Cuando la reina intentó entrar a la sala del trono le fue negado el acceso. La princesa Darja requería sus cuidados le habían ordenado.
—Darja— murmuró con dulzura. Su hija, suya, eso nadie podía negarlo, había salido de su vientre y aunque poseía una mitad divina poseía otra mitad que solo le pertenecía a ella. Necesitaba sentir de nuevo su pequeño cuerpo en sus brazos percibir la tranquilidad y la inocencia característica de un bebé, que serviría de ancla ante la turbulencia de emociones que sentía. Contempló por un momento la dorada puerta, reconoció lo inútil que resultaba ejercer su débil autoridad y salió a buscarla.
Cuando los niños entraron a la habitación de juegos; encontraron a su madre meciendo cerca de su pecho a su hermana pequeña. Ambos de inmediato se abrazaron a cada lado de su cintura con fuerza; era la primera vez que sentían desconcierto e incertidumbre. Krisa inclinó su cuerpo hacia ellos, hasta que pudo mirarlos a su altura.
—Sé de sus travesuras en la sala del trono. No los regañaré. Es importante, díganme—suplicó—. ¿Hay alguna forma de espiar sin que seamos descubiertos?—Los niños asintieron.
—Serek, llama a Narña— . El niño salió con rapidez de su lado, mientras su hermano se aferraba a la falda de su madre fuertemente.
—¿Por qué no fuiste con él?— preguntó al tiempo en que depositaba el peso del bebé en uno de sus brazos.
—No lo sé mamá, mi corazón late más fuerte, es algo raro, pero solo quiero estar contigo.
—Has descubierto el miedo amor, es bueno que lo identifiques, te pone en alerta de un posible peligro.
—¿Crees que papá la siente?
—No amor. El miedo es una sensación que difícilmente reconocen los dioses en sí mismos—.Ambos guardaron silencio, y se abrazaron con fuerza, podían sentir como su futuro pendía de un delgado hilo.
Serek no tardó en llegar acompañado de una mujer madura de anchas caderas y sonrisa amplia, llevaba el pelo recogido en un chongo alto, su nana. Sin decir una palabra la mujer extendió los brazos en actitud solícita para recibir el pequeño cuerpo dormido de la niña. La reina con cuidado se la entregó, recogió su falda y tomó a uno de los niños de la mano.
—Guíenme—pidió.
Los niños la condujeron por pasillos no tan conocidos, aquellos que utilizaban los sirvientes para tener todo listo sin necesidad de ser vistos, pronto señalaron una pequeña mirilla en el muro, era pequeña tan solo unos veinte centímetros de largo y cinco de ancho, lo necesario para vigilar que ocurría y atender los servicios; por ella ingresaba el sonido claro de la sala del trono, tenía la intención de permitir la ejecución rápida de cualquier orden dada en esa sala. Krisa acercó su rostro a aquella abertura, al hacerlo tuvo una imagen clara de aquella habitación desde uno de sus costados, la audiencia aún no había empezado.
Aquel extraño descansaba en sus rodillas, las manos reposaban sin fuerzas sobre su regazo, su propio rostro estaba oculto en una maraña sucia de cabello, en señal de absoluta sumisión. La guardia en esa sala de encontraba en toda su capacidad; 30 soldados intimidantes alojados alrededor de aquella sala con separación escasa de un metro entre ellos. No necesitaba ser uno de esos guardias para reconocer la táctica de intimidación.
Saberse vigilado. Ese silencio tan solo interrumpido por el roce de las lanzas con el suelo. El efecto psicológico de sentir la posibilidad de en cualquier momento ser dirigido a su ejecución, podía derrumbar a cualquiera. Los niños jalaron su falda pidiendo ver también, ella alzó sus cuerpos hasta la mirilla permitiéndolo.
Las lanzas empezaron a estrellarse contra el mármol de manera rítmica, la melodía de anunciación del rey, Jarek hacia su aparición. Bastó con acercar el Dios su cuerpo a aquel desconocido para que este se abrazara a su pierna suplicante; con una rapidez discordante a su estado.
—¡Piedad señor! Seré su mejor siervo, pero perdone mi vida—.Lágrimas brotaban de sus ojos creando surcos entre esa cara sucia. Krisa esperaba atenta la reacción del rey. Jarek se deshizo con rapidez de aquel incómodo agarre y tomó su lugar en el trono, el hombre retornó a su postura sumisa en el lugar donde antes había sido colocado, debajo de la escalinata que conducía a aquel soberano.
