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Febrero 2017.

Era día de San Valentín, para mí era una fecha cualquiera, no me parecía especial. Como todos los años las personas del colegio estaban emocionados, éramos espectadores de como las parejas intercambiaban regalos, demostrando su amor… Si, por eso era mi día menos favorito.

A la hora del receso, me encontraba sentada comiendo un sándwich, observando a las personas caminar, cuando alguien tomó asiento a mi lado.

—Hola ovejita—pronunció Leo sonriendo.

—Leo, te he dicho que no me llames así—volteo los ojos, y el ríe—si no te sabes mi nombre, te lo deletreo L-A-N-A.

—¡Ey! Ovejita estás de muy mal humor hoy—dijo burlonamente—necesitas un beso para mejorar tu día, ¡Me ofrezco de voluntario!

Leo se levantó de su asiento y me plantó un beso en la mejilla, pase la palma de mi mano por ella fingiendo asco, haciéndolo reir. En ese momento, te vi acercarte, mis manos comenzaron a sudar y mi corazón palpitaba con fuerza. Al llegar a nosotros pronunciaste:

—¡Hey, Leo! Hoy tenemos entrenamiento—cuando escuché tu voz me dejaste sin habla, era muy ronca y profunda, tanto que mi piel se erizo.

—¡Hey, Marcus! Te presento a ovejita—me ahogue con un trozo de sandwich, al escuchar a Leo—ovejita calma, no comas tan rápido.

—¿Ovejita?—preguntaste, incrédulo.

Respiré al terminar de beber el agua, consiguiendo pronunciar.

—En realidad, me llamo Lana—dije, nerviosa y sonrojada.

—Un gusto conocerte Lana.

Ese día me miraste y sonreíste, una sonrisa que prometía muchas cosas. En ese momento entendí, que no solo sentía curiosidad.

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