CAPÍTULO VI

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—Aiolos, lleva a tus amigos dentro —le pidió la mujer de cabellos rubios—

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—Aiolos, lleva a tus amigos dentro —le pidió la mujer de cabellos rubios—. Iré en un momento.

   —¿Qué va a hacer? —Su comportamiento se había vuelto extraño.

   —No te preocupes por mí, estaré bien —trató de calmarlo.

   Con desconcierto todavía, Aiolos les hizo una seña a su hermano y a Saga para que lo siguieran.

   —Oh, dejen al hombre conmigo. Yo me encargaré de él. 

   Aiolos le dedicó una mirada desconcertada a la mujer y no era para menos, todo les resultaba misterioso y con un aura tensa, ante todo eso tuvieron que ceder. Se guiaron por la presencia de Aiolos.

   —Aiolia, puedes dejar al hombre aquí —le indicó a su hermano. El heleno terminó cediendo a la petición de Arene. Aiolia aceptó a regañadientes, para él, ella era una desconocida.

   Saga observaba la escena en silencio mientras analizaba todo detenidamente.

   —¿Qué fue todo eso, Aiolos? —le preguntó el de hebras largas mientras caminaban hacia la casa.

   —¿A qué te refieres?

   —¿Quién era esa mujer? ¿Qué pasa con esos lobos? —Sus inquietudes salieron a la luz.

   —Se llama Arene, fue quién me cuidó estos años mientras estuve en coma —explicó—. Sobre los lobos, eso tenemos que hablarlo adentro, no estoy muy seguro de lo que sucede.

   —Un doctor nos habló de eso pensó que no tenías esperanza alguna.

   —Y yo también. Esa mujer realmente me procuró.

   —Aún así, la situación es un poco rara —recalcó Saga.

   —Hermano, tengo que agradecerle porque se hizo cargo de ti mucho tiempo —Aiolia le hablaba muy sonriente —. Aunque pensaba encontrarte como un niño de catorce, me emocionaba creer que ahora yo sería el mayor —confesó.

   Aiolos sentía una calidez fascinante al estar de nuevo con su hermano y su amigo, pero a la vez un gran nerviosismo, por el hecho de que tenía preguntas y gran nostalgia. Parecía tan irreal.

   —Lamento no darte el gusto, aunque has estado vivo más tiempo que yo, por si te sirve de algo —lo consoló—. Pasen.

   —Entenderás que tenemos demasiadas incógnitas, seguro que tú también —habló, Saga.

   —Les concedo la palabra.

   —Aiolos —Saga fijó su vista en la de él—, nunca podré encontrar todas las palabras necesarias para pedirte disculpas por todo el daño que te causé a ti y a tu hermano, no las hay. Sé que ni siquiera mi vida lo compensaría. 

   —Saga, yo...

   —Aún no termino —interrumpió, aproximándose más—. Tú eras y eres mi mejor amigo, un hermano, un ejemplo para todos en el Santuario, un ser simplemente excepcional y lamento profundamente no haber controlado lo que me pasaba. Soy la causa de que estés aquí, de que perdieras trece años de vida, lo siento tanto. Ni siquiera merezco tu perdón.

MOONLIGHT | Gemini SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora