12. Biting

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La ciudad se veía iluminada por las luces de neón, el viento movía su cabello haciéndolo lucir rebelde, las calles adoquinadas acompañaban el ritmo de su modesta danza.

A lo lejos avistó la gran torre de Victoria, sonrió de antemano.

El aire fresco llenaba sus pulmones y se sintió vivo. Su piel ansiaba el frenético toque de otro ser. Lamió sus dientes y mordió la lengua con sus colmillos.

Entonces lo vio. Un joven solitario de cabellos oscuros, ojos inocentes y sonrisa débil. Su mirada recorrió el cuerpo delgado del chico y se felicitó.

Los minutos pasaron lentos hasta que al fin pudo iniciar su jugada. Sería magnífico.

El chico de apariencia frágil apuro los pasos al sentir a alguien detrás suyo, su respiración comenzó a agitarse. Podía oír una risa burlona a sus espaldas.

Por el rabillo del ojo percibió un movimiento rápido y giró. No había nada.

-Hola muñeco, ¿perdiste algo?- James habló con tono seductor. El olor a chocolate y café lo hizo aspirar profundamente, sus pupilas se expandieron.

Peter jadeo al ver al hombre frente suyo.
Era alto, la chaqueta de cuero que vestía marcaba sus músculos y la playera blanca se amoldaba a sus pectores ligeramente. Su cabello se entremezclaba con la oscuridad nocturna y enmarcaban las duras facciones. Sin embargo los hipnóticos ojos azules se adueñaron de su atención de inmediato. Se reprochó al ver de esa forma al sujeto.

-Oh tranquilo, es normal.- la voz profunda del sujeto lo arrancó de su ensoñación.

-¿Q-qué...

-Mirá, me gustaría dilatar esto. Eres realmente muy lindo, pero tengo hambre y casi puedo oler el miedo que tienes.- el sujeto se acercó peligrosamente a su cuerpo.

Peter ordenó a su cuerpo echarse a correr, más el pánico clavó sus pies al suelo y desconecto la movilidad que poseía.

James olió el cuello del chico y suspiró. Tan dulce. Colocó una mano en el delicado rostro del chico y otra en su espalda. Elevó el rostro y lo observó.

-Ahora vas a calmarte un poco y no gritaras.- ordenó con suavidad. El chico asintió.

Peter suspiro cuando sintió la cálida lengua del tipo lamer su cuello y besar repetidas veces su pálida piel. Sus manos inconscientes viajaron a los brazos del otro y apretaron al sentir como su erección creía contra sus pantalones.

Barnes volvió a lamer sus labios y dejó sus colmillos salir. Acercó su cuerpo al del chico de ojos miel y sonrió ladino al sentir los miembros hinchados friccionarse.

Su boca subió a los rojizos labios de su presa y los besó. El chico tembló bajo su tacto, fue un beso torpe. El menor intentaba seguirle el ritmo y en eso denotaba su poca experiencia. James mordió su labio y un hilillo de sangre salió.

En cuanto se separaron Peter abrió los ojos y el aire abandonó su cuerpo al ver el rostro del desconocido.

Las pupilas del azabache se agrandaron al grado de no dejar prácticamente nada del azul hipnótico, la esclerótica se volvió en su totalidad roja y las venas debajo de sus ojos sobresalieron, marcándose en negro. Cuando James sonrió sus colmillos puntiagudos sobrepasaron sus labios y la adrenalina navegó por las venas humanas.

Quiso hablar, insultarlo, gritar, alejarse... algo.

Un dolor desgarrador atravesó su cuerpo entero. Sintió su carne ser cortada y la presión alrededor le hizo soltar lágrimas. Que demonios era esa cosa. Sentía la boca del ser succionar su sangre con placer y anhelo. Sus cuerpos se rozaban y las manos lo recorrían demandantes.

-Eres tan dulce, muñeco.- murmuró lamiendo un hilo del espeso líquido.

Otra mordida lo hirió del otro lado del cuello. Esta vez había algo más, era una sensación de quemazón y ardor, aunque sorprendentemente no dolía...

Un gemido escapó sin permiso de sus labios y se estiró dando mejor acceso.

James colocó una de sus piernas entre las del chico y apoyo su pelvis contra la cadera. El movimiento rápido y duro estímulo el placer del chico que no tardó en correrse mientras él continuaba bebiendo su sangre con éxtasis.

Una vez terminó de succionar al chico observó su rostro jadeante y sonrojado. Se veía tan lindo. Mordió una vez, no deseaba volver a alimentarse de él. Solo quería dejar su marca.

El chico perdió la consciencia y se desvaneció en sus brazos. Acarició los cabellos castaños y lo llevó hasta la plaza más cercana, lo recostó en una de las bancas y lo dejó.

Quizá en otra oportunidad regresaría a buscarlo.

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