3. La Cosecha. Parte uno: El Elegido

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Distrito Dos

Día de la Cosecha.

El cansancio en los huesos era molesto. Era como tener tu cama llena de hormigas que se arrastran debajo de tu piel y por entre tus músculos cansados.

Afortunadamente -si así se podía ver- ese día en especial no tenía que levantarse temprano para llegar a tiempo a las plantas de energía.

Todo el personal se encontraba en su casa disfrutando de una mañana tranquila, compartiendo el desayuno con su familia, todos sentados alrededor de la mesa. Contemplando sus rostros ansiosos o simplemente en silencio.

Era un día de fiesta. Después de todo.

O por lo menos lo era para algunos. Nadie dentro de los distritos y las provincias aledañas a estos se sentía particularmente feliz por esta festividad. Que marcaba un macabro inicio para uno de los eventos más temidos por todos. La Cosecha.

Asistir a la plaza de cada provincia y cada distrito para ofrecer dos jóvenes como corderos al matadero era obligatorio. Era penado el no asistir y los agentes registraban las casas poco antes de dar inicio al tedioso acto de La Cosecha.

A su edad, Lan WangJi había sobrevivido ya a un evento... no precisamente por suerte. Y trataba con todas sus fuerzas de no pensar en el porqué.

Aunque esa mañana en particular sentía una extraña brisa fuera de su casa y en el invernadero de su madre. El que había vuelto a regar hace poco.

Cualquiera diría que con tanto químico corriendo por su sistema su energía y su poder se verían afectados de cierta forma. Pero parecía ser todo lo contrario. Y muy a su pesar definitivamente, la secretaria de la torre, en su última revisión, que había sido hace poco menos de dos meses, de nuevo se le había quedado viendo de una forma que de verdad no le gustó.

Aunque siguió haciendo lo de siempre para mantener al margen su fuerza, parecía que ya era inevitable que lo notaran. Y él trataba la manera de no pensar en ello de más, y por supuesto de no mencionarlo delante de su tío y su madre. No quería preocuparlos, aunque sentía que les estaba mintiendo de alguna forma.

Apenas estaban por dar las seis de la mañana y él sentía -y sabía- que llovería más tarde. Tal vez por la noche. Y esperaba con todas sus fuerzas poder disfrutar de la cena con su familia. Esa cena insípida que repartían en todos los distritos como muestra de gratitud por los tributos enviados ese día. Se recogía al terminar el evento para que todos lo llevaran a casa.

Lan WangJi recuerda que de las tres o cuatro veces que ha comido los platillos del día de la cosecha se sintió más enfermo y débil que de costumbre. Y entre los empleados de la planta decían que tenía de alguna forma mezclado consigo ese suero del que tanto se jactaba el capitolio.

Nadie sabía a ciencia cierta si era verdad, pero era seguro que todos regresaban más débiles al día siguiente a su sitio de trabajo.

El último que comió lo puso de verdad enfermo. O al menos eso creía él.

En la cocina escucho los sonidos de su madre haciendo el desayuno y poniendo agua para café en la pequeña jarilla en la estufa.

No quería levantarse aún. Era uno de los pocos días libres que tenía en mucho tiempo y aunque no era típico de él, quería descansar un poco más. Y como entendiendo su cansancio su madre no fue a tocar la puerta de su habitación sino hasta pasadas las nueve de la mañana. Extrañamente, había logrado tener otras tres horas de sueño reparador.

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