

—Aunque no lo esté me llevaras a rastras igual.

—Me gusta que nos vayamos entendiendo.

Nos bajamos del coche y al instante Timothée saluda a unos muchachos y entra a la casa con ellos. Perfecto, pasare la noche sola bebiendo.
Dentro el humo inundaba la casa y la música fuerte hacía que me aturdieran los oídos. Definitivamente no era muy fan de las fiestas.

—¡Sellers! ¡Por aquí!

Timothée me llama desde uno de los sillones de la casa en el que estaba con una muchacha. Me senté en el sillón de enfrente y me crucé de brazos. Una de las chicas que estaban presentes pone una botella de cerveza vacía en el centro de la mesa.

—Jugaremos a siete minutos en el paraíso. — Dice con una sonrisa en el rostro. — ¿Quien se prende?

—Yo no juego. — Dije primero haciendo amague para levantarme del sillón e irme a otro sitio. Pero Timothée me frena.

—Vamos Sellers, es un juego nada más.

Rodando los ojos me volví a sentar. La chica pone a girar la botella y ruego en mis adentros que no me tocara a mí. Los chicos me miraban con deseo mientras giraba la botella y parecía no pretender parar nunca más.

Paró. Y mi corazón saltó hacia mi garganta.

—Timothée y... tú. —Me señaló con la cabeza la castaña. Con cierto recelo, al parecer.

—Vuelve a girarla, no se animará. Mira lo pálida que está. —Se mofa uno de los chicos.

Timothée me mira. Trago profundo.

—No tenemos que hacer nada, Sellers. —Me dice.

—¡Déjala! Se nota que no se anima. —Se ríen todos.

Me levanto del sillón harta de oír estupideces y me dirijo al armario debajo de las escaleras. Timothée me sigue detrás. Abro la puerta y lo miro.

—Después de ti. —Me dice, haciendo un ademán con su mano hacia adentro.

Miro hacia atrás y los chicos miraban expectantes la escena. Una de ellas hace el gesto de estar llorando como bebe mientras me mira y sin esperar un segundo más entro al pequeño armario.

Timothée cierra la puerta detrás de sí y prende la luz del pequeño foco que colgaba entre nosotros. El espacio era mínimo, bastante incómodo, podía sentir su pecho rozar el mío mientras ambos intentábamos sin caso acomodarnos.

—Bien, ahora a esperar siete minutos. —Dije yo, para cortar la incomodidad del ambiente.

Timothée era más alto que yo, así que debía alzar un poco la mirada para mirarlo a los ojos. Él no se notaba incómodo, como de costumbre, de hecho tenía una leve sonrisa en sus labios.

Un minuto... dos y tres pasaron y cada vez se volvía más incómodo.

—¿Sabes, Sellers? Siempre pensé que pasaría en algún momento pero no me imaginé que en estas circunstancias.

—¿De qué estás hablando?

Y me besó. Y aunque me tomo por sorpresa, le seguí el beso. Sus labios eran suaves y esponjosos, con la humedad perfecta y los movimientos perfectos. Todavía estaba un poco en shock, y pensé en apartarlo pero ¿qué va? Moria por besarlo. Y más allá de que lo haya negado todo este tiempo, era la realidad.

Él se separa y con una sonrisa agacha la mirada para conectarla con la mía — Ya entiendo porqué se llama siete minutos en el paraíso.

// tarde pero seguro, nuevo capítulo!! Espero que les haya gustado y espero sus comentarios❤️❤️❤️

-cia//

¡Cállate, vecino! {timothée chalamet}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora