Él era un guerrero feroz y leal como un lobo, ella, en realidad era uno.
Una tragedia obliga a huir de su hogar a Jolie, una mujer lobo, que encuentra refugio en Grecia. Sin embargo, su llegada coincide con un evento antinatural: los Gold Saints han...
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—¡¿Que hiciste qué?!
—¡No tuve opción! —Jolie se defendió.
—¡Tuvo que haberte apuntado al corazón con una flecha para que confesaras la verdad! —Arene reclamó.
—¡Pues... —la francesa aprisionó el resto de la oración entre sus labios, conteniendo su propia alteración.
—¡¿Lo hizo?! —La mayor la miró con severidad—. ¿Lo hizo? —repitió.
—No —admitió en voz baja, desviando la mirada un breve instante. Se sentía como una tonta.
—¿Y entonces?
—Usted dijo que tendríamos que decirlo si nos veíamos obligados y no parecer un peligro —explicó recordando lo que su alfa dijo tiempo atrás.
—Entonces, ¿Aiolos te confrontó?
—Él me explicó cuáles eran las causas por las que sospechaba de mí y luego me preguntó directamente si era un licántropo —relató—. No creo que mentir fuera una buena idea, me haría quedar peor ante él.
Arene bufó y negó con la cabeza, temiendo darle la razón.
—Desafortunadamente no —concordó—. Lo hecho, hecho está. ¿Cómo reaccionó? —Cuestionó con notable interés.
Jolie se removió en el sofá de la casa de Arene. Fue a verla al día siguiente de su plática con el Saint de Athena. Obviamente tenía que informarle que Aiolos sabía de ellos.
—Creo que no tan mal —resopló—. Bueno, sí, tenía un poco de miedo aunque trataba de ocultarlo, pero jamás fue grosero conmigo o me hizo daño.
—¿Lo dices de verdad? —Arene parecía sorprendida por la reacción del griego ante la revelación.
—Sí. También fue raro para mí, pero supongo que al ser un Santo, se ha enfrentado a cosas peores...
—Es cierto lo olvidaba —Su alfa no estaba convencida del todo—. Más vale que las cosas salgan bien. Debemos hacer lo posible para que nos consideren sus aliados.
—Bueno Aiolos es amable, no parece del tipo de personas que he conocido antes y se enfrentan a nosotros —Jolie hizo notar—. Huele a serenidad.
—Oírte hablar así de él cuando antes le tenías miedo es un poco... extraño —Arene la observaba confundida.
—He quitado algunos muros para poder relacionarme mejor con él —ella explicó—. Además, usted fue quien lo puso en mi camino en primer lugar.
—Es eso, ¿o...
—No hay nada que suponer. Estaremos bien —la interrumpió.
—Solo no quiero que te pongas en riesgo o a alguno de nosotros —advirtió.
