Él era un guerrero feroz y leal como un lobo, ella, en realidad era uno.
Una tragedia obliga a huir de su hogar a Jolie, una mujer lobo, que encuentra refugio en Grecia. Sin embargo, su llegada coincide con un evento antinatural: los Gold Saints han...
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—Deberíamos regresar ahí si es que todo parece sospechoso —Aiolia manifestó sus inquietudes—. Podemos investigar más.
—Creo que primero deberíamos indagar en la biblioteca del Santuario —Aiolos sugirió.
Saga permaneció como oyente sin decir nada. En realidad no se sentía con el derecho de aportar algo, lo dejaría en manos de ellos.
Los tres hombres caminaron en dirección a los doce templos, contrario a lo que se podría pensar, en silencio. Se detuvieron en el Templo del Carnero Blanco, a la entrada de este, se encontraba su guardián.
La nostalgia se apoderó de Aiolos, aquel niño curioso de siete años al que había visto crecer, ahora estaba al frente protegiendo su templo como un hombre. El tiempo lo golpeó con aspereza al hacerle notar de todo lo que se había perdido. A pesar de que su alma protegía a los que le importaban, ellos no podían verlo.
—¡Aiolos!
—¡Mu! —exclamó con entusiasmo, acercándose a darle un abrazo—. Qué gusto, te has convertido en un Saint muy poderoso.
—Gracias —sonrió de oreja a oreja—. Te lo debo a ti, a Shion, Dohko y a Saga.
El último nombrado levantó las cejas en forma de sorpresa, para segundos después curvar los labios en una sonrisa.
—Te espera un largo recorrido, y no solo por la distancia hasta tu templo, sino por los reencuentros —bromeó.
—Ni siquiera me lo recuerdes.
El castaño hizo un gesto con su mano para despedirse y continuar. El recorrido había demorado tanto como lo predijo Mu. Aiolos arribó a su templo con un centenar de emociones encontradas, era como si la gravedad se ciñera sobre su cuerpo y le cortara el aliento. Tenía que acostumbrarse.
Recordar la última vez que pasó por ahí con un bebé en brazos le hizo recordar a su diosa. Saga le mencionó aquel anuncio sobre su partida repentina a un lugar del que nadie conocía los detalles y que inclusive se negó a ir acompañada. Todo estaba relacionado con su resurrección. él rezó por su seguridad.
Al caminar con dirección a la estancia, abrió la puerta encontrando en un estado intacto las cosas, a excepción del polvo acumulado. Su cama al centro con dos mesitas de noche a cada lado, al frente el armario y en un extremo de la habitación un escritorio sencillo con una silla.
Sacudió las sabanas y algunos objetos para conseguir recostarse después de un día ajetreado.
Mirando al techo evocó trayecto por el que necesitó pasar para estar ahí. Todos sin duda mostraban alegría al verle, Kanon ofreció sus disculpas, Deathmask, Shura y Aphrodite (que lo esperaban fuera de su templo), también lo hicieron, su vergüenza les impedía mirarlo correctamente a la cara, la culpa era enorme.