Prólogo

566 20 0
                                    

Rusia, 1430.

El bosque estaba iluminado por el sol de la tarde que intentaba besar el suelo con sus rayos encontrando huecos entre los árboles.

Scarlet corría esquivando cada tronco y saltando cada rama del suelo pero no huía de nadie. Bueno en realidad si pero él no quería herirla ni nada parecido. Solo estaban jugando. Al final tirarle encima el agua del cubo había sido más divertido de lo que ella pensaba y eso había provocado que echara a correr hacia el bosque riendo como una niña traviesa. Pero él tenía ventaja, podía correr más rápido y podía olerla. Ella en cambio solo oía sus pisadas corriendo. No podía dejar de reír incluso cuando la llamaba.

-¡Scarlet!- gritó su nombre pensando que le iba a contestar. Siguió corriendo hasta encontrar un árbol muy alto y con un tronco muy grueso. Se escondió detrás del tronco. Su corazón se aceleró cuando asomó la cabeza por un lado y lo vio a unos escasos metros de ella mirando a su alrededor. No pudo evitar soltar una carcajada y esconderse de nuevo tapándose la boca.

Se asomó de nuevo pero ya no estaba. Qué raro. No lo veía por ningún lado. Parecía como si todo este rato hubiera estado escapando de un fantasma. Quiso empezar a correr de nuevo pero unos brazos le rodearon por la cintura haciendo que chocara contra un pecho duro como la piedra.

-Eres mía.

Reconoció esa voz que soltaba una risa por lo bajo. Levantó las comisuras de la boca y se giró para mirarle a la cara. Pasó las manos por detrás de su cuello y jugó un poco con su pelo negro.

-Eres un tramposo, ¿lo sabías?- le dijo sonriendo. Soltó una carcajada y mostró su preciosa sonrisa-. Me encanta cuando sonríes- dijo ella sin pensar.

Se sonrojó y apartó la mirada buscando un punto perdido del bosque. Le levantó la barbilla con el índice obligándola a mirarle a los ojos. No dejó de sonreír ni un momento. Acercó su boca al oído de ella y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

-Me encanta cuando te sonrojas.

Su cuerpo empezó a arder cuando su boca pasó de su oído y la posó en sus labios. Perdió todo el control de su cuerpo y él también. Su lengua empezó a jugar con la suya, cosa que la pilló por sorpresa. Un gemido salió de su garganta sin querer y en ese momento se separó un poco. Sonrió y la besó de nuevo mientras la acorralaba contra el tronco del árbol.

Sabía que él ansiaba más y Scarlet tenía claro que si estaba preparada para dar semejante paso. Le daba igual. Por él, haría lo que sea. Sus labios bajaron hasta su cuello y soltó otro gemido que provocó que él reaccionara y dejara de torturarla en el cuello. Habían pasado por esto varias veces, pero no era la primera vez y no sería la última. El día en el que le hizo el amor la primera vez había sido un caballero y ella se había sentido muy feliz.

-No voy a pedir perdón por estar enamorada de ti, Dmitri.

Sus colmillos habían aparecido y podía ver en sus ojos oscuros que la deseaba con locura. Le dio un beso rápido y le dijo:

-Vamos a casa.

La agarró por la cintura y, moviéndose a una velocidad inimaginable, llegaron a su casa en menos de dos minutos. Sus caballos estaban allí quietos a medio lavar. Así había empezado todo. Él la había salpicado con el agua del cubo. Scarlet le hizo lo mismo. Él le lanzó un trapo mojado y finalmente, ella le había tirado toda el agua del cubo en la cabeza.

Su mayordomo salió a recibirlos y Dmitri le dijo:

-Alfred, envía una carta a casa de la señorita Scarlet. Dile a su familia que pasará la noche aquí- la miró con su preciosa sonrisa que había hecho que se enamorara de él y volvió a mirar otra vez a Alfred.

Peligrosa Atracción (Eternidad Solitaria #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora