La primavera acabó, el verano veía próximo su fin junto con la cercanía de su séptimo cumpleaños. Se perseguían entre los jardines brincando sobre las fuentes lanzándose agua al otro. Sus risas se fundían entre los sonidos propios de la naturaleza aquella felicidad, fue interrumpida por un golpe seco. La curiosidad los encaminó a descubrir el origen, caminaron con cuidado, guiándose por sus sentidos. No tardaron mucho en encontrarlo: un extranjero. Luchaba por levantarse del suelo sus fuerzas estaban diezmadas, estaba sucio, las vestiduras y la piel cubierta de un hollín que dejaba un olor ácido y desagradable a su alrededor. Serek caminó directo a él, su gemelo intentó impedirlo, de nuevo ese presentimiento emergía de las profundidades del inconsciente de Kanesh reconociendo el peligro.
—¡Serek, detente!– Llamó con ímpetu. Aquel grito cortó la tranquilidad de un tajo, atrayendo la atención de todos, entre ellos las de sus padres. Jarek los buscó de inmediato con la mirada. Observó el jardín; al primero que identificó fue a Kanesh a unos 10 metros alejado de su hermano, corriendo hacia él, llamándolo. Aquella actitud resultaba extraña; en todos sus años jamás habían tenido la necesidad de pronunciar sus respectivos nombres. Identificó la escena, el peligro, de inmediato ordenó a su guardia alejar a sus hijos de aquel extraño. El movimiento de la guardia atrajo la atención de la reina, quien junto con su esposo, bajó las escalinatas para ingresar al jardín, ambos niños estaban al alcance de su vista, caminaron con rapidez para disminuir aquella distancia que los separaba Serek no obedecía, caminaba hacia aquel desconocido de manera lenta, como si algo lo atrajera. Los rasgos del mayor se modificaron por la urgencia. El hombre no parecía peligroso, al contrario parecía malherido, se encontraba inmóvil, desmadejado sobre la tierra.
—Por favor— rogó Kanesh. Por un momento su hermano giró su cuerpo dedicándole su atención. Ambos se miraron fijamente por un tiempo largo.
—Todos merecen ser escuchados— sentenció su hermano, mientras regresaba su atención a ese extraño. Verlo alejarse incrementó su inquietud de manera exponencial, se sintió desesperado extendió su mano en suplica muda, esta vez no obtuvo respuesta.
Una bandada de pájaros oscuros surcó el cielo, tan abundante que podía confundirse con un nube que oscurecía el cielo, sus graznidos agudos provocaron escalofríos en todos los que los escucharon, de sus alas emergía una bruma oscura, una niebla de ceniza. Jarek interrumpió su camino. Extendió su palma para atrapar en ella una de sus plumas, esta se deshizo ante el contacto, reconoció con tristeza la magia. El despertar de uno de sus hijos como dioses había comenzado. Las señales lo auguraban como un próximo Dios oscuro; tragó con dificultad, aquellos eran temidos incontrolables, destructivos. Contempló su mundo, si llegará el momento de la elección ¿cuál sería su decisión?, ¿elegiría a su propia sangre o a su planeta?
Krisa lo observaba, se acercó al rey de manera presurosa. Después del tiempo juntos podía asegurar que conocía cada uno de sus gestos. el rostro de su esposo destilaba desconcierto.
—¿Qué ocurre?
—Nada mujer— dijo al tiempo en que retornaba su paso seguro, eludiendo el tema. Continuó su camino, seguido de ella de cerca hasta tener a sus hijos de frente. Sus guardias señalaron su llegada haciendo sonar sobre sus escudos sus lanzas; el desconocido ante el sonido incorporó el rostro. La brisa del viento, llevó hacia ellos un olor extraño mezcla de dulce y picante, Krisa estornudó con fuerza. Jarek en cambio lo absorbió lentamente, mirándolo con detenimiento, esa suciedad mezcla de sangre y de tierra la reconocía en cualquier lugar: eran las señales de un campo de guerra. La reina lo comprendía, analizaba hasta el más mínimo detalle, cumpliendo el primer concepto de batalla: analizar con detalle un probable enemigo.
—¡Niños, a su recámara!— La fuerte voz de su padre detuvo sus pasos. Serek estaba a tan solo un par de aquel extraño. Por un momento miró a su padre con curiosidad, la mirada dura que obtuvo en respuesta no le dio margen de una réplica, dio media vuelta, tomó la mano de su hermano y juntos corrieron en dirección a palacio. Jarek esperó hasta que sus figuras se perdieron.
—¡Guardias! Llévenselo. Lo quiero de inmediato en la sala del trono—. A la orden obedecieron. Un par de guardias alzaron al desconocido por debajo de sus brazos, dirigiendo de manera forzada su ingreso al palacio. El extraño, no opuso resistencia, su cabeza descansaba sobre su pecho con resignación mientras arrastraba sus pies por el pasto.
—Deberías de ejecutarlo de inmediato— dijo la reina de manera resuelta. Jarek volteó a mirarla extrañado, en ella solo existía la dulzura y la piedad.
— Necesito saber más. Conocer el verdadero peligro— explicó.
— Necesitas eliminarlo—sentenció—. Lleva 15 minutos en esta tierra y ha logrado que mires a tus propios hijos con desconfianza. No lo quiero en esta tierra.
— No está en tus manos dar esa orden—, pronunció mientras sujetaba con sus dedos la base de su nariz implorando paciencia.
—Tengo el derecho si pone en peligro a nuestros hijos.
—Kanesh y Serek no son tus hijos—. Eran solo palabras, sonidos hilvanados, cuya cadencia generaba un significado y sin embargo tuvieron el efecto de un golpe. La reina bajó la mirada, retiró con cuidado la corona que portaba, empezó a jugarla con sus dedos.
—¿Por qué me elegiste? Eres el rey, el Dios, ¿por qué a mí?— exigió, sus ojos se encontraban nublados de lágrimas, pero no de tristeza, de furia.
— Eres dulce, buena, fuerte; una buena madre— murmuró, mientras le daba la espalda e iniciaba su camino, no le encontraba sentido a permanecer en aquella conversación sin sentido. Se había alejado de ella ya algunos metros cuando escuchó la voz fuerte de Krisa que amurallaba en su orgullo herido la tristeza y la humillación.
—¡Mientes Jarek! Me elegiste por qué no podías tenerla a ella.

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El dios esclavo
FantasyDescubre a Kanesh el dios del castigo y como su destino se trenza con el de los Tesalian. Tesalian, un ejército de élite conformado por dioses semidioses y héroes dedicados a la invasión y la conquista; cuyo nombre es sinónimos de peligro. A trav...