Capítulo 14

1K 56 11
                                    

Los primeros rayos de sol entraron por la ventana despertando a Sam de un magnífico sueño erótico. Tenía a Flavio entre las piernas y le estaba dando un buen trabajo a sus pies. Sí, le estaba dando un masaje en los pies mientras le cantaba.

Sam suspiró, su subconsciente le estaba diciendo que le dolían los pies y que necesitaba a… No iba a decir el nombre del innombrable. No hizo falta, Voldemort en persona se presentó en su habitación.

- Buenos días – le dijo feliz, lleno de energía.

Sam lo miró sin saber si mandarlo a la mierda o a tomar por culo. Odiaba a la gente que se levantaba así, ella necesitaba un par de horas y un buen café cargado para ser persona.

- ¿Qué estás haciendo aquí?

- ¿Sabes? Aún no he subido a las barcas del Retiro.

- ¿Y? – dijo Sam sin entenderlo.

- Que quiero que me acompañes.

Ahora lo entendía menos.

- Toma – le dijo poniéndole una taza de café caliente en las manos – Te espero en el vestíbulo y no aceptaré un no por respuesta.

¿Vestíbulo? ¿Este hombre de dónde había salido? ¿Del Ministerio del tiempo? , pensó Sam.

Se quedó mirando a Flavio, pero este no le dijo nada más, se dio la vuelta y la dejó con la palabra en la boca. Sam miró la taza y el hueco vacío que había dejado la presencia de Flavio. ¿Lo había soñado? No podía ser verdad, si no fuera porque la taza le quemaba las manos y le demostraba que era real hubiera jurado que continuaba durmiendo. Pero si el día anterior le había dicho que había otra, ¿por qué hoy la invitaba a salir? No comprendía nada, Flavio quería volverla loca. Pues no iba a ir, se negaba.
Sam se tomó su taza y se acostó en la cama con un libro en las manos, aunque no se podía concentrar en la lectura. Llevaba más de veinte minutos en la misma página, leía las palabras, pero no era capaz de entender el contenido pues su cabeza estaba pendiente del reloj y de la puerta. Estaba esperando a que Flavio entrara a por ella.

Habían pasado diez minutos de la hora que le había marcado cuando entró.

- ¿Todavía no estás? – le preguntó.
Sam lo miró de arriba abajo. Iba demasiado guapo. Se había duchado, aún tenía el pelo húmedo, llevaba una camisa negra y una chaqueta vaquera y además se había rociado entero de esa colonia que tanto le gustaba.

- No y no creo que lo esté – le contestó.

- ¿Por qué?

- ¿De verdad que me lo estás preguntando? ¿O es que la otra no te hace caso?

- Sí, demasiado. Él que no se lo hago soy yo. Prefiero pasar tiempo contigo.

- Venga ya. Eso se lo dirás a todas.

- No, solo a las que me gustan.

Sam se quedó boquiabierta. No esperaba esa respuesta. Luego se echó a reír sarcásticamente.

- No intentes venderme la moto.

- Lo que intento es que vengas conmigo.

- Pues tendrás que currártelo – dijo ella esperando que desistiera y la dejara en paz. No fue así.

- ¿Qué quieres que haga? ¿Me arrodillo? ¿Te suplico? ¿Te beso los pies?

Sam lo observó dándose golpecitos con el dedo índice en los labios pensando en lo que podía pedirle. Al nombrar los pies su sueño se representó en su mente. Sonrió. Ya sabía lo que quería.

En medio de tus silencios (Flamantha) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora