1. Daddy Kink

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El sonido húmedo de las pieles chocando resonaban en la cálida habitación. El calor de los cuerpos y el deseo en ellos habían vuelto el ambiente pesado, haciéndoles difícil el respirar. Sin embargo, los jadeos y los gemidos luchaban por escapar, sin importarles mucho su alrededor. El placer que se provocaban sobrepasaba cualquiera cosa no fuera más allá de ellos. Sentían que el mundo podría acabarse que no importaría mientras pudiesen seguirse follando.

La piel pálida del joven muchacho picaba y se enrojecía rápidamente, las palmadas en su trasero no se detenían, como así tampoco lo hacían las certeras y profundas estocadas que le otorgaba el mayor.

James mentiría si dijese que no recordaba en que momento escalaron a aquel fatídico y adictivo punto. Su mente constantemente le traía el recuerdo de la primera vez que lo vio. Tímido y nervioso, con ojos dulces y labios rojizos que pedían a gritos ser devorados. Y obviamente, él no era quien para negarles el pedido.

Si bien las primeras citas fueron difíciles, pues su mente y su verga no dejaban de imaginar cómo se sentiría estar dentro del delgado chico. Afortunadamente no duraron mucho.

Un día el chico de ojos chocolates, ansioso y atrevido, se había lanzado a su miembro. Los besos habían causado mella en el joven y este, aprovechando la adrenalínica noche y el auto del militar, lo engulló completamente y succionó hasta beber la última gota de semen. En ese preciso instante, James notó que había hecho la elección correcta. Podría amoldarlo a su gusto y piacere hasta convertirlo en su perfecta putita.

-Ah... si, si... más, por favor.- suplicaba sin aliento. James aumentó el ritmo de las embestidas y comenzó a esparcir mordidas a lo largo de sus hombros.- Si, así daddy. Si...

El mayor, casi sin control, tiro del cabello del chico y clavó su erección lo más profundo que pudo. -Repítelo.

Peter miró directamente a los ojos grises e intentó simular la mirada más inocente y pura, esa que sabía volvía loco al sargento, sus brazos se sujetaron de la musculada espalda, arañando la piel y aferrando sus piernas a las caderas contrarias cumplió.

-Si, daddy, si...- la esencia blancuzca y caliente del chico manchó el abdomen de su amante.

James besó a Peter con lentitud, la sensibilidad del orgasmo hizo jadear al chico nuevamente. Le sonrió y acarició su piel dulcemente.

-Muñeca, necesito que me ayudes.- el castaño asintió despacio y apretó los duros hombros al sentir como su cavidad resentía el vacío que la polla dejó en él.

Peter se postró frente al torso de James, su lengua lamió cada gota de su propio semen del pincelado abdomen y con castos besos húmedos bajo hasta llegar a la erección que aún se elevaba deseosa del gran final. Miró los ojos que lo observan expectantes y le sonrió ladino antes de recorrer con caricias el gran falo. James escondió sus gruesos dedos entre los cabellos húmedos del chico.

-¿Puedo chuparlo, daddy?- pidió con falsa inocencia, mientras lo repasa con la punta de su nariz.

-Claro que sí, muñeca.- concedió el sargento.

James amaban ese tonto juego donde el menor fingían que era él quien estaba bajo los deseos del mayor y no al contrario, el soldado se sabía hechizado por el joven que ahora chupaba y masturbaba su polla de forma lenta, sensual, casi tortuosa. Amaba la forma en la que el chico concedía cada capricho sexual que nacía en él, sin importar que tan extravagante fuese.

Sin querer contenerlo más, sus caderas retomaron la acción pasada, chocando contra la boca el otro. Dejó que su cuerpo echase con su clímax el rostro del joven, ensuciando su cabello en el proceso también.

-Muy bien, muñeca.- la mano de James acarició la cabeza del chico con gentileza y sonrió al verlo lamer sus dedos que limpiaban su pegajoso cutis.- Mañana daddy te dará un premio, ¿estás de acuerdo?

Peter asintió devolviéndole el gesto y regalando una última lamida al glande del hombre.

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