Capítulo once.

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El despertador suena en la mañana y aunque mis deseos de enroscarme en las sábanas toda el día me carcoman por dentro, hago un gran esfuerzo y me levanto. Mentalmente comencé a prepararme para la idea de tener que llevar a Timothée en el carro a la universidad. No era una idea que me entusiasmara, pero yo nunca rompía mi parte del trato.

Me preparé un desayuno rápido. Solo comí las tostadas y el café lo pasé a un termo para tomarlo por el camino. Tres toques en mi puerta me llaman la atención. Sabía de quién se trataba, y digamos que a mi humor por las mañanas no le agradaba tener que lidiar con Timothée tan temprano. Nunca fui una madrugadora, pero cuando lo hacía siempre cargaba conmigo un mal humor que no se iba hasta que tuviera un plato de comida enfrente.

Abro la puerta y Timothée aparece recargado en el umbral de la puerta con una sonrisa exasperante en el rostro.

—Hola, vecina.—Pronuncia con un cantito que parecía ser más molesto de lo que realmente era.

—Hola.

—¡Eh! ¿Por qué esa cara de marrana?—Él cerró la puerta detrás suyo y se desplomó en el sofá.

—Debes dejar de usar esas palabras de anciano. Espantarás a las pobres ilusas que pasan por tu apartamento.

—¡Ahí está la Sellers de todos los días! Por un minuto me he preocupado.

Le di un sorbo al café mientras observaba cada uno de sus movimientos.

—No te ilusiones. Sigo enfadada contigo.

Él se acomodó en el sillón y se recargó con los codos sobre sus rodillas.

—¿Fue algo que dije? Si fue así lo siento, estaba borracho hasta la médula.

—Da igual. ¿Vamos?

Timothée se para de su sitio y me sigue a través de la puerta de entrada. Pronto estábamos en la universidad, nuevamente haciendo como si no nos conociéramos en lo más mínimo. No me molestaba en lo absoluto, es más, agradecía el momento en el que podía tener paz cuando de Timothée se trataba. De vez en cuando se aparecía en mi mente la escena del beso en el armario. Pero le restaba importancia. Fue lindo, sí, pero solo fue un beso. Él continuaba siendo el mismo cretino de siempre.

Me acomodé en mi asiento mientras esperaba la entrada del profesor. Alguien se sentó a mi lado, y cuando pensé que era el troglodita volviendo a hacer de las suyas, al voltear me llevo la sorpresa de ver a Samuel sentado en el asiento a mi lado. Su cabello se encontraba perfectamente peinado hacia un lado. Lucía una camisa azul claro y unos jeans negros acompañados por unas zapatillas del mismo color.

—¿Samuel? ¿Qué estás haciendo aquí?—Lo abracé y él me devolvió el abrazo.

—Me trasladé aquí para estar más cerca de mi hermana. Y me llevo la sorpresa de que estamos en las mismas clases.

Veo por el rabillo del ojo a Timothée entrar a toda prisa al salón y observarme con una mirada que no pude descifrar. Hizo una mueca y se sentó en un asiento bastante alejado del mío.

—Eso es... ¡Sensacional, Samuel!—Solté una carcajada —Ahora podremos actualizarnos mutuamente.

—¿En el campus? ¿En el receso?—Me pregunta con una sonrisa.

—Excelente.

La clase se pasó bastante lento, pero hablando a escondidas con Samuel se hizo llevadera. Al terminar la clase me quedé un segundo terminando un trabajo antes de entregárselo al profesor, Samuel me esperaría en el campus. Los alumnos ya se estaban yendo del salón, solo quedábamos Sofía, una muchacha de estatura pequeña que estaba obsesionada con One Direction, Timothée y yo.

¡Cállate, vecino! {timothée chalamet}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora