9. Dacrifilia

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James se sentía sucio. Se sabía enfermo, trastornado.

Sabía que su placer era cruel y que en cualquier momento terminaría por quebrar al chico.

James sabía que era incorrecto... pero mierda que se sentía bien.

Los sonidos entrecortados que sollozaba el chico, los espasmos de sus músculos, como se encogecía sobre si mismo. Su rostro descofigurado, húmedo y brillante, sus labios rojos por las mordidas.

James se sentía rebosante de poder, se sentía el amo y señor sobre el pequeño mocoso, orgulloso. Sentía que la sangre era reemplazada en su totalidad por la adrenalina, la serotonina y la dopamina.

-Vamos muñeca,- gruñía mordiendo el tobillo del chico.- se un buen niño y no ocultes esas dulces lágrimas.

Peter sentía tu interior desgarrarse, apretar y succionar la polla que se abría paso entre sus entrañas. El dolor de la rápida introducción era inmenso. Las lágrimas ardían en sus ojos.

-Duele, daddy.- lloriqueo. James sintió un tirón en su miembro.

-Lo sé, muñeca, pero tú puedes.

James realmente deseaba penetrar aún más fuerte el pequeño agujero, no tener control y clavarse hasta el fondo sin miramientos. Hacer llorar al chico y hacerlo suplicar por piedad, por que pare. Ser su llanto mojando las sabana bajo su rostro, sus mejillas rojas y sus labios lastimados a causa de su intromisión.

Los ojos miel intensificaban su rojez al mismo tiempo que el soldado volvía las estocadas más profundas. Su próstata era torturada sin compasión, el placer luchaba contra el dolor.

El eco de la pelvis de James contra el trasero voluptuoso ocultaba las quejas en su quebrada voz.

James bajó las piernas del chico de sus hombros y se trepo sobre él. Su aliento mentolado y caliente chocó contra la nariz sonrojada de Peter.

-Da-daddy...- suspiró adolorido. Sus piernas se enrollaron el torso del mayor.- Daddy, voy a correrme.

James besó sus clavículas y mordió su cuello. Las marcas violáceas de la noche anterior le dieron la bienvenida. Su polla golpeó una y otra vez el punto dulce del chico.

Los gritos y los sollozos acaramelaron sus oídos. Lamió las lágrimas que se derraman por las mejillas. Dulces.

El chico ensució su abdomen y su cuello. Su espalda fue arañada. El ardor se esparció sobre su piel y lo obligó a morder nuevamente la piel blancuzca.

El semen salió de su pulsante polla, ensuciando el interior del chico y haciéndolo soltar las últimas lágrimas. El sabor metálico de la sangre en sus papilas extendió su orgasmo.

El cuerpo pesado de James se desplomó sobre el delgado cuerpo de Peter. Ambos sonrieron.

Pasaron los minutos en completo silencio. Una vez los espasmos se calmaron y la urgencia clamó clemencia sobre su deseo, se recompusieron con pereza.

-Ahora a limpiarte, muñeca.- murmuró con dulzura, besando la frente y acariciando el cabello húmedo del joven.

Peter asintió y le sonrío. Él también debía estar enfermo para aceptar el extraño fetiche de su novio, pero mierda que sentía bien la forma en la que le mostraba su amor y adoración.

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