Día 9: No importa lo que elijas.

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Día 9, Matrimonio arreglado.

Kirishima sacudió las solapas de su traje, acomodó el pequeño moño negro en su cuello mientras se miraba fijamente al espejo.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó anodina. Eijiro notó que la dueña de esa voz se había, simplemente, rendido al hecho de hacerlo entrar en razón.

Pero él tenía razón en este caso. ¿Cierto?

—Ella no te ama, Eijiro. ¿Lo entiendes? —Insistió una vez más.

—Claro que lo entiendo, Mina. No soy ningún tonto. Sé que Momo no me ama, y yo tampoco a ella. —respondió, revisando su cabello una vez más. —Pero esto es necesario.

—¡Dices que no eres un tonto, y vas a cometer la estupidez más grande que ha pasado por tu cabeza! —gritó indignada, no se quedaría callada al ver como sus amigos unían sus vidas.

¿Santo Matrimonio? Por favor, santa mentira que se estaban montando esos dos, sólo para hacer felices a sus familias riquillas que habían arreglado una boda para beneficiarse mutuamente.

¿Y ellos? ¡Pues parecía que habían perdido el libre albedrío! ¡La capacidad de pensar! Porque ahora parecían un par de cachorros siguiendo las órdenes de su amo a cambio de un poco de amor.

Pero poco era lo que podía hacer Ashido al respecto, no importa lo mucho que le gritara a él, lo mucho que hablara con ella. Ninguno parecía querer desistir, incluso cuando se veían más tristes a cada momento.

—No importa lo que diga, no cambiarás de opinión ¿cierto? —La voz de Mina se escucha triste, está a punto de salir de la habitación rendida, es su mejor amigo, no lo abandonaría aún cuando fuera a cometer una estupidez tan grande.

—Esto no es algo que tú puedas cambiar, Mina. —responde, mirándola por el reojo y ella solo asiente antes de salir.

Kirishima respira profundo, mientras sujeta con fuerza los extremos del tocador. La imagen de un hombre confundido, agobiado, y sobre todo desolado es lo que recibe del espejo, no es la imagen que imaginaba que tendría el día de su boda.

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—Otra. —El vaso de vidrio choca contra la superficie de la barra, llamando la atención del bartender que se acerca receloso a rellenarlo.

—Te ves horrible. —La voz suena desdeñosa en dirección al cliente.

—¿A ti que te importa? ¿No tienes unas putas copas que servir o algo? —El rubio se queja, no tiene ánimos suficientes ni para maldecir correctamente al bartender odioso que intenta entrometerse en su vida.

—La verdad es que no, hoy el único con una vida tan triste como para terminar bebiendo a las dos de la tarde eres tú. —responde la burla palpable en cada una de sus palabras.

—¡¿Te crees muy gracioso, bastardo?! —Bakugo se acerca amenazante, pero el sujeto es rápido y retrocede lo suficiente para quedar fuera de alcance.

—Me creo muy dichoso, al no estar deprimido y solo en pleno sábado. —Ahora se encuentra recostado a la pared donde las bebidas costosas se exhiben con orgullo. —¿Deseas compartir tus penas o qué?

—¡Cómo si quisiera compartirlas contigo, idiota! —Katsuki vuelve a sentarse enfurruñado, empinando el vaso para tomarse todo de un solo trago.

—¿Te dejaron? Tienes cierta vibra despechada a tu alrededor.

El bartender se acercó a rellenar el vaso del rubio, este lo miró con el ceño fruncido, alegando que no había pedido otro.

Entre Corazones De Roca Y Flechas Explosivas | •KiriBaku Month 2020•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora