5. Somnofilia

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Peter observaba maravillado el subir y bajar del pecho esculpido, el pacífico descanso de su esposo lo llenaba de una inmensa tranquilidad.

No podía evitar sentirse sosegado por él, admiraba el respirar constante y los esporádicos murmullos que se exiliaban a través de sus suaves labios. Sus cabellos revueltos, sus hermosos ojos ocultos tras la cortina de espesas pestañas, la forma en la entreabría la boca y se volvía más apetecible sin darse cuenta.

Peter, temeroso, haciendo su mejor esfuerzo por no despertarlo colocó su mano sobre los duros pectorales. El calor de la piel descubierta incitó al muchacho a descubrir más de ella.

Sus falanges danzaban sobre la dermis impoluta, los movimientos eran lentos y delicados. Peter imaginaba que los músculos relajados del soldado eran una pista de baile y sus dedos eran los mejores bailarines, dueños del hielo bajo ellos, de cada centímetro de la fría superficie, dominantes de cada obstáculo. Se sentía rey absoluto del reino más hermoso y misterioso que jamás haya existido.

Los dedos del muchacho chocaron con el borde del elástico de la ropa interior. Subió sus ojos al despreocupado rostro de Bucky, seguía tan inmerso en su inconsciente que no había notado su persistente toqueteo.

Volviendo a su tarea de expedición, apoyó la cara en el pecho de su esposo y su mano subió hasta el centro del bóxer. Como si de un juego se tratase, sus manos rebeldes rozaban el miembro que comenzaba a despertar. Sonrió y apretó levemente.

Un suspiro jadeo de los labios del soldado.

Los segundos siguientes le resultaron tensos, su cuerpo quedó estático y contuvo la respiración... hasta que los murmullos retomaron su lugar.

Con lentitud, Peter, ya deseoso de lo que escondía aquella tela intrusa, introdujo su mano y la ahueco entorno a la semi erección, moviendola en torno su crecimiento. Sus labios besaron la pálida piel hasta llegar al pezon rosado, cual lamió y chupo.

-Mmm...- gimoteó el mayor, se recomió aún dormido y separó sus piernas.

Peter relamio su boca. Con esmero se separó del cuerpo inconsciente, escaló sobre él y descendió a su próximo premio.

El falo oculto tras la tela rogaba ser liberado. Peter se deleitó con su grosor, deseo fervientemente el glande que sobresalía por la orilla del bóxer, sin embargo no quiera ni podía apresurarse.

El miembro se balanceo frente a sus ojos cuando al fin fue liberado de la ropa interior. El tronco grueso, las palpitantes venas y el rosado glande hicieron salivar al chico.

Peter regresó su ojos dulces a su esposo. El soldado no parecía querer despertar. Envalentonado, asomó su rostro a la prolija pelvis y, dejando un camino de pequeños besos, sus labios siguieron el camino que la vena sobresaliente les marcaba directo a la punta. Sus labios se cernieron a la misma y su lengua jugó con el delicado frenillo. El vaivén comenzó. Su cabeza subía y bajaba en sentido contrario al que lo hacía su mano, su garganta se esforzaba por tomar por completo aquel falo pero le era imposible.

El menor exitado, en busca de algo de consuelo, buscó su propio miembro y se masturbo. La serenidad de su esposo era prácticamente la misma, su expresión seguía siendo relajada, laxa, sin embargo, su respiración de notaba levemente acelerada.

Los movimientos, antes delicados y tímidos, se volvieron desesperados y bruscos. El sentido común de Peter ante la imagen de su esposo, en total estado de pureza y armonía, se descolocó. Le resultaba tan perfecto e inocente que le era imposible no desear mancharlo con restos de pecado y lujuria.

Sus mejillas succionaron a tal punto que la parte interna de ella rozaron el falo dentro de su boca, la punta de la erección desprendió presemen. El sabor dulce invadió sus papilas.

Peter sintió que ya no había punto de reversa. Su mano apretó más su polla y continuó los erráticos movimientos, su boca y su lengua se concentraron en la punta de la polla de su esposo. La electricidad no se hizo esperar.

Sus músculos se contrajeron, sus latidos resonaron en su oído. Los espasmos se adueñaron de su cuerpo y el fuerte gemido que venía ignorando al fin tomó paso por su garganta dejándolo casi sin aire.
Bebió hasta la última gota del néctar de su esposo y sonrió.

No había dejado rastros de su travesura sobre la piel ajena.

Pero el muchaco no contaba con que Bucky, somnoliento, abriría los ojos y lo vería. Su joven esposo hincado sobre su miembro despierto con los labios hinchados y el gozo grabado en sus ojos. El menor le sonrió queriendo fingir ingenuidad.

-Buenos días, amor.- pronunció el soldado con voz ronca.

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