La frase "creo que te quiero" rondó por su cabeza el resto del día. No supo que decirle en ese momento a modo de respuesta, solo sonrió y le besó. Probablemente era la última vez que lo veía. Logró salir de casa sin que nadie descubriera que se iba. Jack y Amy estaban fuera en una de sus citas. Blaine y Dylan estaban en el salón con un videojuego. James había quedado con los amigos en ir a casa de Lucas. Y Alexei... andaba de aquí para allá. Era el que más se iba a cabrear cuando se enterara de lo sucedido.
Llegó hasta la fábrica abandonada y observó lo que tenía delante. Una construcción hecha a base de ladrillos, ahora marcados por grafitis. Las pequeñas ventanas empañadas o llenas de suciedad. Otras rotas. Las dos chimeneas que apuntaban hacia el cielo nocturno estaban medio derribadas por los años de antigüedad. ¿Qué pintaba esa fábrica en pie todavía? Scarlet suponía que dataría del siglo XIX. Ella era mucho más vieja que muchas cosas en el mundo. Básicamente, era más vieja que toda la nueva tecnología. Sopló una suave brisa otoñal que le alborotó el pelo negro, ahora recogido en una coleta. Se había vestido con ropa de combate pensando que sería algo totalmente innecesario. Vestida toda de negro, con unas botas militares del mismo color y una pistola escondida en alguna parte de su cuerpo. Abrió la puerta de la fábrica de una patada. Cayó al suelo levantando una gran nube de polvo y provocando que los murciélagos que se habían mudado allí alzaran el vuelo. No tenía ganas de inspeccionar la fábrica por su cuenta, así que cerró los ojos y respiró hondo. Uno de los murciélagos no tardó en pasarse sobre su hombro. Abrió los ojos e hizo que se apoyara en la palma de su mano.
El pequeño animal nocturno la miró con sus ojos negros como pozos e inclinó la cabeza a un lado. Scarlet no utilizaba mucho sus dones, solo cuando la situación lo requería. Los murciélagos le encantaban a Scarlet, acudía a ellos cuando necesitaba hacer una búsqueda nocturna. Tenía las alas muy bien recogidas a los laterales. Le pasó el pulgar por la cabeza y luego por la tripa. Le gustaban sus caricias.
-¿Me harías un pequeño favor?- le preguntó con dulzura y sonriendo.
El quiróptero extendió las alas señalando que estaba listo para volar de nuevo.
-Inspecciona el lugar.
Nada más decir la última palabra, el pequeño despegó de su mano y desapareció en la oscuridad del interior. Todo era puro silencio y el lugar estaba libre de máquinas. Solo montones y montones de hojas de años y siglos anteriores. Caminó hacia dentro hasta quedar a cinco pasos de la puerta. Era tenebroso en parte.
"¿Cómo demonios he podido acabar así?" pensó. Casi seis malditos siglos de libertad y ahora el maldito soberano le tocaba las pelotas. Cinco minutos después el sonido de unas alas se acercaba. Se posó en su hombro de nuevo y Scarlet cerró los ojos de nuevo metiéndose en aquella pequeña cabecita.
Lo acarició una última vez y lo dejó marcharse. Puso la mano en la empuñadura del arma y esperó. Una sombra, un ruido. Algo fuera de lugar. El sonido de unas botas contra el cemento acercándose a ella desde las sombras que tenía en frente. Silencio. Luego una figura abalanzándose sobre ella y tirándola al suelo. Movimiento que la pilló de sorpresa. La forma de una mujer se formó delante de sus narices mostrando unos colmillos largos y relucientes.
-Por fin hablaremos tranquilamente- dijo sonriendo con malicia.
Camille estaba sentada encima de ella acorralándola con las piernas. Iba vestida de la misma forma, solo que Camille llevaba su pelo rubio suelto y sus zapatos negros tenían un poco de tacón. Había aparecido de entre las sombras y la tiró al suelo. Ambas estaban en medio de una batalla visual. Ojos verdes contra los suyos castaño oscuro. Aunque uno de sus ojos claros estaba medio formado.
-¿Me has echado de menos estos últimos quinientos años?- le preguntó provocándola.
-Antes extrañaría al mismísimo diablo que a ti, Camille- le espetó.
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Peligrosa Atracción (Eternidad Solitaria #1)
VampireScarlet no piensa volver a enamorarse. Tras haber perdido a su único amor varios siglos atrás, su corazón se ha convertido en hielo. Nunca pensó que el atractivo y capitán del equipo de fútbol, Lucas Jamieson, pudiese derretirlo. Scarlet no piensa p...