Capítulo 6.

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Cuando la noche ha llegado y la tierra es oscura y la luna es la luz que brilla ante mí. Miedo no, no tendré, oh no lo haré, no me asustaré, mientras estés de pie, quédate a mi lado.

En los siguientes días algo cambio, no sé con exactitud el motivo pero me siento mejor. He logrado salir sola con Li hacia el jardín delantero y trasero. Nana propuso ir al parque todas las mañanas, lo más temprano posible o al lago, aunque nos tomé un poco más tiempo, ya sea para despejarnos o tomar el almuerzo rodeadas del paisaje.

Respirar el aire fresco se volvió en mi nueva medicación, creo más que las píldoras. El caminar es terapia y en madrugar mi rutina, ahora puedo salir más—en compañía—pero nana dice que sigue siendo un avance. Tengo que admitir que las antidepresivas solo las ingiero de noche, para evitar tener otro altercado con las pesadillas, pero solo son para dormir.

Y algo cambio, no solo observo el cielo de noche desde mi balcón, sino que ahora mi nuevo lugar favorito es recostarme en el césped para quedar directo hacia las fogosas estrellas brillantes. En mi cabeza se formulan imágenes con Lily, es un futuro.

— Llegaste a mí para darme esperanza.— beso su frente mientras duerme plácidamente desparramada por el colchón.

No importa que seamos las dos, todo esto lo estoy haciendo por ella. Porque necesita de una figura materna y aunque no estoy lo suficientemente capacitada para saber todas las cosas que un bebé o niño requiere, sé que iré aprendiendo conforme vaya creciendo.

 No tendré un móvil pero estoy guardando todo de ti en mi memoria.— alardeó con suficiencia.

Es que todo de ella me hipnotiza, es tan pequeña y frágil que me da pavor a veces de lastimarla mientras dormimos o cuando la refugio en mis brazos. Pero ella siempre estará con mami.

El sonido de los grillos es lo único que escucho, mi vientre se encuentra recargado en el barandal de madera con las manos metidas dentro del suéter.
Las luces de un vehículo se acercan por la avenida y se detiene en la casa siguiente, las apaga y la puerta se cierra, trato de que eso no me afecté porque estoy segura aquí. Una escandalosa tos ocasiona que aparte la vista del cielo para ver a esa persona.

— Buenas noches.— saluda quebrantado, agitando su mano.

Su nariz rojiza y ojos llorosos indican que esta sufriendo de un resfriado. Pero aún así se las arregla para sonreír, le regreso el gesto con amabilidad. Su cabello dorado esta dentro de un gorro de lana y su cuello por una bufanda gruesa de color café, trae un conjunto deportivo y anda en pantuflas.

— Deberías tomar algo...

— ¿Tu también tienes resfriado?— habla gangoso como si le estuvieran apretando la nariz con los dedos y no pudiera respirar.

Frunzo el ceño negando ligeramente con la cabeza.

— Tienes tu nariz roja.— señala con su dedo y por inercia llevo mi mano a la zona.

— Es por el frío.— respondo— deberías ingresar a tu casa.

Mueve su mano sin importancia, y se acerca a una distancia considerable recargando su espalda en el barandal por fuera, suelta un suspiro y sorbe su nariz con un klinex que saca de la bolsa ecológica que sostiene en una mano.

— ¿Crees en los cuentos de hadas?— pregunta.

Alejo la mirada del cielo para mirarlo, pero antes de que me miré, gira a otro lado estornudando incontables veces muerto del resfriado. Una pequeña sonrisa agradable aparece en mi rostro al verlo refunfuñar como un infante, voltea e instantáneamente me pongo cambio mi expresión por una seria, como si nada.

Nebulosa© #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora