Rastreador

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—Ñanu está en peligro… —dijo mientras sujetaba sus brazos con firmeza, su mirada clara  demostraba urgencia —. Una nueva puerta se ha abierto… los guerreros que no fueron convocados  a la invasión van a atravesarla…lo llevan como su rastreador.

Aquellas palabras entrecortadas lo paralizaron, solo existía un grupo en el que causara un descontento el no ser llamados;  aquellos  para los que hacer sangrar o extinguir una vida era un placer en lugar de un deber. Seres alejados de sus preceptos, a los que no incluía en su clan por ser sedientos de sangre y ávidos de actos de crueldad.

Khyon trató de enfocar el nombre a un rostro, era una falta mencionarlos sin embargo, la desesperación de aquel muchacho le había provocado olvidarlo y sin quererlo lo había pronunciado. Lo ubicó en sus lecciones, siempre a su lado un muchacho de piel oscura y extremidades delgadas y largas, con una navaja en la mano modelando la madera con una sonrisa, no podía tener siquiera quince años.

Ñanu era el favorito de Tharmas por compartir otra versión de la misma habilidad que poseía, lo entrenaba con paciencia para un día, en un futuro; ambos compartir aventuras y responsabilidades. Era un buen muchacho, carácter amigable inservible para la guerra, había demasiada bondad en su alma y demasiada inteligencia en ese joven cerebro.

El dios se fajó a la cintura un cinto con una pesada espada y empezó su camino.  

—¿Puedo ir contigo? —preguntó con timidez Krisa. No era la curiosidad lo que le movía, era la necesidad de conocer los peligros y la manera en que se manejaba ese mundo.

 Los ojos de esa mujer eran absolutamente claros lo suficiente para adivinar sus razonamientos, podía negarse, aludir al peligro, sin embargo reconoció que la mejor arma para sobrevivir en esa realidad era el conocimiento.

—No tendrás ninguna limitación por mi mano —dijo mientras le cedía el paso.

El muchacho corrió impaciente hacia la casa de su capitán, de nuevo golpeó la puerta con su mano extendida con premura. Tras el tercer impacto salió aquel hombre, los brazos cruzados el ceño fruncido en señal de disgusto, uno que solo duró el tiempo en identificar las emociones que  gritaba  aquel  rostro a través de sus rasgos: desesperación y premura. No hubo necesidad de interrogarlo, el muchacho en tres palabras había resumido la situación.

—Ñanu está en peligro.

Tharmas era un semidiós, pero su sangre divina no lo determinaba. Su habilidad era lo que lo definía, era un rastreador. Uno capaz de seguir  el rastro de cualquier cosa  no solo a través de distancias largas si no también a través de otro mundos y realidades.

A pesar de sus muletas, Khyon era rápido, Tharmas pudo observarle el rostro y lanzar una demanda; una protesta en silencio, sus predicciones tristemente empezaban  a cumplirse, la ambición de Turak extendía con cuidado los hilos de su conquista, al incluir en su invasión realidades inocentes, elegidas tan solo por la posibilidad de ser  descubiertas. El semidiós  sintió como su sangre rugía de rencor e impotencia. Hablar era como lanzar las palabras al desierto, inútil, y esta vez no tenía tiempo, más que regodearse con la satisfacción de tener razón, tenía que salvar una vida.

No esperó. Le dio la espalda al líder del clan Tesalian, y poniéndose en cuclillas acarició la tierra, tomó entre sus dedos un puño de ella,  y la fue desgranando con suavidad. Su sentido aumentado, el que le permitía ser el más efectivo sabueso en ese ejercito era el tacto, a través de él podía sentir aquellos portales abiertos, existían varios pero  resaltaba uno. Tharmas ubicó la dirección y salió tras ella.

 Ñanu hacía tiempo dirigiéndolos hacia portales apenas abiertos que apenas permitían el acceso de una persona.

Sabía perfectamente cual realidad buscaban. Él, a diferencia de su maestro usaba el olfato, a través de ese sentido primitivo pudo ubicarla, resaltaba entre las otras con un énfasis extraño, nunca había percibido una realidad accesible tan fuerte y tan deseable. Trataba de calcular el tiempo en que Khrisazu tardaría a su destino, estando las barracas en el extremo opuesto a la propiedad del líder del clan, tristemente sus cálculos ofrecían un resultado desfavorable, le faltaba tiempo, aquellos guerreros después de apenas dos intentos empezaban a impacientarse.

—¡Alto! —gritó el cabecilla de ese grupo, amenazándolo con una espada ancha y corta sosteniéndolo cerca de su cuello.  

Ñanu, no podía  pronunciar palabra, el filo del arma se incrustaba en su piel con fuerza. Observó a su atacante, miró en sus ojos obsidiana el destello del placer por hacerlo sangrar, la amenaza impresa.

—Muerto no creo que pueda llevarnos a ningún lado —dijo con ironía otros de sus acompañantes.

Eran seis, pero el hombre que lo había amenazado era el que más temía, no era grande o de una apariencia intimidante, su piel era morena, su complexión delgada, se encorvaba al caminar, de grandes orejas y nariz ancha, su cabellera, era tan solo  una franja negra en el centro, un mechón tan  indómito como su dueño. Lo más terrorífico era su rostro; la combinación de su mirada sedienta de dolor y las muecas de placer que  dibujaba con sus labios.

—Entiende bien esto niño, quiero una buena batalla, otra muerte en mi inventario. O me llevas a donde quiero ir u ofrendaré tu cadáver a la luna ¿Estamos claros?

Ñanu asintió nervioso, ese hombre no  bromeaba, tenía que convencerlo; llevarlo por lo menos por el sendero más largo. Pero todo por más que se evite tiene un término, a pesar de sus intentos aquel codiciado portal se encontraba frente a ellos, el adolescente contemplaba la lejanía  con la esperanza que llegara alguien a salvarlo. El horizonte se mantuvo inmutable, ahogando sus posibilidades en cada segundo y entregando a su ánimo a la mezcla extraña entre la aceptación y la desesperanza.

No tuvo que indicarles que estaban en el lugar correcto, ellos lo sintieron, después de todo habían participado en otras incursiones, y ese escalofrío helado que anunciaba un portal era único. Ansiosos lanzaron vítores de alegría, pasó el primero, Ñanu intentó dar un paso atrás pero fue detenido por la misma arma ahora  pinchando su punta su espalda a la altura de los riñones.

—Tú vienes con nosotros niño.

Tharmas llegó al lugar cuando solo estaba aquella puerta y el desierto, su respiración era entrecortada por el esfuerzo, había seguido el rastro que había dejado Ñanu y había perdido tiempo, un irreparable error. Intentó cruzarla, pero sus cadenas lo impidieron.

Las puertas para muchos solo era una transición, para él no, Tharmas podía desenvolver los secretos de una realidad con tan solo  tocarla. Parecía como si acariciara el viento con concentración, pero no, en el sigilo de su habilidad podía leer las particularidades de cada realidad como un libro abierto. Solo él conocía esos secretos. Lo que descubrió lo lleno de pena, hundió sus rodillas en la arena en señal de impotencia. En esa posición lo encontró Khyon, quien intentó consolarlo. Tharmas eludió el gesto, se alejó de él como si no pudiera soportar su presencia.

—¡Te lo dije, mil veces te lo dije! —Su voz destilaba rabia pura, su piel se teñía de rojo, lo señalaba con énfasis con el puño cerrado —Es solo un niño…permíteme salvarlo, besaré los pies de tu hermano, olvidaré el anhelo de conseguir mi libertad solo déjame buscarlo —. A su ira se antepuso el dolor ante la anticipación de la pérdida.

—Estará bien, solo es una orden de exploración —dijo intentando calmarlo. Tharmas rió con fuerza.

—Te maldijo y aún crees que de su boca solo brotan verdades.

Krisa y Khrisazu, contemplaban  la interacción entre ambos, los unía el primitivo instinto de superviviencia, descubrían secretos, como que Turak era el hermano de aquel guerrero.

—¡No estarán bien!¡Estarán muertos! —gritó culpándolo. Khyon lo miró de forma interrogante,

—¿Por qué dices eso?

—Porque en toda mi existencia jamás había tocado una realidad tan poderosa. La magia la conforma, la rodea y la moldea. Ese universo es único, ¿sabes por qué?— le cuestionó haciendo una pausa intencionada, para dar más énfasis a sus siguientes palabras —Porque contiene dos estrellas.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2020 ⏰

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