—Confiesa. ¿Quién eres y lo que haces aquí? — sentenció desde lo alto, apoyando se codo izquierdo sobre la rodilla del mismo lado mientras acariciaba con su mano descuidadamente su barba en actitud de estudio.
—Mi nombre es Iredh, mi señor. Soy un hechicero de una realidad que guarda mucha semejanza con la suya. Suplico piedad…. imploro asilo—.Su voz era queda y lenta, apenas un susurro.
—¿Por qué?—.El hombre alzó su rostro, las lágrimas habían parado, empezó a hablar con una tranquilidad que desentonaba con sus ropas y su presencia misma.
—Como dije, mi realidad guarda mucha semejanza con la suya, al igual que ustedes no poseemos un iluminador y los portales están abiertos. Hace diez años, a través del estudio meticuloso del cielo—, dijo mientras lo señalaba a través del amplio tragaluz que conformaba la totalidad del techo de aquel recinto—encontramos una realidad debilitada, poseía deidades pero el iluminador había muerto joven, no dejó un heredero y el reservorio de energía estaba diezmado. Mi Dios lo consideró una presa fácil, envío una tropa numerosa con órdenes de invasión y conquista—. La cadencia de su voz, el ritmo, los cambio de entonación en ciertas palabras envolvían a todos los presentes en el relato, casi hipnotizándolos. La confesión se interrumpió, el hombre humedeció sus labios resecos pasando por ellos su lengua, buscando generar una mayor expectación durante el relato, Krisa cerró los puños, molesta.
—¿Qué ocurrió?— cuestionó Jarek, interesado. Tanto Krisa como Iredh reconocieron que la atención del rey había caído presa de aquel cuento tan bien cuidado.
—Ninguno regresó. Siempre es un riesgo, una posibilidad. Pero, el que no regresará ni siquiera uno fue un mal augurio. Se redoblaron las defensas como precaución; en una década nada pasó. Hace tan solo un par de días nos invadió un ejército, uno como ninguno. Los lideraba un dios oscuro poderoso como nunca se había visto letal, preciso, sanguinario.
—¿Qué tiene de especial ese ejército?—. De nuevo el hombre inclinó su cara y antepuso el silencio, cuando habló su voz era potente, atrayendo la atención de aquel público que tenía cautivo.
—Es un ejército de dioses, semidioses y héroes de distintas realidades conjugados en una hermandad sangrienta. Pocos sobrevivimos a su asalto, la mayoría fueron tomados como esclavos.
—Tú huiste— remarcó el monarca.
— Soy un hechicero, tengo mis dones. Dones que pondré a su servicio—. De nuevo la reverencia de aquel extraño, la actitud sumisa.
—¿Qué puedes ofrecer a un Dios?— cuestionó con arrogancia en actitud burlesca.
—Conocimiento. El conocimiento de los astros, de las plantas, de las puertas que comunican otros mundos. Puede creer que miento, hablé con otras realidades, ese ejército, su nombre se ha convertido entre muchas en un susurro sinónimo de peligro.
—¿Qué nombre?— cuestionó curioso Jarek
—Tesalian—. Alargó cada sílaba con una voz tétrica, la cual quedó flotando en el aire. Nadie movió un músculo después de ser pronunciada, la inflexión final aún producían un eco quedo en aquella estancia. Pasaron minutos, los suficientes para todos los testigos repitieran aquella palabra en su mente hasta grabarla.
—¿Puedes comunicarte con cualquier realidad?
Krisa bajó su rostro apoyando su frente en aquel frío muro. Ese extraño tenía a su marido en sus manos, al ofrecerle su mayor deseo.
—¿Cuánto tardarás?¿Qué necesitas?— Las preguntas rápidas, delataban su anticipación y deseo.
—¿Puedo contar con su protección?—Cuestionó de rodillas el extraño, posando su frente sobre el mármol. Aquella petición quedaba suspendida en el aire, Jarek se irguió, camino con lentitud hacia él, reflexionando.
—A partir de este momento serás mi invitado— sentenció, sellando su destino—di lo que requieres y te será dado. ¿Cuándo puedes lograrlo?
—El momento más adecuado es, cuando la luna alcance su cuarto menguante.
El rey alzó la vista hacia el tragaluz cristalino que se alzaba sobre su cabeza, en su mente hizo los cálculos solo diez días faltaban, diez días para volver a verla.

ESTÁS LEYENDO
El dios esclavo
FantasyDescubre a Kanesh el dios del castigo y como su destino se trenza con el de los Tesalian. Tesalian, un ejército de élite conformado por dioses semidioses y héroes dedicados a la invasión y la conquista; cuyo nombre es sinónimos de peligro. A trav...