2. En Público.

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La gran mano callosa tapaba su boca, sus gemidos se ahogaban en ella y la saliva humedecía la piel de sus mejillas ardientes. Sentía los ojos acuosos y los músculos tensos, temblorosos.

-Vamos, muñeca. Debes bajar la voz.- ordenó burlesco Bucky sosteniéndolo de las caderas.- No querrás que nos escuchen.- susurró en su nuca.

Las estocadas profundas estimulaban su próstata y le resultaba casi una misión imposible no emitir algún perverso sonido.

El chirrido de la puerta se oyó y luego dos voces murmurando invadieron el angosto baño del restaurante. Peter suspiro aliviado, ilusamente creyó que el soldado esperaría a volver a estar solos para continuar su labor.

-Maldito, hijo de p...- murmuró agachando el rostro y mordiéndose el labio.

Bucky había salido por completo y arremetió fuertemente produciendo el sucio sonido de sus testículos chocando contra el bien formado trasero. El mayor tomo su cabello y tiró de él, otro jadeo escapó desvergonzado de su garganta.

La misma mano viajó a su cuello, lo sujetó del mentón. Devoró su boca con hambre y ansias, la devoción se vio reflejada en sus rítmicos y certeros movimientos. La polla entraba más cuidadosamente pero no menos placentera.
Bucky sabiéndose al borde, con su mano metálica, sostuvo el miembro de su pareja y comenzó a bombearlo.

-Correte para mi, amor.- pidió seductor, lento, mientas besaba la piel apenas descubierta del chico.

Y como si la voz profunda su comando la espesa carga de Peter mancho la pared del diminuto cubículo. Sin importar si lo descubrían, si los sujetos se habían ido o si alguien más había entrado, su grito de placer lleno el lugar.

-Oh, sí. Dios mío, si. Te amo.- pronunció entre gemidos al sentir el esperma goteando de su interior, resbalando por sus piernas.

Bucky, ya fuera de su interior, vanagloriandose por la divina imagen, recuperando la respiración y acomodándose la ropa rió.

-No sé si me lo dices a mí o a mi pene.

A los segundos la respuesta de Peter le arrancó una carcajada y provocó su deseo de callar aquellos provocadores labios con su verga como ya había hecho en más de una ocasión.

-Tampoco lo sé, soldado.- le guiño un ojo, volteó y cotoneó las caderas exageradamente hasta la salida. Luego, con tono desafiante soltó.- Deberíamos averiguarlo.

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